Daniela Gutiérrez Díaz, Irene Gómez Varona, Adriana Sainz Castilla, Nora Sánchez Estébanez y Daniel Payno Melgar, estudiantes de 1º ESO C del IES Garcilaso de la Vega de Torrelavega, escriben sobre objetos desaparecidos o que van camino de desaparecer. Así lo comprobamos con una cabina telefónica que tenemos en el centro de nuestra ciudad.

La balanza, el molinillo de café y el bastidor
Daniela Gutiérrez Díaz

La balanza se utilizaba para medir el peso de alimentos. En las tiendas de los pueblos las utilizaban para pesar la fruta, las legumbres… porque antes se vendía más a granel.
Los inventores de la balanza fueron los antiguos egipcios hace más de tres mil años. Era una barra horizontal que colgaba de una cuerda y de los extremos de ella colgaban un par de platos. Los romanos inventaron una de las de más éxito, la balanza romana, que consistía en una barra horizontal con un brazo mucho más largo que el otro y en el brazo corto se pone lo que se quiere pesar, y a lo largo se cuelga un pequeño peso que se puede desplazar. 
Las balanzas están desapareciendo; ahora hay básculas, que son más modernas y exactas.   

En cuanto al molinillo de café, antes lo normal era comprar el café en grano, por eso se usaba mucho para moler el café. Ahora la mayoría de la gente lo muele en el molinillo eléctrico, compra el café ya molido o en cápsulas. 
No se sabe quién fue el inventor del molinillo, aunque sabemos que ya se conocía en el siglo XV, en el Imperio azteca, y que los molinillos podían ser de metal o de madera. 
Para moler el café en un molinillo de los de antes, primero se abre la pestaña que hay en la parte de arriba, se colocan dentro los granos de café y se vuelve a cerrar la pestaña. Luego se gira la manecilla unas cuantas veces y, por último, se abre el cajón de la parte de abajo y sale el café molido.

Otro objeto que va desapareciendo es el bastidor para bordar a mano. Es un aro de madera que tiene a sus lados enganches para que, al colocar la tela, no se suelte ni se mueva. Con él se utilizaba solo hilo y aguja para coser y bordar telas, ropa…; ahora está desapareciendo porque hay máquinas de coser, que son más modernas. 
El origen de los bordados puede estar en la época de los cromañones (30,000 a.C.), pues fueron encontrados restos fosilizados que tenían vestidos bordados a mano con cuentas y abalorios. En la Edad Antigua fueron muy famosos los bordados babilonios (de Mesopotamia) y también los tejidos finos y las tapicerías de Egipto. Plinio el Viejo (un escritor romano) dijo que el telar egipcio había vencido a la aguja Babilonia. 

Bastidor en el que todavía bordan la abuela y la madre de Adriana.

 

El candil
Irene Gómez Varona

El candil se inventó hace unos 50.000 años, usando como combustibles aceite o grasa de origen animal del que, además, se utilizaba el cráneo para colocar en su interior estos combustibles con una mecha de trenza de pelos. Después ya se inventaron unos recipientes de piedra que servían para lo mismo.​
El candil duró muchos años, pero ya no se suele utilizar porque se han ido inventando cosas mejores como las lámparas led más fáciles de utilizar y de manejar, que consumen menos, etc.

La guadaña o dalle
Adriana Sainz Castilla

En mi casa hay todavía una guadaña o dalle, como se llama aquí en Cantabria. “Mi abuelo lo sigue usando para cortar la hierba del jardín. Antes se usaba para segar cereal, pero casi ha desaparecido, porque ahora se utilizan máquinas, como tractores con herramientas más grandes. Para que corte bien, hay que picar el dalle (afilarlo) golpeando con un martillo en la hoja encima de un yunque”.

Máquinas de escribir
Nora Sánchez Estébanez

Las máquinas de escribir eran unas herramientas indispensables en las oficinas de todo el mundo desde finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX. Su inventor fue el inglés Henry Mill (1683-1771) en el año 1714. Con los ordenadores personales y los procesadores de texto su uso fue poco a poco desapareciendo.

“Me cuenta mi madre que cuando ella cursaba octavo de EGB los Reyes Magos le trajeron una máquina de escribir, ya que si presentaba a máquina los trabajos que le mandaban en clase le puntuaban más que presentados a mano. Ese verano tuvo que hacer un curso de mecanografía para aprender a escribir. En aquella época en casi todas las casas dónde había un estudiante había una máquina de escribir, como ahora hay un ordenador.”

Cabina situada en el Bulevar Demetrio Herrero de Torrelavega.


Mapas de carretera
Daniel Payno Melgar

El primer mapa de carreteras de España lo hicieron los jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega entre 1739 y 1743. Uno de sus fines era facilitar el comercio entre las diferentes regiones. Las carreteras se representaban con líneas de color rojo y negro y se utilizaban signos para indicar plazas, puentes…​

En nuestros tiempos se indica qué carreteras son autovías, cuáles son carreteras secundarias, pueblos, grandes ciudades, hoteles, gasolineras, monumentos y todo lo necesario para llegar a cualquier destino sin perdernos.

En la actualidad los mapas ya no están en la guantera de los coches. Ello se debe a la tecnología digital: en los teléfonos móviles hay aplicaciones como Google Maps, que nos van guiando hasta llegar a donde queramos ir sin perder de vista la carretera y sin perdernos.​ También nos dicen cuánto tiempo vamos a tardar en llegar, dónde podemos encontrar la gasolinera más cercana…​

“Mis padres recuerdan que ellos viajaban por España o Europa con el mapa encima de las piernas de mi madre.​ Iban mirando los números de las autovías por las que tenían que ir para llegar a su destino y, con el dedo, buscaban cuál parecía el camino más corto, qué salida coger, etc. Al llegar a la ciudad, ¡era un lío! Para encontrar la calle donde estaba el hotel, mi madre se volvía loca diciendo a mi padre: “Gira en la siguiente calle”, y allí veían que estaba en obras o que era dirección prohibida. O le decía: “¡Que te has pasado!”. ​¡Vaya aventuras que tenían! A veces llegaban bien y otras daban bastantes vueltas, pero llegaban. Siempre se ríen cuando nos lo cuentan.”