Todo estaba preparado. Ya había gente en las calles. Niños correteando emocionados; sabios que llevaban años esperando la ocasión y pretendían que la luz del sol, que no les inspira el resto del año, lo hiciera en ese momento y consigan alcanzar a entender el fenómeno; románticos empedernidos que buscarían causas mágicas;, soñadores; sentimentales; simples curiosos que sólo querían poder comentarlo después. El rumor nervioso que se oía era cada vez mayor y en cuestión de instantes acabarían saliendo todos.

Él también estaba nervioso, pero por otro motivo. Frente al espejo, humedeciéndose la cara, trataba de recuperar la frialdad. Todo dependía de él. Treinta hombres esperaban su señal. Aquella tarde la campana sonaría antes pero nadie se daría cuenta. Lo habían estado preparando desde que el viejo brujo, que siempre lo sabía todo sólo con mirar al cielo, anunció que aquel día volvería a ocurrir.
En el momento en el que todo el pueblo en la calle observara maravillado el cielo, él tocaría la campana. Cuando los treinta hombres oyeran la señal entrarían en las casas y robarían todos los objetos de valor. Luego repartirían lo saqueado. A él, que lo había planeado todo, le tocaría una parte mayor. Lo suficiente para poder marcharse sin problemas.
Recordó el cosquilleo en el estómago que sintió cuando el viejo hizo su anuncio. Automáticamente, como si sólo sirviera para maquinar el mal, encontró la oportunidad perfecta. Demasiado tentadora. Demasiado fácil. No fallaría nada, era sencillo, sin fisuras. Cuando la gente regresara, fascinada, a sus casas y se llevaran la desagradable sorpresa él ya estaría lejos, muy lejos de allí. Y lo tendría todo.
Salió a la calle, era un día cálido. La gente hablaba sin parar, sonreía. El viejo, sentado en una silla a la puerta de su casa, callaba religiosamente ante las preguntas de los estudiosos que habían venido de pueblos muy lejanos, para conversar con él, para encontrar respuestas. Algunos decían que callaba porque no conocía el motivo del acontecimiento, otros que callaba porque era cruel, otros que era simplemente un loco. Pero el viejo, a veces, miraba al cielo y sonreía. Él fue hacia donde se encontraba la campana. La campana que activaría el plan y le cubriría de riquezas. Fue entonces cuando el rumor se apagó por completo. Y por un momento no se oyó nada. Miró al cielo, en busca del momento adecuado. Algo extraño ocurría con el sol. Una parte de él desaparecía, tan lentamente que parecía que el tiempo se hubiera parado, y adquiría la forma que tiene algunas noches la luna.

Se encontró preguntándose, como los demás, qué estaba ocurriendo allí arriba. Luego pensó en el largo tiempo que había estado esperando aquel momento. Allí, con los pies pegados al suelo. Y no pudo dejar de mirarlo. Desaparecía lentamente, como absorbido por el cielo. Y el día se apagaba. Lo esperaban treinta hombres y las riquezas desamparadas de más de sesenta casas. Y el sol se desvanecía cada vez un poco más. La gente, con ojos soñadores, miraba hacia arriba con la boca abierta, y se dio cuenta que él también la tenía abierta como ellos. Se preguntó qué había arriba, si era solo la broma de algún dios, por qué se escondía el sol y a dónde iba, por qué se sentía como si el mundo fuera entonces más insólito y más infinito, como si él mismo lo fuera. La calle estaba ya casi a oscuras y el tiempo pasaba. Y el sol y la luna, si es que era la luna, jugaban. Treinta hombres acechando en las sombras de treinta casas, esperaban una señal. Pero la campana no sonó.

ECLIPSES
Departamento de Física del IES Santa Cruz de Castañeda.

El día 3 de octubre se 2005 asistimos a un hecho muy interesante: un eclipse de Sol, que en algunas zonas de España fue anular. Hasta el 2026 no podremos ver en España uno total.
Para que se produzca un eclipse, el tamaño aparente de la luna debe ser igual al del sol, encontrarse en luna nueva y alinearse entre la tierra y el sol al cruzarse las órbitas que tienen distinta inclinación. Como la órbita de la luna es elíptica y no circular, si la luna está más cerca de la tierra en el momento del eclipse, éste se verá anular, mientras que si se encuentra algo más lejos, el eclipse será total.
Los físicos pueden predecir con mucha precisión el día y el lugar desde donde se podrán ver los eclipses. Ya en la antigüedad, Tales de Mileto predijo un eclipse total y gracias al eclipse total de 1919 se pudo probar experimentalmente la teoría de la relatividad de Einstein al ver la variación en la posición aparente de las estrellas cuando se interponen en el camino de su luz una gran masa como es el sol que es capaz de curvar la trayectoria de la luz.

Trabajo original