Aprendamos todo sobre el asma. La estación de la flores trae color, buen tiempo… y polen, una partícula capaz de hacer la vida imposible a muchas personas.

La primavera, sinónimo de juventud, hermosura y vigor es una época del año que empieza en el mismo instante en el que el camino anual del Sol intercepta al ecuador celeste. Abarca 92 días y 20 horas de cada año y, en su principio, en el equinoccio vernal, los días y las noches duran lo mismo. A medida que avanza, el aparato reproductor masculino de algunas flores se pone en marcha y lanza a la atmósfera unas pequeñas partículas, el polen, que tratarán de llegar a la parte femenina de las plantas para fecundarlas. Este acto de amor vegetal sería perfecto si no fuese porque puede afectar a la salud del ser humano. ¿Cómo?

El polen es uno de esos elementos naturales que, como las esporas, los pelos de animales domésticos o los ácaros del polvo, pueden desencadenar una alergia o provocar una crisis asmática. Pero, a diferencia de esos otros, el polen no puede evitarse fácilmente cuando llega la primavera, pues la carga de esta sustancia en el ambiente requeriría poco menos que permanecer encerrados para no entrar en contacto con ella.

Dentro del grupo de las alergias llamadas de reacción inmediata, es decir, aquellas en que los síntomas se presentan en toda su intensidad pocos segundos después de contactar con el alergeno, se encuentra el asma bronquial, que ocupa el segundo lugar en la lista de las afecciones alérgicas. Aunque éstas no tienen por qué venir producidas siempre por un estímulo alérgico, en el 80% de los casos el asma tiene una causa alérgica. Respecto al 20% restante sabemos poco sobre las causas, ya que no se han podido determinar los agentes que desencadenan la reacción asmática, y también podrían ser perfectamente factores alérgicos.

El asma es, hoy en día, un problema de salud pública mundial que afecta a 150 millones de personas en todo el planeta. En España lo padece un 5% de los adultos y alrededor de un 15% de los niños, de los que la mitad son menores de 10 años.

Se trata de una enfermedad crónica muy extendida que podría definirse como el trastorno inflamatorio de las vías aéreas respiratorias, es decir, aquellas que suministran oxígeno al organismo y eliminan el di óxido de carbono. A esta inflamación se asocia una hiperreactividad frente a diversos estímulos que causa la obstrucción bronquial típica del asmático. Una fastidiosa sensación de ahogo que, normalmente, viene acompañada de ataques de tos, rigidez en el pecho, una molesta opresión torácica y respiración sibilante.

La causa de esta dolencia respiratoria puede reconocerse en multitud de agentes capaces de sensibilizar a las personas, provocar ataques o agravar una enfermedad ya poseída. La lista es larga: la exposición activa o pasiva al humo del tabaco, los humos industriales y de cocina, la gasolina, la pintura, los ácaros del polvo doméstico, las heces, caspas y pelos de animales como gatos, perros o hámster, pólenes, esporas u hongos, algunos medicamentos comunes como la aspirina y sus derivados, la contaminación atmosférica; ciertos alimentos (leche, huevos, nueces, chocolate o fresas) y factores psicológicos como el estrés y los nervios.

Además, los estudios epidemiológicos realizados en los últimos años demuestran que el lugar de trabajo es un peculiar caldo de cultivo donde más de 300 agentes conocidos propician la aparición de un tipo de asma conocido como ocupacional o profesional, que padece aproximadamente el 5% de los afectados. Es el caso, por ejemplo, de los panaderos (por la harina), los veterinarios, los empleados de laboratorio, los de la industria del mueble, los del plástico y el personal sanitario que utiliza el látex.

Por consiguiente para aquellos muchos que sufren este trastorno mi apoyo ya que para unos nos llega el verdor y las flores advirtiendo el verano, mientras que para otros muchos significara el aumento sistemático del consumo de pañuelos de papel y de inhaladores y fármacos.

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