La amistad es esencial en nuestra vida y afecta tanto a jóvenes como a los adultos. Yo me pregunto ¿merece la pena vivir solo, sin amigos? Nadie sería capaz de vivir aislado sin relacionarse con nadie.

La amistad es absolutamente esencial, sobre todo durante un período en el cual se cambian las relaciones que se mantienen con la familia. Uno se busca un doble para sentirse más fuerte, un confidente para compartir las dificultades y que nos ayude a avanzar. También se busca un espejo viviente para compararse, porque uno no está seguro de sí.

A veces se busca también encontrar un sentimiento de fusión, como con los padres cuando uno era pequeño y creíamos todavía que esa relación de amor con ellos era indestructible. La imagen del grupo, o pandilla parece hacerse vital por momentos.

Uno busca identificarse, ser parecido a los otros. Por miedo a ser rechazado, uno se identifica con sus amigos. Es difícil porque, de hecho, para que un grupo funcione y sea viviente, sería más bien necesario que sus integrantes fueran complementarios. Se temen las diferencias como si amenazaran al grupo, cuando en realidad lo construyen. Hay un equilibrio que cada uno debe encontrar entre ser como el grupo para formar parte completamente de él, y conservar su particularidad, su personalidad y seguir siendo uno mismo.

La verdadera amistad, la que puede durar, comienza cuando uno puede decirle al otro: «Tú no eres como yo, tienes razón al ser tal como eres, y te quiero mucho por ser distinto a mí». Uno está lleno de compañeros. Los verdaderos amigos son mucho más raros. Algunos dicen que, en una vida, se cuentan los verdaderos amigos con los dedos de una mano. Cuando uno no logra anudar lazos de amistad, hay que plantearse preguntas y quizá hablar con los adultos en quienes se tiene confianza.
Las personas que no tienen amigos, sino sólo camaradas de trabajo o compañeros, no tienen a nadie el día en que dejan de trabajar. La verdadera amistad da fuerzas para aventurarse, para pensar más abiertamente, para comprometerse. Quizá por eso todos los adolescentes decimos que la amistad es la cuestión más importante de nuestras vidas.

Y todo esto es posible porque, en la amistad, uno se siente fortificado por la seguridad y la confianza en nosotros, que nos aporta la confianza de otro a quien respetamos y a quien le podemos decir todo, hasta aquello de lo que no estamos orgullosos, sabiendo que será acogido con tolerancia. La confianza es un valor esencial en la historia de la humanidad, porque es un apoyo que el otro nos da y sobre el cual se funda un sentimiento de seguridad.

La herida que se experimenta cuando uno es traicionado en su confianza se hace muy dolorosa. Lo que resulta complicado es que toda nuestra sociedad -y por lo tanto, toda nuestra educación- está basada en la confianza.
Los actos están garantizados a priori por la idea de que todo el mundo es honesto: cheques, tarjetas de crédito, reservas de distinto tipo, etc. A pesar de ello, la vida cotidiana nos muestra lo contrario cada día, y son los adultos, aquellos que tienen la responsabilidad de educarnos, los primeros en traicionar nuestra confianza cuando no mantienen sus promesas.
Y esto sin que uno pueda siquiera mencionarlo, lo que hace que el asunto sea más perturbador. Uno se da cuenta de que hay una diferencia entre lo que la gente dice, lo que escribe y lo que hace. No se dice lo que se piensa, no se hace lo que se dice. Todo el mundo lo sabe, nadie habla de eso abiertamente, y las cosas continúan así. La fidelidad es el otro pilar sobre el que reposa la amistad.

Sobre el sentimiento de la fidelidad del otro basamos nuestra confianza, aunque solamente en los momentos difíciles es cuando podemos medir hasta qué punto. Mientras todo ande bien, la fidelidad es fácil. Aunque ser fiel no es ser ciego y aceptar todo del otro sin espíritu crítico. A veces uno es llevado a hacer algo que el otro considerará como una traición.
Es duro, pero si hablamos de ello, ser traicionado por un amigo es un verdadero sufrimiento. Pero con frecuencia, no ha existido traición en absoluto. Solamente un error de nuestra parte: hemos tomado a un compañero por un amigo.
Esto hace mucho mal, aunque… ¿hay otro camino para comprender poco a poco lo que es la verdadera amistad? Cuando uno ha sido decepcionado por una amistad, siente la tentación de instalarse en la amargura y no creer más en nada. En lugar de arriesgarse de nuevo, que es la única manera de permanecer en la vida.

Cuando dos compañeros están enamorados de la misma chica… es una historia. Pero cuando son dos amigos el asunto puede resultar desgarrador, verdaderamente dramático, sobre todo si a su amor común le gusta jugar con la situación. Las penas de amistad existen y son tan dolorosas como las penas de amor. Es fuera de la familia donde se buscan relaciones fuertes, y es muy importante que uno mismo elija a sus amigos. Muy a menudo, nos cuesta ligarnos amistosamente con aquellos que nuestros padres nos presentan, únicamente porque llegan por mediación de ellos. A veces, no obstante, son ellos quienes se convertirán en nuestros mejores amigos. Aunque raramente de inmediato: hacen falta años para darse cuenta y aceptarlo. Los adultos temen los golpes de locura de los adolescentes, cuando se comprometen en vínculos de amor o de amistad, sobre todo cuando están fuera de las normas. Si tenemos miedo de perder la amistad, hay que aprender a superarlo. No siempre es fácil. Sin embargo… hay otra solución?

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