Sólo son suposiciones. Supongo que una noche más la Luna volverá a salir, que las estrellas mitigarán la noctámbula oscuridad y que los astros seguirán orbitando. Supongo que hará frío o quizá no, que el reloj del pasillo doce campanadas dicte, que éstas en tu corazón un vuelco provoquen, o quizá doce y no supongo, aseguro que dormirás más bien poco.

Supongo que la sombra de la noche poco a poco ira medrando, que el astro rey a una nueva aurora nos convocará y que la suavidad de su luz, el velo de tan singular crepúsculo descubrirá. Supongo que singularmente anual, que singularmente centenario y quizá singularmente milenario (con licencia del 2001, usted disculpe).

Suposiciones aparte, la realidad y la objetividad tienden a mostrarnos que la transición entre milenios, que la noche de fin de año, será como una noche mas, como un fin de año mas, nada de cataclismos físicos, nada de hecatombes ni nada por el estilo, al menos desde un punto de vista físico o científico.

Pero esto no cambia lo ya acontecido, y es que llevamos meses en los que día tras día, noticia tras noticia y advertencia tras advertencia se nos bombardea con el cataclísmico cambio de milenio. Los medios de comunicación nos advierten con mas frecuencia del tiempo exacto que aun nos queda por vivir hasta la llegada del 2000, que de la hora en la que vivimos. Se nos traslada un nerviosismo extremo acerca de las consecuencias de este fin de año, recientemente incluso la ONU recomendó que hiciéramos acopio de víveres y demás enseres de primera necesidad, por si las moscas o mejor dicho por sí el 2000. ¿Pero qué hay de realidad y qué de ficción en toda esta parafernalia?

La problemática tecnológica que se teme, pudiera desencadenar el cambio de milenio, tiene una sencilla explicación informática. Desde tiempos inmemoriales los programadores, dada la necesidad de economizar en gestión de memoria redujeron la representación del año a dos dígitos, dándose por sentado el 19??. Así pues la representación del 2000, se realizaría añadiendo 00, con lo cual los sistemas creerían hallarse o haber retrocedido al 1900. ¿Consecuencias? Tremendamente amplias y dispares, desde la cancelación de todas las tarjetas de crédito por caducidad, el descontrol de los sistemas bancarios, desajuste en los sistemas de control del trafico, tanto aéreo como terrestre, hasta otras tan simples como que multitud de electrodomésticos y sencillos aparatos electrónicos programables dejarán de funcionar. Probablemente si no se hubiesen tomado medidas, se produciría una reacción en cadena que nos conduciría al más oscuro de los caos.

Y bien, ¿se han tomado medidas?. A esta pregunta al igual que a la anterior no se le puede dar una respuesta exacta que nos satisfaga y tranquilice a todos. Sin embargo los propios intereses creados tienden a ofrecer una respuesta afirmativa. Por ejemplo, y muy a nuestro pesar, ningún banco se ha mostrado hasta la fecha dispuesto a que se anulen inmediatamente todos los prestamos por que su sistema informático crea que estamos en el 1900, bien se han encargado de decirle que no, que no, que estamos en el 2000 y pueden seguir cobrando intereses.
Visto queda pues que un gran porcentaje de los problemas que podrían aparecer se solventan por el interés de las partes implicadas y, aunque actualizar los sistemas probablemente haya supuesto un fuerte esfuerzo humano y económico, las perdidas que se podrían ocasionar serían infinitamente mayores (bendito capitalismo).

El campo que parece más propenso a causarnos quebraderos de cabeza es el de los pequeños aparatos domésticos, lo cual hace que nos llevemos el problema a casa. Los mas afectados serán aquellos que ya tienen unos ciertos años de antigüedad, los que adquirimos antes de la concienciación milenaria. En estos casos lo más efectivo será cruzar los dedos y pedir al señor 2000 que el castigo no sea demasiado severo y, si no nos escucha, pues nada, a comprar otra tostadora, que a la mía buena falta le hace.

Por la información que se nos está haciendo llegar últimamente, parece que con el cambio milenario no existirán grandes desbarajustes, ni grandes cataclismos, que nos suman de nuevo en la edad de piedra. Pero como nada es perfecto, podemos esperar que alguna cosilla sí que suceda, probablemente nada de trascendente importancia, pequeños detalles por decirlo de modo conciliador, así que algo de paciencia sí que habrá de tener. Ya se sabe, cosas del milenio. Lo que no acabo de entender es por qué hasta hace unos meses todas las noticias que se daban eran tremendamente pesimistas, tenebrosas y desastrosas y por el contrario, de un tiempo a esta parte todo es un bálsamo de aceite, nos tratan de transmitir la tranquilidad necesaria para recuperarnos del susto anterior. En fin, supongo que serán consecuencias de la sociedad de la información, aunque esto más bien me suena a desinformación.

Siglo XX, así son las cosas y así se las hemos contado. Les esperamos el próximo milenio en una nueva edición, mientras tanto pueden seguir informados en www.interaulas.org

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