‘Viaje a la luna’, de Amaya Santos Calderón, fue el relato ganador de la modalidad ESO en el concurso literario ‘Historias de cine’ convocado por el Departamento de Lengua y la Biblioteca del IES Cantabria de Santander. Una historia que «no va ni de datos curiosos sobre la luna, ni de plata o queso. Esta historia va de bailarinas y soñadoras espaciales». Disfrutad con los sueños y aventuras de Aysel y Valentina. 

VIAJE A LA LUNA

La luna para los científicos es un satélite que gira alrededor de la Tierra. Para los poetas es posible que sea un trozo de plata en el inmenso mar de estrellas que es el universo. Por poner otro ejemplo, para los amantes de la comida la luna es un trozo gigante de queso en el espacio exterior, como para los paranoicos y amantes del Área 51 la luna es un modo de controlar a los humanos y subyugarlos al flujo político. Pero esta historia no va ni de datos curiosos sobre la luna, ni de plata o queso. Esta historia va de bailarinas y soñadoras espaciales.

1903

Nació en un pequeño pueblo de lxelles, en Bélgica, una niña con el cabello color plata, tez pálida y ojos turquesa. Era tan hermosa como la luna, pero era distante, e incluso más fría que el hielo. Todos la idolatraban, incluidos sus padres, pero lo único que recibían a cambio eran miradas rebosantes de tristeza y soledad. La niña soñaba con dos cosas: poder ir a la luna y ser una gran bailarina, conocida por todos por acomodarse y sincronizarse con la partitura llegando al punto de sentir todas las posibles expresiones de la partitura, llegando al punto de conocer mejor la partitura que el compositor de esta.

Una noche, la chica desapareció. Nadie la vio pasar ni irse, como tampoco la vieron nunca más. Buscaron por todas partes, pero no hubo ni rastro de ella. Pasó el tiempo y desistieron, nunca volverían a ver a Aysel.

Oh, luna de plata, que contemplaba a Aysel bailar frente a ella todas las noches. Oh, Diana, diosa de la luna, que se llevó a la bailarina a su palacio en la luna. Oh, bailarina de cristal, que dedicó su vida a bailar en el inmenso universo, para deleitar a los mortales con figuras oscuras en la superficie de su luna, que dedicó su vida a la soledad y a la tristeza, inmersa en partituras que nunca llegó a escuchar. Pobre Aysel, que se olvidó de su sueño más preciado, siempre guardado en la caja fuerte que era su corazón, vivir en un mundo donde todo el mundo la apreciase como bailarina, pero también vivir en un mundo donde pudiera tener amigos, sin tener que forzar una sonrisa que nunca sería suya. Lo que quería era un amigo que en la luna nunca llegaría.

1937

Como os dije, esta historia es el relato de una bailarina y de una soñadora espacial pero, de momento, solo hemos hablado de la bailarina, pero… ¿qué hay de la soñadora?

Nació en Maslennikovo, situado en Rusia, una chica peculiar, amante de las historias de aventuras y de los pilotos. Su sueño, muy simple, ser la primera mujer en alcanzar el espacio. Yuri Gagarin, había sido un emprendedor de la Unión Soviética y Valentina quería lograr lo mismo que él. Pero, por encima de la ambición, estaba el deseo de demostrar que las mujeres podían hacer lo mismo que los hombres. Un deseo que ni la persona más poderosa del universo entero se lo podría quitar, así que, cuando la Unión Soviética hizo una especie de audición gigante para encontrar a la que sería la primera cosmonauta en la historia, se apuntó enseguida.

Los requisitos eran simples, pesar menos de setenta kilos, medir menos de un metro y setenta centímetros y tener entre dieciocho y treinta años. Valentina fue una de las cinco chicas que quedaron después de la criba. Y, al cabo de seis meses de entrenamiento, Valentina fue la única chica que quedó en pie. Pasaron dos años y Valentina consiguió cumplir su sueño. Y el dieciséis de junio de 1963, una mujer, llegó por primera vez, a ver el espacio exterior. Lo que fue todo un logro celebrado en cuanto Valentina llegó de vuelta a la tierra después de setenta horas en el espacio.

Biblioteca del IES Cantabria.

¡Aviso importante a todos los lectores! A partir de aquí, la historia de Valentina Tereshkova puede mostrar ligeras diferencias con la historia que todos podéis conocer, que fue la versión que decidieron mostrar al público los gobernantes de la Unión Soviética, dado que la historia real era altamente confidencial y nadie se la iba a creer.

