Con motivo de la celebración del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, el pasado 25 de noviembre, los alumnos de 2º de Bachillerato del IES Valle de Camargo han realizado una serie de trabajos analizando este grave problema social.

El 25 de noviembre fue declarado Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres durante la celebración del primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981.

Después de que durante 18 años los grupos de mujeres alrededor del mundo realizaron actividades en esta fecha -para que se cobrará conciencia sobre las diversas formas de violencia que vive la población femenina por el hecho de ser mujeres-, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aceptó en 1999 la iniciativa de incluir en su calendario al 25 de noviembre.

ONU
DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER (25 N) 

La Asamblea General ha declarado el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y ha invitado a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a que organicen ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto del problema de la violencia contra la mujer (resolución 54/134, de 17 de diciembre de 1999). Las mujeres activistas observan el 25 de noviembre como día contra la violencia desde 1981. La fecha fue elegida como conmemoración del brutal asesinato en 1961 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo.

 

 

RECHAZO SOCIAL
Por Elena Ortiz García y José Ignacio Peñil Díaz

En España, en lo que llevamos de año, 66 mujeres han fallecido como consecuencia de malos tratos recibidos por sus compañeros sentimentales. Esta escalofriante cifra refleja la tortura diaria de miles de mujeres en nuestra sociedad. A pesar de que son cada vez más las mujeres que deciden denunciar su caso, estas no son más que una minoría del conjunto de mujeres maltratadas.

Aproximadamente la mitad de los casos de violación a mujeres, tanto consumadas como frustradas, nunca llegan a denunciarse ante la policía. Las mujeres que mantienen relaciones abusivas, que han sido víctimas de violaciones o agresiones suelen sentirse demasiado avergonzadas o asustadas para denunciar el incidente. La violencia contra la mujer es siempre condenable; no importa si el agresor es alguna de las personas con las que mantiene citas románticas, su esposo o ex-esposo, su novio, un miembro de la familia, un conocido, o un extraño. En ninguno de estos, ni otros casos, es culpa suya.

Las mujeres víctimas de abusos, agresiones, acosos, etc. no son las únicas víctimas que se ven profundamente afectadas por estos delitos. Las personas que conviven con la víctima también sufren al presenciar los actos de violencia, al escuchar los gritos o al contemplar los rasgos físicos y secuelas emocionales producidos por los abusos. Por lo que mientras siga habiendo malos tratos en casa y no se intervenga a tiempo, seguirá habiendo niños que crezcan presenciando la violencia contra sus madres y la asuman como algo natural.

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en la erradicación de la violencia de género ya que influyen en gran medida en el comportamiento y actitudes de los seres humanos. En relación con tema de la violencia de género debemos ser conscientes de que intervienen tanto de manera positiva como negativa.

Por una parte, la ayuda prestada por estos en la lucha contra la violencia de género ha ayudado a numerosas mujeres a enfrentarse a denunciar su problema. Sin embargo, indirectamente muestran comportamientos violentos normalizados contra las mujeres, que asumimos como algo aceptable.

Las asociaciones de mujeres a pesar de los obstáculos puestos por el contexto cultural y la sociedad en la que se mueven han conseguido valientemente la alerta de los poderes públicos y la sensibilización de la sociedad ante la violencia de género. Sin embargo, se requiere que sea toda la sociedad quien favorezca el rechazo a esta barbarie y ponga en marcha las medidas precisas en la lucha por eliminar la violencia doméstica, por instaurar la verdadera igualdad mujer-hombre ya que mientras subsista una relación basada en la desigualdad y en la subordinación, la mujer ofrece condiciones óptimas para convertirse en objeto de agresión.

 

 

TIEMPO DE DESENMASCARAR 
Por Patricia M. 

El pasado 25 de noviembre fue el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. Para empezar, debemos lamentar el hecho de que haya que dedicarle un día -y sólo uno- a este aspecto. Pero al fin y al cabo, si algo de positivo tienen este tipo de ‘celebraciones’, es incitarnos a reflexionar, lamentarnos, y denunciar.

