‘El Cascabel Egipcio’ ganó el primer premio del certamen literario del IES Las Llamas en la modalidad de narrativa y alumnado de 1º a 3º de ESO.
Pronto empezó a darse cuenta de que el mágico poder del cascabel consistía en hacer desaparecer todo recuerdo triste; si no era así no podía explicarse cómo su madre no recordaba nada que fuese malo, sí, tenía que ser por eso.
Todo empezó el día de «Presparlus»: es un día en el que los magos, hechiceros, hadas, brujas etc… Se reúnen y se intercambian regalos «especiales» (con poderes).
Una familia pobre y bondadosa se dirigía hacia la celebración; el padre era alto y fornido, tenía los ojos verdes y su pelo era de dos colores: blanco y negro; la madre bajita y un tanto regordeta, era pelirroja y tenía los ojos azules. Tenían una hija llamada Artemisa, decían que era una hechicera muy poderosa, ya que tenía un ojo verde y otro azul, señal muy importante para los de su clase según el libro «Requisitos del buen hechicero» de Rubeus Turner.
En la fiesta, estaba toda la gente mágica de Irlanda, miles y miles de magos con miles y miles de regalos. Disfrutaron de un gran banquete y después empezaron con los regalos, pero no era la persona quien lo elegía, sino el presente el que elegía a la persona, ¿en qué se basaba para elegirla? nadie los sabía.
Había gente que decía que elegía a la persona por las cosas que necesitaba, pero Artemisa no lo creían así porque ¿de qué le iba a servir a ella un gorro que alisaba el pelo? si ella ya lo tenía muy liso. Pero en fin, la ceremonia fue como todos los años, a Artemisa le regalaron un estuche en el que si metías algo nunca más lo volvías a encontrar. Lo curioso fue cuando no quedaba ningún regalo en la gran sala y su madre no tenía ninguno.
–No importa– dijo su madre –llevo muchos años recibiendo regalos por un año no importa.
–Toma -le dijo una vidente gitanaza, a pesar de todo, mostrándole un medallón egipcio que tenía a Anubis dibujado en un trozo de piedra del que colgaba un cascabel- te hará más falta que a mí.
–¿Qué poder posee?– preguntó su madre- ¿cómo sabe que me hará falta?
–El poder… -dijo la vidente un poco nerviosa- lo… tendrás… que averiguar tú. Y sé que te hará falta porque soy vidente ¿no?.
–Pero, de verdad que no es necesario– volvió a decir su madre al no fiarse demasiado de las intenciones de la mujer.
– No se preocupe, de verdad que le hará mucho bien.
– Bueno, está bien– dijo su madre aunque todavía dudando.
Al día siguiente, la madre de Artemisa parecía más feliz, parecía que iba a explotar y a llenar toda la habitación de felicidad, hasta había puesto la radio en cadena magistral, una emisora que había insultado a su familia por ser pobre, pero parecía que a su madre ya no le importaba lo que hubiesen hecho y eso que… su madre era muy rencorosa. Artemisa se quedó extrañadísima y fue corriendo a casa de su mejor amiga, Katie, que vivía a dos manzanas de su casa. Llegó a casa de su amiga y llamó a la puerta.
–¡Hola, Artemisa! -era la madre de su amiga – Katie está en su habitación. Ya sabía que vendrías, está mejorando mucho en sus premoniciones ¿ sabes? .
Artemisa se dirigió a la habitación de su amiga, una vez allí le contó lo que había sucedido aquella misma mañana, su amiga se quedó un poco extrañada pero dijo que seguramente su madre ya se había olvidado del incidente.
Artemisa se extrañó todavía más, cuando al regresar a casa…
– Vamos a ver a la abuela– dijo su madre- Hace mucho que no la vamos a visitar, seguro que le hace ilusión.
– Pero, mamá, eso es imposible.
– ¿Por qué? ¡Ay, qué cosas que tienes, hija mía!, aunque viva en Grecia la podemos ir a ver perfectamente.
– Mamá, no; no podemos porque la abuela murió cuando yo tenía dos años.
– ¿Que no? Hija, ¿estás bien?
– Sí, me voy a ver a Katie.
Artemisa no daba crédito a lo que su madre decía, ¡se había vuelto loca!. Llegó a casa de Katie y le contó todo. Katie ya no tenía excusas para su amiga.
–¡Se ha vuelto loca! -dijo Artemisa.
–Mujer, no creo… – aunque ella en el fondo también lo pensaba- Pues no sé… espera; yo he leído algo en alguna parte, me parece que fue en un libro de poderes gitanos. Sí, estoy segura. Voy a preguntar a mi madre si sabe dónde está.
Artemisa esperó impaciente en la habitación de su amiga. Después de un rato Katie volvió con un gran libro de tapas duras en el que ponía «Historia del poder de los gitanos a través del tiempo»
–¿Tu madre ha estado con algún gitano últimamente?- dijo de pronto su amiga.
–No. -pero de pronto recordó a la vidente gitana- ¡Ah, sí! Pero, ¿qué tiene que ver eso con todo lo que le ocurre?
–Pues que los gitanos tienen todo tipo de artilugios mágicos, desde un paraguas hasta… no sé… un anillo, un…
–¡Claro, el colgante del cascabel! ¿Cómo no me habré dado cuenta antes? Adiós, me tengo que ir.
Artemisa salió como un rayo hacía su casa y cuando llegó vio a su madre en la cocina.
–¡Quítate el colgante! ¡Rápido, dámelo! -pero de pronto sonó un pitido en su pulsera, era Katie, la estaba llamando.
–¡Rápido! -le dijo su amiga- quítale el colgante o se olvidará de todo recuerdo negativo y, lo que es peor, se convertirá moralmente en una persona muy distinta.
Después de una larga lucha con su madre consiguió arrebatarle el colgante.
Su madre estuvo unos días en cama un tanto confusa. Cuando se levanto aprendió una gran lección: Los malos recuerdos te hacen madurar y te hacen más fuerte así que no hay por qué olvidarlos, sino que forman parte de tu vida y tu personalidad es como es por lo buenos recuerdos y los malos.
Artemisa ahora ya sabía para qué le servía su estuche. Metió en él el colgante del cascabel y nunca más lo volvió a ver.