El alumno del colegio Purísima Concepción de Santander Manuel Madrazo ha sido galardonado con el premio ‘Gabino Teira’ en la categoría 12-13 años por su relato ‘La libertad de ser feliz’. El certamen literario que convoca el Club Rotario de Torrelavega, en colaboración con la Dirección General de Juventud, ha distinguido también en su XXII edición a Amanda Delgado (14-15 años), por ‘El trabajo de un artista’, y a Sara Conde (16-17 años), por ‘El acto final’. Los premios se entregarán cuando la situación derivada de la crisis del COVID-19 lo permita.

Luis Manuel recibía la noticia en su casa, por teléfono, y la emoción no se podía contener. «Gracias, ¿sí?» fueron las primeras palabras al conocer que su trabajo tenía un reconocimiento extra. Alegría y satisfacción personal que, además, recibirá una tarjeta con valor de 300 € y un e-book.

‘La libertad de ser feliz’ es un relato que desborda madurez y reflexión. El tema elegido no puede ser de mayor actualidad: la libertad. Estudiante del colegio Purísima Concepción desde que era un niño, cursa actualmente 2º ESO y su afición a la lectura comenzó desde muy pequeño, cuando sus padres le contaban a él y a su hermana pequeña cuentos e historias antes de dormir. «Cuando era más jovencito una de mis lecturas favoritas eran las aventuras de Gerónimo Stilton», asegura Luis Manuel.

Luisma, como le llaman sus compañeros, acaba de cumplir los 14 años pero a pesar de su juventud comparte algunas reflexiones interesantes sobre la lectura y la escritura, sus dos pasiones. Para este joven, la lectura es «indispensable en nuestras vidas», porque a través de los libros «no solo vivimos mil y una experiencias de los protagonistas, sino que conocemos otras realidades, ampliamos nuestra visión del mundo y aprendemos vocabulario, manera de expresarnos y visiones distintas para reaccionar ante ellas».

El colegio Purísima Concepción de Santander ha participado por primera vez en este concurso. Lo ha hecho con cerca de 40 estudiantes que escribieron con dedicación e ilusión sobre temas muy diversos. El certamen, que alcanza su XXII edición, ha contado con un centenar de relatos de jóvenes de entre 12 y 20 años. Entre todos los premiados se reparten casi 3.000 euros en premios.

Familia, amistad, acoso escolar y amor, entre los temas favoritos

Según ha explicado el presidente del jurado, Luis Salcines, los relatos, por lo general, están «muy bien escritos, con una preocupación por la corrección literaria y, en algunos casos, se acercan a los monólogos reflexivos más que a la ficción propiamente».

Los ámbitos que abordan son preferentemente el familiar y el de los centros escolares; las relaciones entre padres e hijos y, sobre todo, de abuelos y nietos, llenas de ternura vinculadas a las vacaciones en los pueblos. En las aulas, la amistad entre compañeros y los primeros amores son los motivos principales de sus textos, ocupando un lugar destacado las denuncias de acoso escolar.

La muerte sobrevuela como uno de los elementos más repetidos. Muerte natural, por enfermedad, por accidente, por violencia urbana o como consecuencia de un conflicto bélico.

Muchos de los relatos surgen de una atmósfera onírica. Los sueños provocan historias entre terroríficas y de misterio. Relatos en los que se describen procesos de superación personal o de solidaridad con los desfavorecidos.

«Desde el Club Rotario seguimos fomentando la cultura entre los más jóvenes como uno de nuestros pilares principales», ha manifestado su presidente, Eduardo Pesquera, quien ha querido agradecer su trabajo a los miembros del jurado que en este año «atípico» han conseguido realizar varias reuniones digitales para poder fallar el concurso en la fecha estimada.

Mientras, el vicepresidente y consejero de Cultura, Pablo Zuloaga, ha afirmado que este certamen literario es «una oportunidad más» que se brinda a los jóvenes para expresarse a través de relatos cortos y, además, en la situación actual, «un soplo de aire fresco y renovado que debemos seguir apoyando una vez pase todo esto».

