Aquella tarde silenciosa
a las orillas de la mar
encontrábame yo en mis pesares
mirando su cuerpo sin hablar.
Su tierna sonrisa y sus brillantes ojos
me hacían suspirar
más la cálida brisa mecía su melena
mientras soñaba su cantar.
Cantar dulce,
aunque penando ella está
pues mientras canto
sus ojos lloran sin cesar.
Quizá su alma entre triste y solitario
porque su amor se va
mientras aquí, yo, en un rincón de la nada
la observo sin pronunciar.

Trabajo original