‘En busca del verdadero tesoro’ cuenta la historia de una niña de 12 años llamada Alison que vivía en Sidney en el hotel de sus padres. La aventura comienza cuando viaja a Ecuador con su amigo Tom para visitar a una tía.
Tom despertó a Alison que estaba inconsciente.
–¡Despierta¡– le gritó.
–¿Dónde estamos?
–«En el fondo del mar matalrile, rile, rile…»
-¡Tom, este no es momento para juegos!
–Lo siento. -Se encogió de hombros Tom-.
–Vamos a mirar por esta ventanilla; aún tenemos oxígeno.
El espectáculo que se podía contemplar era magnífico, montones de peces tropicales de mil colores se movían inquietos. Parecía una sucesión de colores que nunca acababa. Los arrecifes de corales, las casas de muchos seres marinos, no se movían, eran estatuas pintadas en cuadros de Leonardo da Vinci. Un paisaje húmedo y frío, también se podían ver los restos de un antiguo barco olvidados por culpa del tiempo.
Alison y Tom sintieron que algo en el estómago se les movía. Era el miedo. ¿Miedo, de qué? De quedarse como ese barco, olvidados como uvas pasas en la memoria de la gente.
Alison vio un par de equipos de submarinismo con bombonas de oxígeno, se vistieron con el equipo y rompiendo una ventanilla salieron al exterior. El agua sin pedir permiso fue ocupando todo el espacio que podía sin importar el qué.
Alison y Tom subieron a la superficie. Lo que la vista les permitía ver era suficiente para divisar en la lejanía una isla. Por un lado había una arena suave y cálida y justamente al otro lado había unos enormes peñascos a los que la fuerte tempestad apuñalaba como el sol a un escorpión sin refugio. Sin pensárselos dos veces nadaron hacia la parte de arena de aquella isla. Cansados, agotados, se dejaron caer en la arena. Era un espectáculo agotador. Minutos después, la marea empezaba a acariciar a sus desnudos pies. Y se despertaron.
–¿Dónde estamos?– preguntó un tanto aturdido Tom- Parece una isla, ¿no te parece Alison?
Ella no contestó. Se subió a un gran peñasco donde se podía contemplar toda la isla. Alison no hablaba y Tom parecía respetar su silencio, pues a ella le gustaba el silencio para pensar y recapacitar. Ella sacó la botella de su bolsillo y de la botella el mapa. Lo desenroscó con cuidado de no romperlo, entonces… ¡Abrió los ojos como dos soles gemelos! y sin darse cuenta, la botella se le cayó rodando a los pies de Tom, que éste recogió la botella y corrió cuesta arriba hacia su amiga.
–Alison, ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
–Mira el mapa.
–Pero…
–¡Míralo, te digo!
–Tom obedeció las órdenes de Alison, entonces…
–No es posible, te digo que no es posible.
–Sí, si lo es. Estamos en el Monte de los Sueños de la isla del mapa.
Los dos muchachos inundados por la impresión se sentaron ¿Cómo les podía estar pasando esto?. Desde la cima del Monte de los Sueños, podía verse toda la isla.
–Lo mejor será trepar por las dos Colinas Mandarinas hasta llegar al bosque de las Mil Maravillas, ¿No te parece?
–Sí, pero no sé como lograremos salir de aquí– pensaba Tom.
Los dos muchachos, muertos de miedo, se encaminaron cuesta abajo por el Monte de los Sueños hacia las dos Colinas Mandarinas. El camino era muy largo y lleno de agujeros cavados por los loros. Simples baches.
El paisaje era precioso. ¿Cómo describirlo?, un paisaje lleno de vida, cascadas de tres metros de alto bajaban resbaladizamente por las montañas, los árboles, con más de catorce siglos de historia hablaban más que toda la Biblia, los monos, como la ropa tendida al sol se colgaban sin temor a la caída, los papagayos, estudiando nuevos idiomas, volaban libre, llenos de vida junto a ellos.
Alison y Tom, no querían llegar a las colinas. Su desesperación para llegar a su destino había desaparecido.
Las dos Colinas Mandarinas eran preciosas. Tenían árboles cargados de mandarinas, cientos y cientos de mandarinas, todas jugosas y en su punto. Los dos muchachos se abalanzaron a coger todas las mandarinas que pudiesen. Se posaron a descansar en el tronco de un árbol, entre los dos habían engullido medio mandarino y el cuerpo les pedía una siestecita. Ambos cayeron en el universo de los sueños. Lo curioso era que estaban soñando lo mismo.
–Humanos, bahh.- Decía un papagayo- tenían que venir algún día a romper nuestra armonía.
–No parecen malvados -recapacitó un mono- parecen cansados.
–¡Mira, mira, se despiertan!.
-¿Quiénes sois?, ¿qué hacéis aquí?
–Tranquilos forasteros -les calmaba el mono- somos las criaturas de los sueños de la isla, yo me llamo Mono y él es Papagayo.
Alison y Tom no hablaban estaban petrificados.
–¿Por qué no intentáis conseguir el tesoro de esta isla?. Nosotros tenemos el deber de intentar ayudaros a conseguirlo.
–¿Cómo podemos encontrarlo?– se cuestionó Tom-
–Dirigíos al Bosque de las Mil Maravillas.
De repente se despertaron.
–¡Óyeme Tom¡ He tenido un sueño de…
–¿Un mono y un papagayo?
–Sí, ¿cómo lo has adivinado?
–Yo he soñado lo mismo.
–Entonces, ¿a qué estamos esperando?
Los dos chicos con el estómago lleno, partieron a aquella que iba a ser la aventura de sus vidas. Según se iban acercando al Bosque de las Mil Maravillas, más ganas tenían de llegar a él. Era como si unas fuerzas sobrehumanas les ayudaran a llegar.
Enseguida se dieron cuenta que llegaron al bosque, pues estaba poblado por criaturas fantásticas: faunos, sátiros, centauros, gnomos, dragones buenos, hadas…
Los chicos estaban alucinados. Tenían en el fondo miedo. Decidieron preguntar a un gnomo.
–Perdone-dijo cortesmente Alison- Un mono y un papagayo nos dijeron que viniésemos aquí para encontrar el verdadero tesoro.
–¿Dónde se encuentra? -interrumpió Tom.
–Yo no tengo el consentimiento para deciros nada, pero sé quien sí.
–¿Quién?– interrogaron ambos.
–El Espíritu del bosque.
–Perdón.¿quién?– preguntó tembloroso Tom.
–¿Cómo lograremos encontrarlo? -Pidió más detalles Alison.
–Sólo sé que es una mujer. Solamente pueden verla los seres humanos, y tenéis que encontrar a su unicornio, es su mascota. Si montáis en su lomo lograréis encontrala. Basta con llamarla.
Muchas gracias le agradecieron al gnomo.
–¡Uni, Uni, Uni, Unicornio, ven bonito ven Uni, Uni!.
Continuará
Primer capítulo de ‘En busca del verdadero tesoro’:
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