¿Qué sabemos de los mayores? ¿Conocemos a nuestros abuelos? ¿Su infancia, su vida? Con motivo del ‘Día internacional de las personas mayores’, una alumna de 2º de ESO del IES Valle de Camargo realiza una entrevista sobre su infancia a su abuela paterna para aprender a valorar a nuestros mayores, a los que tenemos al lado, “porque me parece importante conocer de dónde venimos y cuál es nuestro pasado para poder alcanzar un futuro mejor”.

Mi abuela se llama María del Carmen y es la hija mayor de doce hermanos. Anteriormente había más natalidad; hoy las sociedades occidentales se enfrentan al envejecimiento de la población. Es uno de los motivos por los que en 2020 el número de personas mayores de 60 años o más superará a los niños menores de 5 años, junto a una mejor calidad de los servicios médicos y de la alimentación.

Al ser la hermana mayor, debía encargarse de las tareas domésticas y de cuidar a sus hermanos pequeños mientras sus hermanos mayores iban a la escuela. Había colegios religiosos y colegios públicos, pero la educación no era de gran calidad porque se acusó a muchos los maestros de “colaborar” con la República, se despidió y se les sustituyó, en ocasiones, contratando a veteranos de guerra y a muchos religiosos. Podían ir a la escuela a partir de los 6 pero mi abuela fue con 7 años a un colegio religioso y bastante intermitentemente debido a los corrientes cambios de domicilios provocados por el trabajo de mi bisabuelo, que era guardia. La familia vivía en el cuartel y cambiaban de destino bastante a menudo. Dentro de los colegios los dividían por sexos (no había clases mixtas) y por condición social, los hijos de buena familia entraban por una puerta y los pobres por otra.

Mi abuela Mª del Carmen nació en 1939 (por lo que tiene 82 años) y vivió la posguerra. Me contó que había racionamiento de la comida y que dependiendo de la cantidad de miembros de la familia te daban más o menos alimentos, aun así no había suficiente comida y se pasaba hambre. Además, debían ir a la capital a buscarla. Los chicos y chicas comenzaban a trabajar a los 12 años como mozos de tienda, pinches de albañil o de mecánico… Mi abuela en concreto empezó a descabezar pescado en una fábrica para llevar algo de dinero a casa y me aclara que los niños no iban a clase en la temporada de costera.

Era muy habitual, era obligatorio casi, ir a misa tanto por la mañana como por la tarde. Si algún niño no quería ir a misa castigaban incluso físicamente, le pegaban con un palo o una vara. Mi abuela me explica que vivir en el cuartel, como ella, era un privilegio, ya que las condiciones de las demás casas no eran buenas, pues las casas eran viejas y las familias que las habitaban dependían del trabajo del hombre de la casa y de una buena costera.

Las familias (numerosas) no suponían el refugio que es hoy en las clases bajas, el grupo no podía arropar a todos sus miembros, no tenía el mismo valor protector que hoy y cada uno de sus miembros sobrevivía como podía. Jugaban muy pocas veces y siempre escapándose. Entre los juegos con los que se divertían figuran: el escondite, las canicas, la pita… o fabricaban un nuevo juego con lo que encontraban por la calle. Como no había lavadoras, las mujeres iban todos los días a lavar la ropa al río.

Las personas mayores eran muy importantes en el núcleo familiar porque se las consideraba la memoria de la familia. Se las respetaban y recibían el tratamiento de cortesía, se les llamaba de “usted”. Actualmente se les da menos importancia porque la sociedad está más basada en la economía productiva, en el dinero, y a las personas que no producen se las deja de lado, las apartamos y no valoramos lo que nos aportan. La definición en un adjetivo de la infancia de mi abuela, según ella, es triste.

Desde aquí, intento aportar mi granito de arena para ahuyentar ese fantasma del “edadismo” y para que empecemos a valorar más a nuestros mayores: los escuchemos, los ayudemos, les enseñemos a manejar las nuevas tecnologías que les ayuden a ganar autonomía y, sobre todo, consigamos juntos que permanezcan activos y con ganas de vivir por muchos años más.

 

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