Reflexión sobre diferentes aspectos ecológicos, partiendo del acontecimiento de la ballena aparecida en la playa de Oriñón.

Apenas pasaron unas semanas del varamiento de la ballena en Oriñón, los biólogos que llevaron a cabo la autopsia del animal anunciaban, que la ballena, un estupendo ejemplar de la familia de lo rorcuales, no había muerto por causas naturales sino por asfixia al ingerir plástico en alta mar vertido por algún barco o desde la costa por algún descerebrado, esto hizo que cuantas personas habían visto al animal debatirse entre la vida y la muerte, en aquellas personas que trabajaron incansablemente durante varias horas para mantenerlo con vida y también en los que leímos la noticia en los periódicos de la región, comprobáramos a las pocas horas entre resignados y escépticos que el animal había muerto por culpa de la ignorancia de algunos hombres de este planeta que todavía no se han dado cuenta de que no vivimos solos.

Cantabria fue en su tiempo mar de ballenas, muy abundantes en nuestras costas y de las que se extraían y utilizaban todas sus partes, pero mal fue el momento cuando algún avispado hombre cayó en la cuenta de cuanta riqueza podía darle tal animal. Se empezaron a hacer cazas indiscriminadas de los grandes cetáceos, se empezaron a matar por cientos, más tarde y por la demanda del mercado por miles, grandes barcos llenos de valerosos y fuertes hombres de mar salían todos los días a faenar cerca de las costas y llevar a puerto tan preciada carga. Pero cada vez menos marinos tenían que salir pues empezaba a escasear la pesca. Una vez más la codicia del hombre daba sus frutos.

Lo que antaño pasó en Cantabria está empezando a ocurrir en otras partes del planeta que no han hecho caso de las protestas razonadas de gentes y de ONG’s, que recomiendan incansablemente a los gobiernos que si no suprimir por lo menos reducir la pesca de los colosales cetáceos marinos.

Hasta las costas cántabras se acercan muchos cetáceos aprovechando el ramal de la corriente del Golfo, por lo tanto encontrarse a uno de ellos varado en nuestras costas no es algo tan inusual. Así entre noviembre y febrero multitud de delfines y pequeñas focas mueren en los arenales o si se avisa a algún grupo de gente y su peso no entraña gran dificultad, son devueltos al mar.

En Cantabria se producen una media de doce varamientos al año, de los cuales el estupendo museo marítimo con el que contamos archiva una ficha con cada caso. No hay que olvidar que el museo marítimo de Cantabria es el único centro del norte de España que se dedica al estudio de los grandes mamíferos en peligro de extinción. En nuestro museo se guarda el mayor esqueleto de ballena del mundo: 24,5 metros, extraído de una ballena que encalló al norte de Cabo Mayor en 1896.

La gente que conocía un poco la historia de lo varamientos en las costas del Cantábrico, comentaba de un varamiento el año pasado en Mioño, que a pesar de los esfuerzos de la gente por devolverlo al mar, volvía una y otra vez para dejar su vida en la playa, quizás para intentar concienciar al ser humano de lo que está haciendo con el planeta, pero hacemos oídos sordos a los problemas del medio ambiente. Espero poder decir a mis nietos que las ballenas que quizás abunden en el futuro, eran escasas en el pasado y que gracias a los esfuerzos del hombre las hemos conseguido recuperar, así a las ballenas como tantos otros animales en peligro de extinción que hay. Espero que todos nos concienciemos y que todos juntos luchemos por un mundo mejor y mas limpio. Que todos juntos podamos disfrutar de una naturaleza virgen como la que antes existía.

 

Trabajo original