‘La Despedida’ ganó el primer premio en la IV Edición del Concurso de Relatos ‘El Pozón de la Dolores’ en la modalidad de Bachillerato.
Bueno… quizás en el fondo no esté tan mal la idea de mi padre, viajar a otro país donde mi piel morena resplandezca bajo la Luna, esa idea me gusta, pero tener que dejar el desierto, mi modo de vida, mis costumbres, mis amigos, todo… en el fondo no sé si prefiero que mi piel siga resplandeciendo en el desierto. Pero mi padre es mayor, él sabrá, él si que ha viajado, fue militar según me contó mi madre.
Mi madre… eso es lo que me preocupa, su mirada es distinta desde que mi padre la dijo que íbamos a abandonar esta tierra para buscar una vida mejor, no irradia ilusión, esperanza, sino todo lo contrario, por primera vez vi miedo, indecisión, mi madre no es así, siempre la veo ordenando, decidiendo.
La vida en un campo de refugiados no es fácil y menos si no hay un poco de organización, pero allí está ella siempre, con las otras madres, vigilando para que todo esté como debe estar.
A las seis de la mañana, se levanta a preparar el té, es todo un arte, cuando yo sea mayor también me levantaré a las seis y lo prepararé con el mismo esmero con el que mi madre lo hace ahora.
Después llega la hora de las clases, porque aunque estemos en pleno desierto en un campo de refugiados nuestras madres dicen que tenemos que prepararnos para el futuro, para cuando por fin regresemos a nuestra tierra, a nuestro hogar.
Yo siempre creí que este era mi hogar, esta casita de adobe instalada como el resto de las casitas y de las tiendas de campaña alrededor de la escuela.
Pero no, mi madre me contó que este no es, que nuestro verdadero hogar es precioso, que en ningún otro lugar del mundo el Sol es tan radiante ni la Luna tan hermosa… No sé… si ella lo dice será verdad… aunque me cuesta creer que la Luna se vea tan bella fuera del desierto.
Yo me pregunto por qué no estamos en nuestro territorio y nos hallamos aquí en tierra de nadie, pero mi madre también me contó que hay unos hombres que no quieren ponerse de acuerdo a este respecto, (políticos creo que se llaman), que otros hombres nos echaron de allí y por eso mi padre pasa muchos días fuera de casa, porque está luchando para que todo sea como antes. No se contra quien luchará… contra los políticos no creo, me parece a mi que esos no saben empuñar un arma, ni andar por la arena de los desiertos, pero como tiene dinero pagarán a otros para que lo hagan por ellos, seguro que esos políticos no tendrán que medir el agua cuando tienen sed y tendrán toda la comida del mundo y si no les apetece una cosa comerán otra y ropa bonita y nueva, yo no, yo no tengo todas esas cosas, pero tampoco me importa tenerlas, bueno, comida y agua si… el día se hace muy largo cuando el hambre te pide comida y no hay.
Pero digo yo, ¿la tierra no es de todos?, por eso mi padre quiere irse a un país que se llama España, dice que es fácil entrar, ya lo tiene todo resuelto. Esta noche será la última noche que dormiremos aquí, mañana emprendemos el viaje rumbo a una vida mejor ¡espero!
No puedo dormir, deseo llevarme en mi recuerdo cada sonido, cada murmullo de aquí, por si acaso no vuelvo nunca, porque esta siempre será mi tierra, yo les contaré a mis hijos cómo era, para que ellos también se sientan de aquí y la amen tanto como yo.
El viaje será difícil, tendremos que ser rápidos y sigilosos, no nos puede ver nadie, sólo quien nos va a llevar hasta allí y otra gente que va como nosotros.
Lo que más me asusta es el agua. Tenemos que subirnos en una barca para pasar al otro lado… es un viaje corto por el mar según dicen… ¡pero es que me da tanto miedo el agua!
Me dormiré, mañana será un día muy duro, bueno, mañana y pasado y el otro, y el otro…
¿Sabes? Creo que mi padre tenía razón, esta vida es mucho mejor, al principio cuando la barca se hundió, sentí que los pulmones me estallaban, que había bebido todo el agua del mar, pero fueron unos instantes… ahora veo que mi padre sabía lo que decía, aquí se está mejor, no se siente hambre, ni sed, ni sueño, ni dolor, no se siente nada… nada.