‘Es el amor que pasa’ es uno de los once poemas que ha escrito Carmen Gutiérrez, estudiante del IES Santa Clara, y que comparte en ‘Red-acción’.

 

ES EL AMOR QUE PASA

Y vino la muerte rosada, vestida,
sólo de tiempo lentísimo,
apretadamente la vida a golpes de mar
trajo hierbecillas saladas, lejanos mensajes,
miedos, voces, jadeos, fechas.
Los amantes, sentados, absortos, ausentes,
la conocían bien, mientras su amor
deshojaban como otoños.
de pronto, una propensión al recuerdo,
el aroma gris, la mano tronchada,
alargó la tarde y dejó briznas de sombra
sobre sus ojos intactos.
«Pero no puedes contener el amor que
llega como el alba». Oyeron.
La piedra arde en sus manos durísimas
y lágrimas recogen,
silenciosamente…
Y vino la muerte llena de frutos
que maduran los días. El mar cae
infinitamente como un cuerpo y
los amantes besan, veloces, las últimas luces.

«Es tarde». Oyeron. Beben los labios brumas,
pasados que la fuente borbotea.
Conocen sus pasos los caminos
Que dejaron otros.
Ecos,
Lluvias acaso que lamen el mar
Y rompe su tersura, la piel
Dorada que ellos confunden;
Verticales horizontes que limitan.
Pero no sesgan sus brazos
la sombra rosada que se acerca
y pide júbilos, alegrías, presagios;
a punto de saltar como el tigre oculto
en la hora amarga, aquella casi completa
a lomos de extraviados
relojes.
Crece sobre la roca el miedo y suena.
Conocen el brillo de palabras no dichas,
los amantes. «Pero no puedes contener el amor
que llega como el alba». Mueren
las últimas gotas.
Desnudos surcan como náufragos adioses.
«Déjame que te ciña como el viento».

Aprisionan sus cuerpos,
rasgan sus labios contra
el hueso.
Aves aprietan sus sienes dejándoles
olor a luz lánguida.
Caída luz cansadísima que despide
un sol ciego

Nunca es tarde y no importa
La agonía de aquellas estrellas
Que cerrarán sus ojos cuando
Los amantes,
Deshechos, sean raíces, piedras, árboles, lunas.
Porque la creación toda espera
Las ubres poderosas que el amor,
El siempre deseado necesita y va
De pecho en pecho
Buscando su dominio, el lugar donde
Un corazón tirita abandonado.

OTRA SOLEDAD

Otra soledad aquí su aposento,
extendida,
poseyéndome abre su boca
y penetra mi sed: ariete, filo, espada.
Frío solo, lejanamente,
llama. Dentro la sangre
y su torrente, despacio como la nostalgia
entrándome…
Pero, ¿dónde esos fuegos,
promesas, anillos que rodaron,
tintas, estampas?
¿Dónde habita, esta noche de hielos,
el beso que no me diste,
confundiéndome?
El odio arrasa, es tiempo
amontonándose sobre la almohada
vacía que no soporta el peso
del aire, la exigencia diaria que
calendarios tristes
destilan.

Voy buscándote
a tientas, noche, sombra,
diadena que pusiste
al mundo hostil que no te conoce
y araña registros,
vientos hábiles,
inasibles papeles,
sellos que me señalan,
te nombran duplicados y minuciosa-
mente ebrios.
Muertos y más muertos van poblándome,
inocencias que dejaron sus años
sobre este caracol soberbio que
medita.

 

 

SOLEDAD EN LAS MANOS

¿Esperan mis manos abarcarte
como el mar, una y otra vez, vuelve
su rostro hacia la roca
que no escucha su lamento largo?
La tierra, el guante negro de la tarde
es abismo donde la caricia
hunde en los cuerpos fugaces
el ansia creciendo en los bolsillos
devastados.
El tiempo sonríe, mueca
aguardándome como muerte.
El beso que no me diste
lágrimas agita, sombras, mapas
desolados.
Pero tú, desnuda fuente, mármol
fluido, increpas,
invocándome. No hay respuesta
y el silencio somete tu imperio
de caricias.
El cansancio es hojarasca
que aventas,
el humo y su tersura.

La mano es anuncio, ámbito redondo
donde caer
como la hoja silente que pisas,
ignoras ávidamente.
Una sucesión de abrazos vertiginosos
Instala sobre los relojes
la lluvia.
Pero la noche va escrutándome;
abro las voces otras que
cubren este silencio o clamor,
huyen, estrellan sus ecos
contra las paredes
ojerosas
y manchan delicadamente
las vocales mi tristeza.

 

VIENE LA SOMBRA

Más tarde se le caen sombras
al día y
los tejados desmelenan volutas
de humo.
Regresas torpemente, como si te borrara
el camino y nadie
te supiera, oh forma que gime
y espera.
¿Hasta cuándo? ¿Qué esperas?
Viene la sombra y te da la mano.
Llega el olvido y te da la espalda.
Pero tú sigues andando.
Tocas, acaricias restos de luz
o violetas que escalan muros,
torres, islas, azoteas.
Harapos de un sol joven que ignora
la noche.
Alguien se acerca y tizna tu brazo
que sólo abrazase
sombra.
Articulas, esbozas, bostezas
acaso palabras, sonrisas, gestos;
dulces, románticos luceros dejan
sal o nieve por tu mejilla.