Desde Vicepresidencia y la Dirección General de Juventud, ha señalado, se considera que este tipo de iniciativas «deben ser el motor de la vuelta a la normalidad» de la actividad en Cantabria, ya que el sector cultural tiene «mucho que aportar a la sociedad y, sobre todo, nuestros más jóvenes y llenos de talento».

Por su parte, la concejala de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Torrelavega, Esther Vélez, se ha mostrado «muy satisfecha» por el resultado de esta edición que ha venido a demostrar en «gran talento» que hay entre los jóvenes del municipio. También ha destacado la «gran calidad» de los trabajos presentados.

El certamen cuenta con el apoyo de la Dirección General de Juventud del Gobierno de Cantabria y del Ayuntamiento de Torrelavega, así como de diferentes empresas privadas sin las que sería muy complicado continuar con esta extensa trayectoria.

Luisma en su clase del colegio Purísima Concepción de Santander.

 

LA LIBERTAD DE SER FELIZ

Corría la primavera de 1980. Hacía pocos días que se había estrenado la bella estación en la que brota la vida: florecen los campos y se visten de mil y un colores, el cielo nos ofrece una tregua y nos brinda su hermoso color azulado, el sol nos visita cada mañana y nos invita a pasear por las calles, a gozar de nuestro entorno y a ser más parlanchines con nuestros amigos y vecinos.

En el Instituto sevillano San Agustín, comenzaba una semana intensa. Celebraban como cada año ‘La Semana Cultural’ y este año el lema que daría vida a dicha semana versaba sobre ‘La Libertad’. Un tema muy interesante, que levantaba debates apasionados entre los contertulios, aportaba multitud de puntos de vista diferentes y despertaba la curiosidad de chicos y chicas.

El instituto acogía a los alumnos en formación de Bachiller. Así en nuestro instituto estrenaban semana, y a pesar de ser lunes, todos, y cuando digo todos, englobo a todos sin excepción, se levantaban esta mañana con muchas ganas de iniciar las clases, aunque no siempre ésta es la tónica general, como podéis imaginar. Esta semana es especial y mágica.

Hacía un par de semanas que Marcus había llegado con sus padres y su hermana pequeña Hilda a Sevilla, su nueva ciudad de residencia. Su país de origen es Argentina, el país de los tangos, de la queridísima Evita Perón, líder del pueblo trabajador y de canciones llenas de nostalgia entonadas por aquellos emigrantes de mil y una nacionalidades que, sin recordar en muchos casos los años que viven en tierras argentinas, evocan la nostalgia de familias y de tierras de nacimiento.

El papá de Marcus es un alto ejecutivo en una empresa de telefonía móvil y dado que su empresa está en vías de expansión, le ha trasladado a su nueva ubicación en Sevilla.

Marcus es un chico de 16 años, tremendamente despierto para su edad. Es muy sociable. A pesar de haberle costado dejar a sus amigos de instituto en Argentina y a sus otros familiares, no le cuesta adaptarse a la nueva situación y a un nuevo lugar de residencia.  Por otro lado, no es la primera vez que han dejado su Argentina natal para vivir, por un tiempo, en otras ciudades. De hecho conoce México, Italia y Suiza. Allí dejó amigos y bonitas experiencias que le tocó vivir de más niño.

Así pues, aunque su llegada a Sevilla es todavía muy reciente, empieza a conocer amigos nuevos. En el instituto no ha tenido problemas para adaptarse a sus nuevos profesores y a sus nuevos compañeros. Parece uno más entre ellos. Es un chico tremendamente responsable y muy inteligente. Todos los mayores que le conocen coinciden en afirmar que será aquello que decida ser porque tiene por delante un futuro prometedor.

Hoy lunes también él acude a su instituto con ganas de estrenar ‘La Semana Cultural’. A primera hora de la mañana, tienen clase con la Señorita Contreras, su profesora de Lengua y Literatura. Es una mujer afable, con muchas ganas de hacer las clases amenas e instructivas, clases con vida en las que se impliquen todos sus alumnos. Su trabajo como profesora le apasiona y, pese a que ronda ya los 60 años de edad, parece que dada su vitalidad no hubiera empezado con la enseñanza hace mucho tiempo.

