Es nuestra sociedad una compleja maraña de leyes tomadas a partir de necesidades básicas de los hombres. Decía Aristóteles que el hombre es un ser sociable por naturaleza, aunque a lo largo de la historia varios autores han planteado teorías totalmente contrarias, dando por resultado que la sociedad (el Estado) está formado para mejorar las condiciones de vida, a partir de un estado de naturaleza salvaje. Pero no escribo esto para dar una clase de historia, escribo sólo para dejar clara la necesidad de saber respetar estas leyes. La ley es dura, pero es ley. 

Hay que aprender. Incluso antes de aprender existe un paso previo. Decía un antiguo profesor mío del colegio que antes de todo aprendizaje (matemáticas, lengua, inglés,…) lo que hay que saber es «saber estar».
A lo largo de mis años académicos no he oído jamás un argumento en contra de esta base. Al contrario, siempre he visto y comprobado que lo que me dijo aquella persona era absolutamente verdadero.
Se entiende por «saber estar» el guardar una serie de normas básicas de conducta que tenemos por buenas. También se las conoce con el nombre de «educación».
A la hora de hablar hay que hacerlo siempre con respeto (aunque se trate de alguien que podamos considerar inferior a nosotros). Hay que saber decir las cosas sin herir los sentimientos de los demás y conocer hasta qué punto puede uno seguir hablando.
A estos dos consejos también se les conoce con el nombre de «tacto» y prudencia.
Ahora sí que ya entraría en vigor el aprendizaje que hemos adquirido por pequeño que éste sea, y añadirlo a estas normas básicas que he recordado a los que las habían olvidado, y también he intentado enseñar a aquellos que jamás habían oído hablar de ellas.
Así pues, con esto doy por concluido este farragoso artículo no sin recordaros que los hombres nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad de razonar. No perdáis la calma por grave que sea la afrenta que os han hecho.
Dialogando se hizo la transición, aquí en España. Creo que el ejemplo ha de cundir…

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