Pequeñas gotas tiemblan,
caen quemantes de tus ojos;
lunas desprendiéndose.
¿Lloras?
¿Qué esperas?
La luz te llama o palpita
Adentrándose.
Bebe tu sombra que oprime
Envolviéndote.
¿Qué busca?
¿Qué espera?
Nombrándote entre todos busca y
espera.
Noche. Sombra. Humo. Violeta.
De pronto llueve luz, la sangre
canta y el camino te borra
como si nadie te supiera,
oh pobre corazón
buscándose…

 

 

CUERPO APENAS IDO

Yo terco persigo, terco como agua
apresada
y tú enseñas dientes,
brazos, cabeza, acantilados,
árboles desnudos que buscan
mi sola levedad de rama
que musita.
Yo terco acerco los ríos y
tú dices: «Lucero, aurora,
jueves al mediodía».
Vamos perdiendo escamas,
pájaros, tarjetas y declino
brumosamente
como verbo oxidado y
transitivo.
Pero tú demoras miradas y lánguidos
Adioses
caen como plumas.

 

CUERPO APENAS

Vientos doblan torres,
visten hojas de otoños
imprevistos.
Mírame, soy apenas una sombra
diminuta, un minuto, nada que
tocas y dejas.
Diálogo de un desasosiego conocido
por aquella cascada de tu risa
entonces
cuando era grato cabalgar a lomos
de olas frías y candentes.
Cuerpos o continentes desolados.
Diálogo de un desasosiego que
Permanece como el día
efímero,
gastada luz en la memoria arrebatada
como un cuerpo que no sabe
vencer la angustia de estar
vivo sin agotar silencios,
bruñir lágrimas,
afilar con labios temerosos
palabras terribles: amor, paz, esperanza.

 

AMOR O ABISMO

Quería amarte impecablemente.

Vientos duros me ciñeron
las manos.
Así la hoguera se consume
salpicando cenizas y guedejas,
el mar trajo brasas.
Consume el fuego desvaído
esta noche o tristeza o pendiente.
Quería el amor ser
conocimiento
que todo lo creara: mar, nube,
viento, isla, baile
infinito que diera
al ocaso una melena luminosa y
frenara el ímpetu
de la sombra.
Pero me ofreciste tu abismo
cuando quise abrir aves o párpados y
sólo el infinito
fue tu llegada.
Estrellas me llovieron la piel
aterida.

Águilas ciegas surcaron mi sangre.
Voces remotas,
como reflejos larguísimos
habitaron los huecos de mi traje.
Así la hoguera,
espiral rodante,
anaranjado racimo trajo un olor
a poniente que crecía en tus brazos
queridísimos,
luces tibias que huyen extendidas,
restos palpitantes que tocan
un sol moribundo.

 

CUERPO FINAL

Límite, contorno de mar
apresado
por la fuerza inabarcable de otro
mar que bebe cielos vacíos.
Cielos poblados por peces
vertiginosos
que buscan lecho para su sola
codicia amarga.
Ávidas fauces de pavoroso mar sobre
otro frágil que pasea sus ríos
oscuros
por avenidas donde mueren
hombres o gargantas que mugen,
acaso elocuencias
vanas, secas, voces
silentes que sólo la sal conoce.
Cuerpo final que desata
oleajes
desgajados de otro mar
sin espumas…

 

 

DÉJAME

Déjame la noche, el silencio, la roca
que siente,
el miedo de ser y andar
entre tus brazos cuando
te alejas como el día y
manchas sombras
balbucientes.
Pero noche, silencio, roca que
ya no siente,
te conocen y preguntan,
porque tú les hiciste
mirándoles,
piadosamente mientras dejabas
mi mano en el crepúsculo,
como el mar deja las orillas
crepitantes
y vuelve para seguir ausente
en otras tierras.
Ah, ésas sombras por tu luz
Manchadas traen noches a lomos
de horas hendidas,
perfiles de un mundo que no
amanece jamás.

Sombras que balbucean
Insomnes,
frentes desvanecidas,
insolubles ojos que acometen
oscuridades y piden
lumbres que tú alimentas,
destejes, precipitas abrazando
caminos que acaban en un cuerpo.

 

 

SOLEDAD TUYA

Porque sabe tu recuerdo
Lejanísimo a tristeza crecida.
Vastedad que entra por la estancia,
hilo de llanto,
olor que asiste y cabecea
los muros humeantes que agreden como
idilios muertos.
Porque la soledad es presagio
de vísperas desoladas.
Soledad nuestra.
Soledad tuya como breve oquedad
sobre un labio quemante.
¿Por qué es tuya la luz que
invocas y nace y agoniza?.
Sed de luz me dejas,
Oscuramente.
Nadie conoce tu mar,
el movimiento,
la huella de un astro o criatura
luminosa que anuncia beso.
Dime el secreto de tu hondura
para serte viento, catástrofe,
lucero que camina
espacio sin sombra.

 

AHORA

Lluvias bajo el brazo trae
el día que me diste;
minutos perplejos, inclinados,
ateridos.
Piedra, sangre, silencio por mis
manos irrumpen,
buscándote,
mientras arrojo relojes de sol y
fluyen sombras…
Un mar exhausto me dejaste
que gime todavía.
Ahora, tiempo, dolor,
golpean estas palabras que no
serán río,
porque la dicha aleja la luz
como el amor cuando pasa

 

Trabajo original