‘Van a morir…¿deben morir?’ es una reflexión contundente sobre la pena de muerte en la que el alumno aporta datos y reflexiones mostrando su firme defensa de la rehabilitación de los presos y oposición al «castigo más cruel».
40 años de torturas, de homicidios a sangre fría a manos del Estado, constituyen la posición más extrema de los Derechos Humanos, la violación al derecho de la vida, el castigo más cruel, inhumano y denigrante.
Así como el asesinato de un ser humano inocente, un asesinato sin sentido, sin lógica, de lo que desgraciadamente hay mucho en este momento, no puede ser justificado, tampoco lo puede ser el sufrimiento tanto físico como psíquico de esas personas que saben que van a morir a manos del Estado. Una ejecución constituye la forma más extrema de agresión física y mental que cualquier ser humano pueda padecer.
No intento justificar, ni mucho menos, a esos asesinos sin sentido, ni intento restar importancia a sus deplorables actos. Sin embargo la pena capital no es la solución a estos sucesos (Ojo por ojo… y nos quedaremos todos ciegos, que dijo Gandhi).
A todo esto, cabe añadir, que en la mayoría de los casos, la pena de muerte es discriminatoria y a menudo se utiliza contra los económicamente desfavorecidos, las minorías, tanto raciales, como étnicas o religiosas.
Una alternativa a la pena de muerte es la condena perpetua, ya que mientras un preso siga vivo, tiene esperanzas de poder rehabilitarse o de ser liberado en caso de que el juicio por el que fue procesado fuese irregular (hecho que se repite cada vez más). Por el contrario, la ejecución elimina la posibilidad de compensar al preso por los errores que se hayan cometido o da por abolido el hecho de que el preso pueda rehabilitarse.
Existen dos rasgos que hacen esta violación de los Derechos Humanos deplorable, inhumana. La primera es la forma en que estos condenados, van a ser asesinados. Saben el lugar, la hora y el método por el que van a ser ejecutados. Otro rasgo que hay que mencionar, es que la mayoría de las victimas son condenadas a muerte tras unos juicios más que irregulares. Miles de personas han sido ejecutadas a manos de un gobierno, del Estado para después ser declarados inocentes (justo a tiempo ¿no?).
Por tanto, no podemos permitir que a comienzos del siglo XXI se sigan cometiendo torturas, ejecuciones, propias de antaño, NO A LA PENA DE MUERTE.
Para que os hagáis una idea, en la década de los 90, son precisamente 90 los países que siguen aplicando la pena de muerte. El 80% de las ejecuciones tuvieron lugar en tan sólo cuatro países: China (1067 ejecuciones conocidas), La República Democrática del Congo (más de cien ejecuciones conocidas), Estados Unidos (68) e Irán (66 ejecuciones conocidas).
Estas ejecuciones se han llevado a cabo mediante métodos tan «adecuados» como la cámara de gas, la silla eléctrica o incluso mediante disparos en la nuca.