No se cumple ni tan siquiera un mes cuando un huracán arrasó con bravura una pobre e indefensa Centroamérica. Honduras y Nicaragua se llevaron la peor parte.
El enfervorecido huracán pasó dejando tras de sí miles de muerto y unos países que tardarán mucho tiempo en reponerse. No encontró resistencia porque en estos países no la hay: no hay refugios; las casas la mayoría frágiles, son levantadas en el aire; las cosechas, totalmente destruidas; no hay comida, medicinas, hospitales…
Gracias a la eficaz y rápida intervención, aunque parezca increíble, de los medios de comunicación, se despierta el instinto humano, poniéndose en marcha todo tipo de ayudas humanitarias: desde los grandes donativos de los gobiernos de los países, hasta un simple paquete de arroz. Todo tipo de acciones benéficas se llevan a cabo. Las impactantes y sobrecogedoras imágenes que nos muestran en la televisión nos conmueven y nos duelen, sacando de nuestro interior nuestro espíritu solidario.
Lógicamente toda muestra de solidaridad es digna de alabar; no obstante, creo sinceramente que son tardías. ¿Por qué hemos de esperar a que ocurran las desgracias como este huracán para intervenir? ¿Acaso no se puede hacer nada por evitarlas?.
Resulta lamentable ver las imágenes de la tragedia, de los cadáveres; pero resulta patético el ver que se podía haber no evitado pero sí disminuida la catástrofe. Sólo se necesita un poco de organización y cooperación entre los países, que intenten dejar a parte su egoísmo y su afán de poder y que ayuden a los débiles.
SOLIDARIDAD TARDÍA
Que nadie piense que es casualidad que los desastres ocurran en los países pobres; los huracanes también pasan por los más importantes, pero cuando lo hacen apenas dejan algo de lo que lamentarse, porque estos países están preparados, cuentan con infraestructuras y medios para enfrentarse a los fenómenos naturales. Algunas veces movidos por una falsa solidaridad ayudan a los pequeños, pero sólo a los que pueden sacar beneficio.
Más deplorable aún, quizás sea la actitud de los medios de comunicación, en especial la televisión. Su afán de superarse los canales en las audiencias interfiere mucho en su función, que es informar y que apenas cumplen. Para ellos lo de Centroamérica supuso una semana de imágenes desagradables. Tanta morbosidad acaba irritando al telespectador que acaba por apagarlo el televisor, para ellos aquí acaba la noticia, ya que no ganan nada ofreciendo más imágenes.
Hasta en catástrofes así se reflejan las diferencias que hay entre los países ricos y pobres. Como ya he mencionado estos fenómenos ocurren en cualquier sitio, no hace distinciones. Así, en Miami han pasado diversos huracanes, nunca ha habido víctimas, hay cuantiosos destrozos, pero ellos mismos poseen suficiente capital para solucionarlo. Pese a las diferencias o conflictos que puedan tener las naciones entre sí, creo que si cada uno aportase su granito de arena se mejorarían muchos aspectos.
En cuanto al tema de la televisión, el modo informativo es cada día más criticado. Una vez olvidado el tema del huracán Mitch, están a la búsqueda de otras noticias espectaculares, en definitiva, que creen morbo. Esta situación no ha sido la primera: ¿ Es que ya no hay guerra civil en Libia y en Zaire ? ¿ Ya se ha solucionado el conflicto de Yakarta ? Eso sí, las crisis del Madrid y del Barça son trascendentales a diario.
En resumen, vivimos en una sociedad totalmente hipócrita: desde los que hacen las, para ellos, «obligadas acciones solidarias para sentirse mejor persona, hasta los que se hacen los ciegos escurriendo el bulto para que se olvide lo más pronto posible. La solución es tan fácil como improbable: las naciones poderosas deben organizarse y cooperar para ayudar a los débiles, pero nadie quiere tomar la iniciativa porque a nadie le gusta perder dinero, prefieren callar y lamentar después, aunque son conscientes que no solucionan nada llorando.
En definitiva, estas desgracias no sólo son responsabilidad de la naturaleza, el hombre tiene gran culpa, porque puede solucionarlo. Hobbes dijo una vez «el hombre es un lobo para el hombre » y es tan cierto como que la única ayuda del hombre es él mismo.