Alfredo Gómez Cerdá ganó recientemente el prestigioso Premio de Literatura Juvenil Gran Angular, dotado con 100.000 euros, con Noche de Alacranes, una novela que, centrada en los acontecimientos de la posguerra, incide en lo que es común a los jóvenes de cualquier generación: “cómo abrir los ojos al mundo cuando uno deja de ser niño y descubrir que es algo muy complejo, muy duro a veces, y sentir que el mundo se nos viene encima”, según señala el autor. Verónica, alumna del IES Santa Cruz, escribe qué le ha parecido ‘Noche de Alacranes’.
Título: ‘Noche de Alacranes’
Autor: Alfredo Gómez Cerdá
Año: 2005
Editorial: Ediciones SM
Colección: Gran Angular
‘Noche de Alacranes’ cuenta la historia de Catalina, una mujer de avanzada edad que, después de muchos años, vuelve al pueblo que tuvo que abandonar por la guerra con sólo 16 años. Cuando llegó a la ciudad, la profesora de Historia de un instituto la llamó para que diera una charla. Ella aceptó y fue a dar la charla.
Esa noche, cuando estaba sentada en una butaca que le había regalado su marido antes de morir, empezó a recordar su estancia en el instituto, y encontró una caja de galletas en la que había una serie de objetos que la hicieron recordar el pasado. En esa caja había un cromo de las pirámides de Egipto, que Emilio la había regalado.
Esto la hizo recordar una intensa historia de amor que había tenido ella con Emilio, un chaval de 16 años. El era de familia rica, en cambio Catalina era de familia pobre. Por estos motivos y porque había guerra no pudieron continuar esa historia de amor. A Emilio lo secuestraron los del monte y por este motivo Catalina se lanzó al monte para salvar a Emilio. En el monte también esta su hermano Tadeo. Cuando habían pasado tres meses, Catalina logró salvar a Emilio y lo dejó escapar al pueblo. Ese fue el último momento que vio a Emilio. Cuando los del monte se enteraron que Catalina había soltado a Emilio decidieron irse porque Emilio podía decir a la policía dónde se encontraban los del monte.
Cuando estaban escapando, la policía comenzó a disparar y mató a todos excepto a Catalina, que logró escapar e ir hacia Oviedo, donde le había dicho Tirso, un hombre que estaba en el monte. Una vez en Oviedo Catalina cogió un autobús y se fue a Toulouse, donde se casó y tuvo un hijo. Una vez que murió su marido se fue al pueblo donde había nacido.
Había sido una noche muy larga, en la que no había dormido, y cuando amaneció se dio una ducha y salió como todos los días a tomar un café. Cuando estaba en la cafetería se llevó una gran sorpresa. Emilio estaba detrás de ella con un ramo de rosas. Emilio la había visto en el periódico en el artículo que decía que había dado una charla en el instituto. Estuvieron toda la mañana hablando y se fueron los dos juntos.