Hoy nuestra querida profesora plantea a los chicos, como inicio de ‘La Semana Cultural’, una charla entretenida cuya propuesta es: ‘Qué queréis ser de mayor’.

El tema, para ser sinceros, prometía: por un lado, prometía mucha participación por parte de todos los integrantes de la clase y, por otro, ofrecía tratar un asunto que a todos podía interesar, pues en un futuro no muy lejano, todos deberemos elegir qué ser en la vida.

Comenzó por pedir la palabra Rita, una chica de 15 años de familia muy humilde. Rita, podemos decir que académicamente hablando, es un alma gemela a la de Marcus, pues es una chica trabajadora, responsable y muy inteligente. Sus notas eran brillantes y todos sus compañeros la querían y la respetaban porque para ellos su opinión contaba y mucho. Rita comenzó por decir que a ella le gustaría formarse como médico de familia porque desde muy chiquitita había sentido esa vocación. Además, sus creencias religiosas la hacían pensar que su destino en la vida estaría lejos de España, en alguna misión probablemente de África, en la que ejercería sus conocimientos médicos entre gente que de verdad los necesitaba y los necesitaba urgentemente. Todos aplaudieron el discurso de Rita tras finalizar su intervención.

A continuación, aunque eran varias las manos levantadas para ser el próximo en participar en la interesante exposición, la señorita Contreras dio el turno de palabra a Adrián. Adrián es un chico repetidor, al que le cuesta bastante sacar adelante sus estudios. Pero como dice el refrán, la voluntad mueve montañas y Adrián este curso, estaba sacando las asignaturas con calificaciones de «bien» y algún «notable». Así que lo está consiguiendo. Es un chico amable, amigo de sus amigos, muy trabajador y cariñoso. Comenzó Adrián por decir, al inicio de su intervención, que como a él le encantan los niños su verdadera vocación es la enseñanza. Quiero ser profesor de Primaria y disfrutar de la alegría, del entusiasmo, de las ganas voraces de aprender de los niños, de sus juegos, de la curiosidad de los más pequeños por ir descubriendo el mundo. Dispongo de paciencia, energía y, sobre todo, de muchas ganas de enseñar lo aprendido.

Su intervención alegró enormemente a la señorita Contreras, a quién, como ya dije anteriormente, le apasiona todo lo relacionado con la enseñanza y no pudo por menos que exclamar de corazón: «¡Enhorabuena Adrián!, es hermoso esa vocación que nace en ti. Me alegro muchísimo, la profesión de educador necesita de gente con verdadera vocación de enseñar y de contagiar ilusión por aprender».

La tercera intervención de la mañana fue a cargo de nuestro nuevo compañero, Marcus, el argentino. Marcus, tan educado como siempre, comenzó por saludar en primer lugar a todos sus compañeros dándoles los buenos días.

«Yo, les diré, que quiero ser feliz». Antes, de que prosiguiera su discurso, fue interrumpido por la señorita Contreras, quién amablemente le dijo que creía que no había entendido la pregunta hoy planteada. Pero antes de que la señorita prosiguiera, Marcus, sin darle tiempo a pronunciar más palabras, le contestó, con su habitual tono de voz pausado: «Sí, sí señorita Contreras. La entendí perfectamente. Iniciaré mi argumentación y usted y el resto de mis compañeros lo entenderán perfectamente. La vida es un eco, es decir, nosotros enviamos lo que deseemos en una dirección y la vida nos devuelve lo enviado. Lo que va, vuelve. Lo que siembras, cosechas». Con estas palabras, dichas sin prisas, pero con firmeza, consiguió mantener la atención de toda la clase, sin excepción ninguna.

Marcus prosiguió en su pensamiento: «cuando en la vida das, la vida te devuelve lo que das. Lo que ves en los demás, existe en ti. La vida se compone de ilusiones que nos hacen estar vivos. Debemos ser libres para elegir qué queremos hacer en la vida sabiendo que lo que sembramos, más tarde cosecharemos. En base a estas ilusiones seremos capaces de triunfar porque seremos libres para actuar y responsables de nuestros actos y de las consecuencias que éstos acarreen. Es la realidad de la vida, la libertad para elegir ser felices y esta felicidad nuestra podremos contagiarla a los demás.