En España ya ascienden a más de 60 las mujeres que han muerto a manos de sus parejas, en todo el mundo cerca de 10.000 mueren cada año por «crímenes de honor» y se estima que alrededor de 60 millones sufren algún tipo de maltrato.

Y bien, ¿qué nos dicen las cifras?. Lo más probable es que causen algún que otro «qué barbaridad» o «vaya por Dios», pero, sin embargo, se nos estremece el corazón al escuchar casos como el de Amina Lawal, a la que afortunadamente conseguimos salvar de una muerte injusta pero segura con poco más de unas cuantas firmas, que no nos robaron ni cinco minutos en nuestras vidas tan ajetreadas e importantes; o testimonios como el de Souad, una mujer cisjordana a la que su cuñado prendió fuego en vida por quedarse embarazada siendo soltera: «Había visto otros casos de crímenes de honor. Un vecino de mi aldea cortó el cuello a su hermana, y se paseó por la calle con la cabeza, porque la mujer iba a comprar siempre a la misma tienda y sospechaban que tenía un lío con el tendero, y a otra la atropellaron por cortarse el pelo y la falda. (…..) Mientras estuve en el hospital la única mujer que acudió a visitarme fue mi madre. Y vino a darme un vaso con veneno para que muriera porque era un deshonor que siguiera viva.» Aún hoy, después de 25 años, Souad tiene miedo a la venganza y afirma: «El Corán no menciona este tipo de crímenes; no es el Islam, es una costumbre social que se sigue en los pueblos. Cuando vine a Europa y veía una mujer enseñando las piernas, pensaba «pobrecita va a morir», y realmente lo creía.»

Pero, ¿quién tiene realmente la culpa de esta cruda realidad?
Sí, puede que la sociedad. En verdad, no hace falta viajar ni siquiera con la imaginación para encontrar alguna mujer que se esconde detrás del maquillaje o a un «hombre» que se comporta como la peor de las bestias cuando se encuentra entre las cuatro paredes de lo que es una verdadera jaula de dolor y sufrimiento para esas mujeres enmascaradas. Pero parece ser que prácticamente nadie las ayuda en este democrático y solidario país: algunas asociaciones, insignificantes medios del gobierno o de la justicia, o demasiadas pocas medidas educativas o por parte de los medios de comunicación, que en el caso de la televisión más que ayudar, incita a la violencia, y la intolerancia, un hecho verdaderamente lamentable teniendo en cuenta que en esta sociedad en que nos ha tocado vivir a los niños -al fin y al cabo los maltratadores -o no- del futuro- les educa más la tele que sus propios padres.

Desgraciadamente, lo que hemos podido comprobar hasta ahora es que sólo se toma en cuenta a «una enmascarada» cuando ya está muerta. Y a la siguiente, igual. Pero entonces nuestras lágrimas ya no pueden enmendar las suyas.

Lo más triste de todo es que los animales -me disculpo por comparar a los pobres animales con estos individuos- que les hacen la vida imposible no son capaces de arrepentirse ni incluso después de haberles arrebatado la vida. Y que a ellas sólo les queda llorar en silencio, o pasar página y huir, siempre con el miedo por sombra, o, como consuelo, denunciar legalmente y aferrarse a que alguien les tienda una mano. Es una pena que sólo consigan una denuncia simbólica, porque al fin y al cabo les sirven para poco más que reunirlas todas cuando todo es demasiado tarde.

Está ese otro tipo de denuncia. Esa que ahora mismo intento lanzar a los cuatro vientos, esa que todos debemos hacer y que es nuestra mejor forma de ayudarlas a deshacerse de su máscara de dolor. Porque detrás de cada cifra hay una historia, un testimonio, una mujer. Porque quien escucha llorar en el piso de al lado y sella sus labios, también es un poco maltratador. Porque cualquier persona que te cruzas en la calle puede ser maltratador o maltratado. Porque es nuestro deber educar tanto a niños como a mayores en la igualdad y la tolerancia. Porque sólo un gesto puede salvar una vida.
Por la vida. Por su vida.