Según los cálculos de la Unión Soviética, Valentina se quedaría orbitando durante tres días alrededor de la tierra, pero los cálculos salieron mal y Valentina se estrelló de lleno contra la luna, que soltó un quejido de dolor. Valentina salió del cohete que la había llevado hasta allí y fue a investigar. Pronto se dio cuenta de que su cohete no iba a poder volver a la tierra por el impacto que había causado el choque y empezó a llorar, pero entonces, al cabo de varios minutos, paró, porque había escuchado otro llanto, que parecía el de una niña pequeña. Pensó que serían alucinaciones, pero aun así fue a investigar.

Después de andar un rato, encontró a una chica que vestía un vestido de vuelo blanco y estaba bailando. Valentina se escondió en un cráter y la espió de lejos. La escuchó llorar y lamentarse mientras que hacía los pasos de ballet a la perfección. Entonces la chica paró, miró a su alrededor y se acercó al cráter donde se escondía Valentina y la sacó de allí rápidamente. Luego, siguió bailando como si nada. Valentina miró hacia el cráter y entonces sí que se asustó, un grupo de extraterrestres la miraban desde abajo. ¡Valentina había estado aplastando su nido!

Se disculpó y se alejó corriendo sin mirar atrás y en ese momento se chocó con la chica de antes, que la observó con una mirada fría como el hielo, que la dejó un tanto descolocada. Entonces la chica empezó a bailar otra vez, como si estuviera obligada a repetir lo mismo una y otra vez, sin paradas ni distracciones. Cuando Valentina intentó hablar con ella, la chica solo empezó a bailar de nuevo, pero esta vez, Valentina se fijó en que sus pasos dibujaban letras en el suelo y la palabra que la joven había escrito, se entendía a la perfección “Sígueme” y Valentina la siguió, caminaron y bailaron hasta que llegaron a un palacio hecho de plata, que se erguía de modo que solo lo podías ver si te colocabas de perfil. Entraron y la chica obligó a Valentina a quitarse el traje de astronauta. Y de pronto, una silueta apareció frente a ellas. Valentina la reconoció por los cuadros antiguos, ella era Diana, la diosa de la luna y la que, según Aysel, era su captora. Diana agasajó a Valentina con regalos y con comida que habían robado del cohete. La ofrecieron el cuarto de Aysel como ofrenda y Aysel durmió junto a la caldera, mientras que Valentina pensaba en su cuarto de la luna cosas como ¿Qué hará esa chica aquí? No le sonaba que hubiese habido otra cosmonauta antes que ella y después de tanto pensar, se acordó de algo que le dijo su madre un día, una chica con el cabello como la plata y ojos turquesa, había desaparecido treinta y cuatro años antes de que ella naciera y Valentina pensó en que Aysel era esa chica y que nunca desapareció. ¡Diana se la llevó!

Valentina se levantó de golpe y planeó una huida que al día siguiente le comentó a Aysel. Le dijo como había llegado a esa conclusión y cómo planeaba huir. El único problema era el cohete. Aysel le dijo a Valentina que no se preocupara, que ella tenía una solución, y al día siguiente, ya tenían el cohete reparado y una hora más tarde se disponían a marcharse cuando una sirvienta le entregó algo a Aysel. Una roca lunar, para que nunca se olvidara de la luna.

Valentina y Aysel se metieron en el cohete, pero en cuanto despegaron, Aysel se empezó a encontrar mal. Valentina dejó que fuera al pequeño baño que había en el cohete y entonces Aysel vomitó, pero no vomitó comida, sino que vomitó a la diosa Diana. “Tú no te vas de aquí, Aysel. Nos prometiste que bailarías para nosotros todo lo que te quedaba de vida y si ya no vas a bailar más para nosotras, supongo que tu vida se acaba aquí”. Y con esas palabras Diana apuñaló a Aysel en el estómago y esta empezó a desangrarse. Para cuando llegaron a la tierra, Aysel había desaparecido y lo único que quedó de ella era una roca lunar, que Valentina guardó siempre de recuerdo en su casa y cuando la preguntaban por ella, Valentina siempre contestaba lo mismo: “Me la regaló la única amiga a la que no pude salvar”.

Hace cincuenta y nueve años que esto sucedió, pero Valentina siempre mira hacia la luna por la noche, por si acaso hay una bailarina que danza en la superficie lunar, escribiéndole con pasos de ballet un te quiero y un adiós.

 

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https://historia.nationalgeographic.com.es/a/valentina-tereshkova-la-primera-mujer-en-el-espacio_14398