La libertad ejercida para buscar la felicidad dará sentido a nuestra vida. En este camino nos encontraremos con seres que le darán sentido a la vida, con los que podremos compartir experiencias, momentos de amistad, de familia, de confianza, de solidaridad, de charla.

Yo quiero un trabajo que no me haga esclavo de conseguir sólo bienes materiales. No hay que medir la felicidad y el éxito personal según la cantidad de riquezas acumuladas. Hemos de ser libres y buscar la felicidad basándola en la facultad que todos tenemos de decidir lo que mejor nos convenga sin perjudicar a los demás. Esto nos hará libres y nos hará felices y así seremos capaces de hacer felices a los que nos rodean.

Ayer preparando en casa un poquito el tema que nos ocupa esta semana, la libertad, yo leía las palabras de un prestigioso pensador que venía a decir en su reflexión que: “ La dificultad para ser libres procede de nuestro amor a las cadenas y aunque creamos que como seres humanos tenemos derecho a la libertad en sus diferentes facetas: libertad de pensamiento, libertad de expresión, libertad de decisión y libertad para actuar libremente no importa dónde, ni cómo ni en qué tiempo, uno debe luchar por conseguir hacer realidad nuestra libertad personal”.

Che, os diré más, leyendo las palabras de este gran pensador, hoy os puedo decir, que lo peor de todo es que a veces, vivimos la opresión de la propia vida y ésta muchas veces ni siquiera nos permite notar la falta de libertad.

Por tanto, os diré para concluir, que de mayor quiero ser feliz, ante todo feliz, ejercer una profesión elegida libremente, que me permita ganarme la vida para los míos y para mí. Pero que no me haga esclavo. Que me permita ver crecer a mis hijos, sacarlos de paseo, compartir sus juegos, sus logros, sus alegrías, sus enfados y rabietas, educarlos con mi ejemplo más que con mis palabras. Quiero disfrutar de la sabiduría y de la experiencia de mis mayores, poderles atender y cuidar como se merecen. Ser esposo también y poder hacer feliz a la pareja elegida para acompañarme en el camino de la vida. Quiero poder ejercer de hermano, tío, amigo, compañero, …. Sin sentirme esclavizado detrás de logros que sólo me concedan privilegios económicos. Quiero ser aquello que me permita desarrollarme como persona que se sienta feliz con sus seres queridos, con su profesión, con su entorno y con su vida. Che, lo siento si me extendí mucho. ¡Perdón!»

Todos permanecían como en misa, concentrados y en silencio. Al acabar su intervención, Marcus se había dado cuenta de que tan sólo quedaban 5 minutos para finalizar la clase. Mañana sería otro día y tendrían oportunidad el resto de compañeros de exponer sus ideas. Por hoy, el tiempo de charla había finalizado. Estaba feliz porque durante su intervención parecía que nadie hubiese ni pestañeado, eso significaba que su pensamiento sobre la libertad y la felicidad había gustado. El silencio reinaba en el aula y todas las miradas seguían dirigiéndose a él. El tiempo había pasado tan rápido que nadie quería dejar de escucharlo.

Fue la señorita Contreras la que rompió nuevamente el silencio. Ella comprendió perfectamente que Marcus había comprendido la pregunta planteada y había ido mucho más allá de lo que cualquiera hubiera podido imaginar. Su exposición había sido realmente interesante, extensa y brillante además de exponer la esencia de lo que a uno en la vida le puede hacer feliz. Por eso, una sonrisa iluminaba su tez morena y rechoncha. Y tras dar a Marcus las gracias por su elocuente intervención, por su madurez y compromiso responsable estalló en un sonoro aplauso, al que de inmediato se uniría el resto de la clase.

Hoy no hicieron falta los libros para que en el Instituto de San Agustín de Sevilla y, más concretamente, en el aula de segundo curso de Bachillerato, en las palabras de un inteligente alumno se haya dado una lección magistral, una buena lección de vida. Porque como veréis, en esta vida no es más feliz el que más bienes posee o atesora sino aquel que valora lo que tiene y disfruta con los bienes que no se compran ni se venden, sino que se alimentan de experiencias que nos brinda la vida en el ejercicio de nuestra libertad.