Debemos aprender a escuchar antes de saltar y arañar. Una de las características más sobresalientes del ser humano es su inestabilidad habitual del carácter. Por mucho que tratemos de definir nuestros rasgos más predominantes a menudo nos encontramos con que, dependiendo del entorno, nuestro carácter oscila.

Nuestra conducta puede ser alterada por determinadas estaciones del año; así, tal como dice el conocido refrán «la Primavera la sangre altera» y el Otoño con su caída de hojas, son las estaciones del año en las que más alterados nos sentimos.

Por ejemplo, ante una misma señal no siempre reaccionamos de la misma manera porque la reacción depende de nuestro estado de ánimo del momento. ¿Nunca os han dicho aquello de que «seguro que en otras circunstancias no me hubieras respondido de este modo que ahora haces»? Esto es debido a que cada uno tenemos nuestra propia personalidad y por lo tanto carácter, y ello puede desestabilizarnos. Todo esta condicionado por las circunstancias externas.

Muchas veces yo misma me doy cuenta que tengo un comportamiento del cual podría prescindir y si tuviera que dar una explicación racional a ese sentimiento no sería capaz de expresarlo ya que, no hay estímulo que lo provoque simplemente siento ganas de descargar mi mal humor con alguien. Puede que sea la persona menos adecuada o la que menos se merezca que la traten así pero son circunstancia que ocurren a diario.

Hay días en los que te molesta hasta una mosca y otros en la que eres tu quien se arma de paciencia para aguantar el mal carácter de los demás.

El ser humano ha creado un mundo estresante y esto puede ser una de las principales causas que provoquen nuestro mal humor. A pesar de que con el tiempo nos hemos hecho inmune a este estrés, pero aun así hay ocasiones en los que perdemos los papeles y nuestras propias defensas generan el ataque al exterior.

Cuando me siento agresiva a menudo digo cosas sin pensar que pueden herir a aquellos que me rodean y por mucho que después trate de disculpar esa conducta el vaso a veces se llena y acaba derramándose. Esto conlleva al arrepentimiento pero muchas veces no somos conscientes del daño que hemos provocado.
Por ello es importante que a menudo hagamos un análisis de conciencia, es decir, nos sentemos a solas con nosotros mismos y nos preguntemos por el grado de satisfacción que nos proporciona la vida que hemos elegido.

El conformismo amarga y sólo nosotros podemos terminar con él. Aunque suene egoístamente tenemos que pensar primero en nosotros y después en aquellos a los que pueda afectar nuestra actuación. Si hay que cambiar alguna pieza del rompecabezas que forma nuestra trayectoria existencial para ser más felices debemos hacerlo, pese a los que sufran por nuestra decisión, porque nuestra vida la decidimos nosotros y sólo tenemos una para vivir con este ropaje.

El bienestar propio produce bienestar en nuestro entorno inmediato y el alcanzarlo está en nuestras manos. No te engañes pensando que la felicidad depende de otros, porque sólo y exclusivamente depende de ti.

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