Los alumnos de 3º de ESO del taller de prensa del colegio inglés San Patricio en San Sebastián nos envían algunas de sus opiniones sobre una visita que realizaron al museo Guggenheim de Bilbao. Estas opiniones pertenecen a un reportaje sobre la visita a este museo, que publican en el número 2 de «Xampa», la revista que realizan.
Guggenheim mío:
Ya te he visto, he ido, iluso, con la pretensión de entenderte, pero tu no has nacido para eso, has nacido para ser sentido.
(Carta al director en ‘El Diario Vasco’)
Me he acercado a ti, con los pelos de punta, sintiendo un cosquilleo que recorría mi cuerpo, de pies a cabeza. Me he situado, bajo tus curvas de titanio alzadas hacia el cielo y sentía, que ibas a caer sobre mí. No he podido evitar verte derrumbado encima mío. Eres algo demasiado grande para poder apreciarte desde tus pies, hay que ponerse a tu altura.
El movimiento del agua, de tu lago artificial, reflejado sobre tus paredes de titanio, al igual que hacia el sol, me han hecho apreciar una sombra, en la que veía fuego. Te he imaginado entonces, visto desde un avión, en el seno de esa ciudad que te alberga: veía contaminación, veía una nube negra, pero no sobre ti.
La contaminación y la nube negra te respetaban, y dejaban un hueco, para que tus olas de titanio, se elevaran en busca de una gloria merecida.
Me ha llegado entonces, la hora de descubrir tu alma. He entrado, bajo tu pared de cristal. Había buscado, y rebuscado alguna imperfección en ti, entre titanio y rocas color crema, pero tu defecto esta allí, en tu interior.
Aparentemente tan bonito como tu exterior… tu interior es incomprensible: Tus cuadros me chillaban entre susurros que los entendiese, pero no podía. Tus esculturas, me recordaban cosas que no existen. Me han subido a un balcón, desde el que se veían tres paredes pintadas de muchísimos colores. Aquello, me ha explicado un compañero, que quería hacerme ver, que los colores, y su distribución, pueden crear un relieve inexistente, yo, sin embargo, veía un lugar perfecto para jugar un partido de pelota mano, era un frontón. He seguido mi camino, y he encontrado otra sala, de la que ya había oído hablar, me habían dicho que era como un garaje, pero no me esperaba una representación tan real. Era un garaje, habitado por una serpiente roñosa para mí, un laberinto experto en hacerme sentir claustrofobia, y una navaja multi-usos, con remos móviles. Un
garaje, sin duda muy original.
Pero a pesar de todo, me has enseñado una cosa muy importante, que ya me habían dicho anteriormente: «Las cosas, muchas veces Gorka, no son lo que parecen».
Querido Guggenheim, aquí te dejo recogido en la polución bilbaína, pensando en que eres un garaje demasiado lujoso, para coches que poca gente entiende.
Gorka Esnal.