 

MÁS FRESCOS QUE UNA LECHUGA
Por Javier Guerra

Jamás olvidaré aquellos veinte minutos de angustia, que pasaron tal si hubiera estado una eternidad inmerso en el horror que se plasmó en una mirada que no era más que la viva encarnación del miedo. Tras seis años de convivencia, María se decidió a dejar a su pareja. María no pudo decir que «se gastó el amor de tanto usarlo», al contrario, le superó el último regalo de su pareja la víspera del sexto aniversario: la mandíbula dislocada y tres puntos de sutura como envoltorio al regalo, un regalo que iba sin tarjeta de cara al mundo, pero que no era necesaria de puertas adentro.

Nadie creía a María cuando juraba y perjuraba, contra las apariencias, que su novio era un diamante en bruto, todo un «manitas» y muy detallista. Ninguno supimos ver nunca la ambigüedad de sus palabras, ni que «manitas» fuera sinónimo de tener la mano muy larga, pero a pesar de todo, a veces pienso que ni siquiera ella lo supo ver, aunque otras, y con más certeza, creo que es lo que a mí me gustaría pensar.

Quince día después de dejar a Mario, María nos invitó a sus amigos a pasar las fiestas de un pueblecito de la olla de Liébana, en la casa en la que habían vivido juntos. Tras un largo viaje por carreteras de tercera, y quedarnos asombrados por la imponente visión de las escarpadas paredes del desfiladero de la Hermida, llegamos a la casa. Dejamos nuestros equipajes en las habitaciones, deshicimos las maletas y nos reunimos todos juntos en el salón, mientras, María estaba en la cocina preparando la cena. Parecía que nada podía ir mejor, al calor de una hoguera, disfrutando de la tranquilidad y relax que proporcionaba aquel pueblecito. De repente se oyó la puerta, y el sonido de unos pasos tras el crujir de la sinuosa madera del suelo, originó un silencio en la sala y todos nos volvimos hacia la puerta, para descubrir la figura de Mario, con una mano en el marco de la puerta y otra en la manilla. Tenía la mirada perdida, los ojos como platos, barba de por lo menos diez días… mostraba una imagen deplorable, y claramente se encontraba bajo el efecto de alguna droga. Todos miramos a María, pero María estaba paralizada, paralizada y atemorizada.

«¿Cuánto cobras por cada uno de los que tienes aquí?»- Dijo Mario- María cogió el móvil, y se dispuso a llamar a la policía. Mario comenzó a insultarla, a descalificarla y a humillarla, y al ver la reacción de María dio un paso y extendió la mano hacia ella cuando María pegó un grito y su hermano salió del baño, y le agarró. Los dos se encararon, y todos nos levantamos. Mario tiró todos los muebles del pasillo, rompió una puerta y todo lo que estaba a su paso, mientras María con el gesto desencajado no dejaba de llorar. Cuando de repente, Mario fue a la cocina con la intención de coger los cuchillos. Todos aprovechamos para encerrarnos en una habitación y aguantar la puerta con una mesa. Al cabo de cinco minutos que se hicieron interminables, la guardia civil entró en el piso, le cogieron y le metieron en una habitación. A mi personalmente me temblaron las piernas de miedo, nuestros rostros estaban pálidos y las miradas perdidas. Pero esto no fue lo peor. Pasados diez minutos y tras una pobre imitación de terapia psicológica, un guardia civil se acercó y nos dijo: «- Mire, es que él no se quiere ir, y si no se va por las buenas no podemos hacer nada «-. Y se quedó más ancho que una lechuga, como se quedó Mario después de tan agradable visita.

María no reaccionó, pero todos los demás nos quedamos indignados Tras media hora prosiguiendo con la conversación terapeútica, consiguieron llevarle en el coche patrulla, pero no sin tener que oír gritos, insultos, amenazas de muerte y demás barbaridades. Ahora puedo hacerme una ligera idea de lo que es vivir bajo los malos tratos, ahora puedo tener una pequeña noción de lo que es vivir en un infierno.

