La última semana de abril, tras las vacaciones de Semana Santa, los alumnos de cuarto de secundaria del colegio La Paz disfrutamos de nuestro viaje de fin de curso en Roma.
El día de la salida estuvo especialmente marcado por los nervios. Mucha gente en el aeropuerto de Bilbao, y muchos compañeros que pasaban su primera experiencia de vuelo. Pero claro, para eso están los amigos, para meter miedo y bromear. Tras la larga espera en el aeropuerto, los trámites y la recogida de maletas, al fin llegamos al hotel.
La primera tarde se pasó muy rápido y apenas tuvimos una hora para conocer la zona cercana al hotel. La primera noche, después de unas cuantas vueltas, Enrique consiguió que llegásemos al restaurante. Pasta, el plato nacional italiano, los afamados pescados y carnes romanas y el postre. Las cenas, sin embargo, no eran monótonas. Resultaron desenfadas y llenas de bromas, sobre todo cuando un día uno de los compañeros localizó un “animale” en la lechuga.
El martes visitamos todas las plazas romanas, así como el Panteón y la Fontana de Trevi, donde la mayoría pedimos nuestro deseo.
La tarde la dedicamos a pasear por Roma, conocer a los romanos, sus calles, sus costumbres y sus tiendas (Gucci, Dior…).
Tras la cena, paseos y un poco de fiesta, aunque con las discotecas romanas cerradas.
El miércoles, después de un gran madrugón y una larga espera… conseguimos entrar en el Museo Vaticano. Hicimos una visita de unas tres horas a uno de los lugares más impresionantes del mundo, acabando en la Capilla Sixtina. Por la tarde, tras la comida, recorrimos la Plaza de San Pedro y visitamos la Basílica, tras la audiencia del Papa de la mañana. El resto de la tarde estuvimos de compras por los mercadillos y las tiendas cercanas a la plaza. Esa noche fuimos a cenar y no nos dio tiempo para dar una vuelta porque llegamos muy tarde.
El jueves, el último día, fue más relajado. Por la mañana visitamos los Foros Romanos acabando en el Coliseo. Tras la comida, recorrimos Roma en busca de recuerdos y regalos para la familia y los amigos. Fue el único día que nos hizo malo y muchos que no compraron el paraguas a los míticos vendedores de la calle pillaron una gran caladura.
Al día siguiente, cansados y llenos de recuerdos de nuestro viaje de fin de curso en Roma, nos montamos en el avión y tras dos horas de vuelo, muy moviditas y fiesteras por todos nuestros gritos, llegamos a Santander, donde parecíamos un famoso equipo con todos los fans esperándonos…
La verdad es que fue un viaje movidito pero inolvidable, y donde todos pasamos uno de los últimos ratos juntos…