Artículos prohibidos, opiniones frenadas, verdades ocultadas… la censura, una realidad para mucha gente que vivió antes que nosotros… una carga que podría costar la vida…
La censura ha sido, hablo en pasado puesto que en nuestro país supuestamente no existe, el arma moral del gobierno, generalmente conservador, para manejar lo que la gente debía ver, escuchar, leer, en consecuencia, para manejar lo que la gente debía pensar, decir y opinar.
Y lo que parece que fue pasado, al menos este país democrático, libre, con sus derechos, con libertad de expresión, vuelve con mucha fuerza, a negarnos la publicación de los pensamientos y opiniones «que puedan dañar la moral y los valores cívicos», dados por un gobierno irrespetuoso y cerrado en cuanto a pluralidad y aceptación de lo diferente.
Además, el último reducto que quedaba libre de la mano autoritaria, suprema y opresora de los gobiernos, Internet, comienza a estar plagada de páginas no permitidas, «policías virtuales», orientación en cuanto a qué personas deben visitar cada dirección, etc. Y esto es lo que nos faltaba para estar totalmente controlados y restringidos a decir lo que quieren que digamos, y a hacer lo que quieran que hagamos.
Con todo esto están consiguiendo frenar todo avance cultural, científico, social y fomentando la intolerancia y la falta de respeto entre la población.
Sin más me gustaría apuntar que la censura no es un acto necesario por parte de un ser superior que nos cuide, sino por parte de cada uno y de su capacidad de opinar y juzgar. Pienso que todos deberíamos ser capaces de decidir lo que queremos ver, oír, leer.
Por lo tanto, ¡basta ya! No estamos dispuestos a someternos. No estamos dispuestos a no expresarnos. La censura es un retroceso en todos los aspectos, y aunque se le ponga otro nombre seguirá siéndolo.