Anteayer fue el día en contra del maltrato de género, anteayer fue el día de las «Marías» y de todas aquellas que corrieron peor suerte. ¿Peor suerte? Y ahora me pregunto, ¿qué es peor? ¿la muerte o vivir bajo su amenaza? Quizá semejante pregunta pueda parecer una atrocidad, pero me gustaría saber la respuesta de todas aquellas Marías, de las que todavía pueden contestar y más en especial de las que no. Desgraciadamente creo que eso es imposible.

Dentro de poco será el día contra la violencia infantil, después contra la violencia entre vecinos, entre compañeros de trabajo, entre los que se cruzan por la calle… y el año necesitará muchos más días, uno por cada tipo diferente de violencia o maltrato. Pero no con esto quiero insinuar que nos estemos quedando más anchos que una lechuga ante todo lo acaecido, pues nos estamos dedicando a que cada día lleve bien asignadito su maltrato y tenga su minuto de gloria ¡Dios me libre de menospreciar el esfuerzo mental que debe suponer esta laboriosa tarea!

Podemos estar tranquilos, mañana la número 65 no tendrá el día entero para ella, tan sólo quince minutos en algún programa de actualidad, y ya no nos veremos obligados a tener que aguantar todo el día el mismo incordio. Tendremos de nuevo ante nosotros la gratificante opción de quedarnos tumbados en el sofá, bajo una manta inmersos en el calor de los nuestros, contemplando una feliz imagen televisiva de sobremesa, en la que una familia perfecta aparece comiendo el pavo perfecto, porque su hijo perfecto se ha graduado por la universidad de Harvard, y la felicidad se respirará en el ambiente. Pero debemos de ir aprovechando ese género cinematográfico que está en claro peligro de extinción. Al ritmo que lleva la sociedad, los valores cambiarán, y esa felicidad que se respira en el ambiente, esa visión tan conmovedora, será debida a que ese hijo le ha confesado a su madre, que no quiere ir a la universidad, sino que ha decido que cuando sea mayor va a ser maltratador de hecho y de derecho y claro está, que la madre retozará de placer y alegría, pues no ha descubierto que su hijo es drogadicto u homosexual, cosa que claramente es mucho más antinatural y dañina que la cualidad innata del maltratador. Y nos quedamos más frescos que una lechuga.

Mañana con suerte sólo serán 65 y no 66 o 67, para eso todavía harán falta dos o tres días más.

Hasta que no dejes de convivir con el miedo no dejarás de vivir bajo su sombra. A mi amiga María.

 

 

LA DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO EN LA ACTUALIDAD
Por Jonathan Guerra Saiz

En cualquier diccionario podemos obtener información de palabras como guerra, violencia, hambre… palabras que deberían de ser anecdóticas en un mundo lleno de avances, descubrimientos y con la juventud más preparada y formada que ha tenido España nunca, por lo menos eso es lo que acabo de oír en el telediario.

La palabra clave hoy es la discriminación de género, definida como la situación en la que una persona o grupo es tratada de forma desfavorable a causa de prejuicios en relación a su sexo. O para decirlo más claro, no me importa nada más para juzgarte, hablarte o tratarte mejor o peor, que saber si eres una mujer o un hombre. Las niñas deben jugar con muñecas y los hombres al balón, esa era la educación de antes, afortunadamente las cosas van cambiando.

Existe una amplia legislación contra la discriminación en materia de igualdad de oportunidades de empleo, vivienda y bienes y servicios, pero seguimos llenando nuestras noticias de mujeres maltratadas por sus parejas hasta llegar a la muerte, siendo asesinadas al año más de 60 y oír como el número de mujeres en paro duplica o triplica al de los hombres, aunque las clases en las universidades sean en su mayoría alumnas tanto en ciencias como en letras, y cientos y cientos de detalles sutiles que nos marcan y nos des-educan.

Creo necesario el cambio de esta sociedad, mediante educación y leyes más duras, que protejan a las víctimas reales y no premien al agresor como ocurre ahora, no es normal ver a la mujer asustada sin poder salir de casa mientras que su maltratador se pasea impunemente por su calle, es un mundo de locos, no entiendo como puedo verlo yo y no la gente que juzga a estos enfermos, debemos de pensar en el modo de cambiar hacia un mundo mejor y más comprensible.

 

Trabajo original