En estos días no se ven por Santander nada más que cartelitos en los que pone «Disculpen las molestias». Obras por aquí, obras por allá,… ¡Nada!, que no se puede andar por la ciudad sin encontrar un socavón discretamente tapado con una lámina o chapa de acero.
El día menos pensado uno no ve la dichosa obra y ¡pataplaf!, mamporrazo que te diste. ¿ Y qué? El ayuntamiento evidentemente no se hace cargo, con la disculpa «¿es que no miraba por dónde iba?» ¿ Y qué?, ¿acaso nosotros tenemos la culpa de que estén en obras permanentes?
Lo divertido que es esto, obras en verano, obras en invierno y, si tenemos ánimo, obras todo el año y el siguiente… Da igual la temporada, lo mejor es decir «disculpen las molestias». Vas por un lado, obras por allí, vas por otro lado. obras por allá.
¡Un poco de respeto, señores!, ¿no? Un poco de organización. Lo que verdaderamente me encanta es que digan que es por el bien de la ciudad. «¡Qué ciudad ni qué ocho cuartos!
A ellos, los políticos, sólo les importan las elecciones y por supuesto ellos mismos, cuanto más tiempo pasen en el poder, mejor.
Yo me pregunto cuándo se acabarán las dichosas obras. Parece que se estuviera construyendo otra ciudad paralela. No sabe uno ni qué pensar. Pero la verdad sea dicha: «Disculpen las molestias».