Aurora, estudiante de Bachillerato del colegio La Salle de Santander, relata cómo fue el viaje de estudios a Portugal realizado el pasado curso. No faltaron los recorridos por las calles de Lisboa, la visita a Santa María de Belém o los rincones más emblemáticos de Oporto.
Nuestro viaje a Portugal tuvo todo lo que se puede esperar de un viaje y más. Llegamos a Lisboa el lunes, 1 de abril, y el martes recorrimos la ciudad, disfrutando del trazado irregular de sus calles y de las maravillosas vistas de los numerosos miradores. No habríamos podido disfrutar de la singular belleza de la ciudad sin la ayuda de nuestros dos guías Bruno y Bernardo que, incluso, nos recomendaron los mejores sitios para comer y nos dieron algún que otro consejo para poder disfrutar de la ciudad como un local. Sin olvidar los pasteles de nata, que probablemente fueron lo mejor de todo el viaje.
Pese a que llovió por la tarde, pudimos aprovechar para explorar otros sitios no tan frecuentados de la ciudad como la estación central de trenes y el hotel Palace, protagonistas de las historias de espías en el país durante la Segunda Guerra Mundial.
Al día siguiente vimos la zona de Belém, pasando por el Monasterio de los Jerónimos y la famosa Torre de Belém. Fue particularmente bonito el paseo por la bahía desde el que se veía a lo lejos Lisboa. Para la comida ese día volvimos a pasear por la ciudad y vimos cómo el sol aumentaba el bullicio en unas calles repletas de gente procedente de todos los rincones del mundo.
Oporto no se quedó atrás, con su paseo por el río Duero bajo sus conocidos puentes, disfrutando de sitios tan emblemáticos como la librería ‘Lello’ o su catedral, además de, por supuesto, otra considerable cantidad de pasteles de nata. Por la tarde pudimos disfrutar de la ciudad que se encuentra en la otra orilla del Duero, Gaia, con un precioso paseo desde el que se podían ver los rabelos, embarcaciones típicas de la ciudad que, después de ver en forma de imanes en todas las tiendas de souvenirs, nos pareció imprescindible observar en vivo y en directo.
La llegada al hotel ese último día vino acompañada de una sensación agridulce, porque teníamos ganas de descansar pero ninguno quería que el viaje terminase. No obstante, pese a todas estas experiencias fascinantes, al final, de lo que más nos acordaremos, será de la experiencia que compartimos con nuestros compañeros y profesores.
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