Hace muchos años, siendo yo aún un niño, alguien me contó una historia que yo tomé como cierta sobre el origen del volcán Etna. Ahora, para seguir la tradición, yo te la narraré a ti, para que cuando tú seas un anciano, se la cuentes a tus nietos. Así, esta historia nunca se perderá y las generaciones futuras podrán llegar a conocerla gracias a que tú se la trasmitiste a alguien.
En una época muy lejana en la isla de Sicilia, vivían dos hermanas, llamadas Etía y Nasia. Ambas poseían una belleza espectacular, por lo que todos los caballeros de la isla intentaban conquistarlas. Pero ellas les ignoraban porque un día, visitando a una hechicera, ésta les reveló una premonición:
–«En poco tiempo un apuesto caballero que llegará a la isla se enamorará de una de vosotras. Quien sea la elegida deberá morir a manos de su hermana siendo empujada a una enorme fosa, con el fin de que su alma consiga subir al cielo. Por esto, alcanzará la vida eterna y será admirada por las gentes de todos los lugares del mundo, ya que se convertirá en la estrella más brillante del universo, que con su hermosa luz guiará a quienes se encuentren perdidos en la noche, consiguiendo así salvar muchas vidas. Pero cuidado, en caso de no hacer lo que os he dicho, una enorme maldición recaerá sobre Sicilia que, en poco tiempo, se extenderá a todo el planeta, provocando que seáis recordadas con odio para siempre. Además, vosotras dos quedaréis atrapadas en las entrañas de la Tierra por donde vagaréis como almas en pena hasta el fin de los tiempos.»-
Etía y Nasia pasaban el tiempo esperando, hasta que un día un caballero llegó a la ciudad. Las dos sabían ya que ese era el hombre que decidiría sobre su futuro. Una espléndida tarde soleada las hermanas salieron a pasear en busca de algunos frutos y a mitad de camino se encontraron con el caballero que se les presentó:
-«Me llamo Velcan Rálun, y he venido a la ciudad en busca de una esposa, ya que he oído que las mujeres sicilianas poseen una enorme belleza, cosa que al veros a vosotras, ahora creo y afirmo. ¿Me permitís que os acompañe en vuestro paseo?-.
Las dos hermanas asintieron con la cabeza y juntos los tres continuaron el camino. Durante ese y otros muchos días Velcan fue a visitarlas. En su compañía pasaron muchas horas de charlas y risas. Ambas estaban enamoradas de él, pero Velcan ya había puesto sus ojos en Etía.
Un día en que los dos se encontraban a solas Velcan se declaró y le pidió a su amada que se casará con él. Ella, contenta y angustiada a la vez, decidió ir a decírselo a su hermana antes de contestar a la pregunta.
Nasia, que en su interior sentía alegría porque sabía que su hermana iba a morir y ella se iba a quedar al lado de Velcan, fingió tristeza porque la muerte de su hermana estaba muy cerca.
Al anochecer de ese mismo día, ambas partieron hacia el profundo pozo en el que Etía iba a morir. Al llegar al borde, una ráfaga de locura invadió su cuerpo y Etía, sin mediar palabra, arrojó a Nasia al fondo del agujero, quien, naturalmente, murió. Sin ni siquiera sentir remordimientos, Etía partió corriendo a encontrarse con su amado para decirle que aceptaba su propuesta de matrimonio.
Los preparativos de la boda comenzaron con rapidez, y pocos días después ya estaba todo listo para que se celebrara el enlace. Cuando Velcan y Etía estaban a punto de pronunciar el «sí quiero», el cuerpo del novio comenzó a sufrir una metamorfosis hasta transformarse en la hechicera que un tiempo atrás había aconsejado a las hermanas. Ésta, muy enfurecida, agarró a Etía por el brazo y la arrastró hasta el lugar del crimen. Durante el camino la hechicera no cesaba de repetir:
–«Por tu egoísmo muchas personas inocentes morirán»-, mientras Etía lloraba y pedía clemencia.
Al llegar al borde del pozo la hechicera dijo:
–«Nunca recibirás ni mi perdón, ni el de tu hermana»-, mientras la empujaba al interior del agujero.
Unos días después de este suceso, una masa abrasadora de color rojizo comenzó a brotar por las laderas del monte donde se encontraba el pozo en el que murieron las dos hermanas. Esta sustancia abrasaba todo lo que encontraba a su paso: personas, casas, monumentos…
Esto es lo que hoy nosotros conocemos con el nombre de volcán, llamado así en honor a Velcan, el hombre desencadenante de esta terrible historia.
La lava se dice que es la sangre de las hermanas que se pelean cada vez que se encuentran en el interior de la Tierra. Y ese volcán que entró en erupción en Sicilia recibió el nombre de Etna, formado con las dos primeras letras del nombre de las dos hermanas que fueron las causantes de la erupción.
A partir de ese momento, y hasta la actualidad la advertencia que la hechicera hizo a las hermanas se ha cumplido: La maldición de los volcanes, que se han cobrado ya miles de vidas, seguirá existiendo para siempre.
Espero que mi historia te haya gustado y que tu memoria te permita recordarla durante muchos años hasta que tengas algún nieto al que poder contársela para que este a su vez se la cuente a los suyos, porque así todo el mundo podrá conocer la verdadera y oculta historia de los volcanes, en los que aún hoy viven las almas irreconciliables de Etía y Nasia.