En ocasiones es necesario volver la vista atrás y mirar a nuestro alrededor para descubrir que existen otros mundos, un primer mundo y un tercer mundo.
Caminaba descalzo por la calle,
tenía los ojos negros,
del color de la tristeza.
Tenía frío, mucho frío,
y ninguna mano cariñosa.
Su madre estaba lejos,
quizá no la volvería a ver,
pero no sabía llorar.
La calle era su casa.
Sólo había tenido un juguete…
Lo encontró en una caja,
a la puerta de unos grandes almacenes,
y aquel día, recuerda, fue feliz.
Fue niño.