Toño no comienza la Navidad con buen pie. Está feliz porque no hay colegio, pero no le gustan las reuniones familiares y en la cena de Nochebuena comete una travesura. Tras permanecer tres días encerrado en el garaje como castigo, Toño reaparece con planes de venganza coincidiendo con el Día de los Inocentes.

Las navidades para mí son una temporada sin cole que los niños ansiamos su llegada porque nos traen regalos. Y los mayores comen y luego quieren adelgazar. Y se cantan canciones a grito pelado ….

El día 24 de diciembre estaba yo sentado en la cama jugando a la consola a eso de las 8 de la tarde, cuando esa molesta e impertinente voz (mi madre) gritó:

¡Antonio, baja ahora mismo!

Y claro, tuve que parar la partida y bajar. Cuando llegue al salón me lo encontré lleno de familiares con corbata y mujeres con peinados extraños, y a mi madre con el vestido de los domingos y diciendo con cara de sorpresa y estupefacción:

Mira aquí están… ¡pero niño, sube a cambiarte esa ropa, marrano! ¿no ves que hoy es Nochebuena?

Y todo el salón soltó una estruendosa carcajada a la vez que mi madre señalaba mi habitación con el dedo índice. Pero yo no le vi la gracia hasta que me fijé, ya en mi habitación, en el chándal lleno de lamparones y pegotes de cola-cao. En fin, que baja con el dichoso traje de los domingos con su ridícula pajarita incluida, y me dirigí a la cocina dispuesto a recibir una especie de manteo, (es un juego en el que una serie de personas golpean a otra en corrillo), sólo que en este manteo recibía carantoñas, besos, achuchones, tirones de orejas… y todo ese tipo de cosas desagradables que nos hacen a los niños.

Y aquí viene lo gordo. Y es que hice migas rápidamente con el tío Gerardo, que me reía todas las gracias y paridas que le contaba. En uno de esos intentos de arrancarle una carcajada y sentirme aún más protagonista (cosa que no puedo evitar) cogí un trozo de pavo que tenia pellejo suelto y me dedique a darle vueltas mientras que cantaba la canción del barquito, y en un fallo técnico el trozo de pellejo salió disparado y fue a caer en el escote de la tía Rosa (la gorda de la familia), y mi padre, que estaba muy nervioso, fue lamentablemente a buscarlo.

En fin, que no terminé de cenar porque me pasé el resto de la noche en el garaje comiendo las galletas de Woosh (mi perro), hasta que me vino a buscar mi madre, con su correspondiente charla.

Me castigaron tres días encerrado en el garaje, como un presidiario, y me soltaron el día 28, grave error, pues es el día de los Santos Inocentes, es decir, cuando se produce una masiva y descontrolada serie de inocentadas provocadas por todo ser no amargado o animal.

En esos tres días lo había preparado todo, pues era consciente de la fecha de uno de mis días favoritos del año. En el garaje había todo tipo de herramientas y construí un tirachinas especial para huevos, había preparado cuatro bombas de agua fuerte y una especie de brebaje mal oliente (no apto para enfermos del estómago) a base de bombas fétidas y huevos fermentados metidos en un frasco. (Está claro que lo de pegar muñequitos en la espalda es para aficionados).

Armado hasta los dientes salí de casa con una mochila, y acudí al parque, donde me esperaban mis amigos: el tracas, el cabezón y el mocoso que traían bolsas de globos de agua (cutres).

Ese día lo use todo: eché el extraño líquido en la pastelería del barrio, tiré con huevos a todo aquello que se movía y reventé las bombas de aguafuerte en el supermercado.

Cuando llegué a casa satisfecho de mis heroicas acciones, mi madre me tenia preparado un largo mitin y una escoba. Estaba claro que los vecinos se habían chivado, era una conspiración contra mí…..

 

Continuará…….

Trabajo original