Unas consideraciones sobre el acto de escribir y sus implicaciones.
A los que nos gusta escribir, y lo hacemos a menudo, con el paso del tiempo nos vamos dando cuenta de que de algún modo nos vamos desgastando con nuestra afición, vamos dejando una parte de nosotros mismos en el empeño. Esto ocurre siempre, pues escribir es algo subjetivo, algo que realiza un sujeto por la razón que sea.
En realidad, cada cual tiene sus razones. Una parte de nosotros mismos se libera y se filtra entre las palabras. Así, por ejemplo, logramos identificar a un autor y su estilo. El autor deja en su texto algo así como sus huellas dactilares, sus señas de identidad, «la marca de la casa». Eso es algo muy personal e intimo, y de gran importancia para el autor.
Esas huellas literarias constituyen las tramas de sus escritos, la forma de pensar, de construir el complejo andamiaje con que elabora su mundo interior: sus obsesiones, sus deseos, sus miedos y hasta sus esperanzas.
Sin embargo, no soy capaz de definir con exactitud lo que realmente nos dejamos en los textos que escribimos. Lo mismo posiblemente le ocurriría al músico que compone sus melodías. Lo que sí estoy seguro es de que se trata de algo intrínsecamente apegado a la personalidad y sensibilidad de uno mismo.
Mi teoría es que al escribir lo damos todo. Al recoger los frutos, se nos devuelve algo de lo que dimos; mejor o peor. Inclúyase aquí desde la sencilla e íntima satisfacción personal hasta los premios u honores que son patrimonio de muy pocos.
Ya he dicho que cada cual tiene sus propias razones a la hora de encararse con un papel en blanco. Para algunos es un trabajo cotidiano, para otros es un placer o, por el contrario, puede llegar a convertirse en un suplicio. De lo que sí estoy seguro es que escribir algo que la gente quiere leer, es algo que cuesta mucho esfuerzo y paciencia. Por ello, me parece absolutamente rechazable los intentos de plagio; me parece una manera abominable de robar el trabajo intelectual que hacen los otros. Ésa es una de las razones por la que me he puesto a escribir estas líneas.
Para mí, escribir es una buena manera de comunicarse con las personas de nuestro entorno, pero también con uno mismo; para conocerse uno un poco mejor. Cuando alguien plagia los escritos ajenos, está falseando y adulterando el trabajo y la sensibilidad de otros. El trabajo honradamente obtenido puede llegar a convertirse en inútil y baldío. Si algún desaprensivo actúa sin escrúpulos antes los textos ajenos, puede llegar a aprovecharse del esfuerzo y del reconocimiento que en buena ley les correspondería a sus autores legítimos, y lo que es peor: puede llegar un momento en que el desánimo cunda y obligue a éstos a abandonar su oficio.
Me gustaría hacer un pequeño comentario a lo que yo entiendo es una excepción a esta última argumentación. Miguel de Cervantes escribió la primera parte de su inmortal obra con la intención de no volver a rescribir las aventuras del sin par don Quijote. Sin embargo, algún malintencionado y mediocre autor retomó las aventuras del héroe manchego y, con ello, volvió a resurgir el interés de los lectores. Con toda seguridad, este avispado escritor pretendía apropiarse de un beneficio gracias al talento del autor alcalaíno. Cervantes tuvo que sentirse muy herido en su orgullo personal pues inició, acto seguido, la redacción de la segunda parte de las aventuras de su don Quijote.
En este caso específico, hemos de decir que la historia de la literatura debe de agradecer al libro apócrifo de Avellaneda la oportunidad que dio a Cervantes de retomar la pluma y elevar, de esta forma, su obra a la cima de la inmortalidad. Pero, la excepcionalidad debe tomarse como lo que es; un caso único y especial producido en una época determinada y en una situación que no es fácil que vuelva a producirse. Lo habitual en nuestro mundo moderno es exactamente lo contrario de lo ocurrido con el Quijote.
Finalizo diciendo que hay que conseguir evitar que los plagios sean una práctica cada vez menos frecuente en el mundo editorial de hoy. Yo cada vez estoy más convencido de que los derechos de autor deben ser preservados por encima de todo. Somos cada vez más los jóvenes que nos gusta escribir y tenemos algunas -demasiado pocas- posibilidades de publicar nuestros escritos. Por ello, os animo a que os informéis de los mecanismos oficiales que existen para preservar la autoría: el I.S.B.N., el Depósito Legal, el Registro de Propiedad Intelectual. Mejor es curarse en salud antes que lamentar situaciones enojosas…