Las palabras que ayer susurrabas,
hoy se las lleva el viento helado y frío
que con la almohada frágil provocamos.
Y las dulces caricias de sus golpes
procuran irritar las pieles tersas
que recubren sin cesar nuestras almas.
La cama es una desgracia acechante,
sus muelles pintan huellas en mi cuerpo,
y la colcha hace esto más llevadero,
con fuerza me apodero de sus plumas,
porque la vida se desprende de mí.
Casi sin fuerza me obliga a levantar,
para mostrarme una cara aplastada
como si de un retrato se tratase.
Con lágrimas de cristal esculpidas,
insiste en que bese un cortante espejo.
Me encuentro sobre un suelo ensangrentado,
el cual, reza para que al fin me vaya,
que lo limpie y no deje ningún rastro.
No tengo agallas para abandonarle
«algún día sé que me tratarás bien»,
es lo que mi cabeza me repite,
aunque me arrincona en la misma pared.
Sus manos llevan escrito mi nombre,
mi pelo sólo pretende escaparse,
mis uñas luchan por arañar algo,
y sólo rasgan mi pecho y mi nombre.
Mi paciencia ya ha colmado este vaso,
la venganza ha desbordado mi mente,
la sangre que ahora se vierte no es mía,
así sabrás que te querré por siempre.

Trabajo original