Con el tema ‘Seguridad digital’,  los trabajos del III Concurso InterAulas de periodismo escolar podían presentarse tanto en formato literario como periodístico. Pedro Solana, alumno de 4º de ESO del colegio San José de Santander, participó con este relato de ficción sobre un detective privado que debe enfrentarse a nuevos desafíos para protegerse de los delincuentes digitales. 

La lluvia caía incesante sobre las calles de Madrid, formando charcos y reflejando las luces de los faroles en una danza irregular. Juan Torres, el detective privado, estaba sentado en su despacho, absorto en la lectura de un viejo libro de Agatha Christie cuando sonó su teléfono.

Al otro lado de la línea estaba Carlos Gómez, el empresario más importante de la ciudad, con una preocupación que hizo que Torres se levantara de su asiento de inmediato. Los ataques cibernéticos a la empresa de Gómez habían estado aumentando en número y en sofisticación, lo que lo había llevado a buscar la ayuda del detective.

Sin embargo, la seguridad cibernética no era el fuerte de Torres, por lo que decidió llamar a su socio, Javier, un experto en tecnología. Después de un breve intercambio de información, Javier se sumergió en el sistema informático de la empresa, buscando las vulnerabilidades que los hackers podrían haber utilizado para entrar.

Con habilidad y astucia, Javier descubrió que los hackers habían utilizado técnicas de phishing para engañar a los empleados de la empresa y obtener sus credenciales de inicio de sesión. Torres y Javier trabajaron juntos para rastrear a los hackers, siguiendo pistas electrónicas que los llevaron alrededor del mundo. Descubrieron que eran un grupo internacional de hackers que buscaban información valiosa para vender en el mercado negro.

A medida que avanzaba la investigación, Torres y Javier se dieron cuenta de que el tiempo apremiaba, y que debían actuar rápidamente para detener a los hackers y proteger la información de la empresa. Para ello, idearon un plan coordinado que utilizó la misma técnica de phishing que los hackers habían utilizado para obtener información sobre ellos.

La tensión estaba en el aire mientras esperaban el momento adecuado para atacar. Pero cuando llegó, el plan funcionó a la perfección, y Torres y Javier lograron identificar y detener a los hackers. Trabajando en estrecha colaboración con la empresa, fortalecieron su seguridad cibernética para prevenir futuros ataques.

Cuando todo acabó, Carlos Gómez expresó su agradecimiento a Torres y Javier por su trabajo incansable y su enfoque innovador para resolver el problema de seguridad digital de su empresa. Torres sonrió con orgullo mientras contemplaba la ciudad que aún seguía siendo bañada por la lluvia, pensando para sí mismo que, aunque la tecnología avanzaba a pasos agigantados, su deber como detective privado seguía siendo el mismo: encontrar respuestas y proteger a sus clientes de cualquier peligro, incluso si ese peligro estaba en el mundo digital.

Mientras reflexionaba sobre la complejidad de la seguridad cibernética, Torres miraba por la ventana de su despacho, viendo las calles de Madrid bañadas por la luz del sol. La ciudad era un crisol de culturas, historia y tecnología, una mezcla fascinante de lo antiguo y lo nuevo que reflejaba la evolución constante del mundo en el que vivía.

En su mente, Torres imaginaba las intrincadas redes de datos y algoritmos que se extendían por todo el mundo, un laberinto de información y tecnología que parecía estar siempre cambiando y adaptándose. Sabía que, como detective privado, tenía que mantenerse actualizado sobre las últimas tendencias y técnicas en seguridad cibernética, pero también se dio cuenta de que su conocimiento del mundo físico y de las relaciones humanas era igualmente importante.

A medida que profundizaba en su estudio de la seguridad cibernética, Torres se sorprendía por la complejidad y la sofisticación de las técnicas utilizadas por los delincuentes digitales para infiltrarse en los sistemas informáticos. La tecnología estaba evolucionando tan rápidamente que parecía casi imposible estar al día con todas las últimas tendencias y herramientas.

A pesar de todo, Torres estaba decidido a no perder la conexión con el mundo físico. Sabía que su experiencia en las relaciones humanas y en la investigación tradicional seguía siendo esencial para su trabajo, y que la tecnología nunca podría reemplazar completamente su intuición y habilidades de investigación.

Trabajando en estrecha colaboración con la empresa de Carlos Gómez, Torres implementó nuevas medidas de seguridad cibernética y actualizó su propio conocimiento y habilidades en ese campo. Se sumergió en libros y artículos sobre seguridad cibernética, asistió a conferencias y se conectó con otros expertos en tecnología para intercambiar información y aprender de ellos.

A medida que su conocimiento y experiencia en seguridad cibernética crecían, Torres se dio cuenta de que su trabajo como detective privado había evolucionado, y que había un nuevo conjunto de desafíos que debía enfrentar. Pero, con su determinación y compromiso, estaba seguro de que podría mantenerse a la vanguardia de la seguridad cibernética y seguir protegiendo a sus clientes, ya sea en el mundo físico o digital.

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