De vez en cuando leemos en los periódicos e incluso vemos en televisión historias increíbles sobre gente que ha sido timada. A veces los «primos» caen en los timos sin mala fé, pero en otras ocasiones, como la que hoy se comenta, la víctima del timo es tan culpable como el propio timador.
Son muchos los timos y los timadores que han existido y existen hoy en día. Un timo consiste en engañar para sacar provecho de alguien y entre los numerosos timos que hay, uno de los más famosos y conocido es el timo de la estampita.
Los protagonistas de este timo son los 2 timadores y la víctima. Uno de los timadores se hace pasar por tonto e intenta convencer a la víctima de que los billetes que tiene son estampitas; mientras está sucediendo esto llega el segundo timador: el gancho. Este último acaba de convencer a la víctima para darle una cantidad a cambio de «las estampitas» (que la víctima cree que es una gran cantidad de dinero); pero cuando se quiere dar cuenta no hay dinero sino un montón de papeles sin valor.
La víctima muchas veces no se atreve ni a denunciar el timo del que ha sido víctima fundamentalmente por dos razones: la vergüenza de haber sido víctima de un engaño y la segunda y más importante, porque en realidad él lo que estaba intentando era timar a un tonto.