Proyecto Hombre nace en 1984 para ofrecer soluciones en materia de tratamiento y rehabilitación de las drogodependencias y otras adicciones. Es una organización formada por 27 centros que atienden anualmente, en toda España, a más de 16.600 personas con problemas de adicciones y a sus familias. Decidimos entrevistar a Eloísa Velarde, una pedagoga nacida en Torrelavega que es la directora de Proyecto Hombre de Cantabria.
Pregunta- Háblanos un poco de ti, tu trabajo y la labor que haces aquí.
Respuesta- Yo soy la directora de Proyecto Hombre. Proyecto Hombre es una entidad o una ONG que se dedica al tratamiento y la rehabilitación de personas con problemas de adicciones. En Proyecto Hombre Cantabria la entidad jurídica que nos sustenta es la fundación CESCA. Yo estoy a servicio de la fundación CESCA, que es una fundación canónica presidida por don Manuel, el obispo, y formada por una serie de personas a las que se les pidió que formaran esta fundación para dar respaldo a Proyecto Hombre. Mi trabajo como directora es gestionar, coordinar y ser responsable de todo lo que hay aquí, aunque trabajamos en equipo y yo soy una más de todos los profesionales y personas que están aquí, como algunos voluntarios, que hacen muchas funciones necesarias para Proyecto Hombre y pueden llegar a transmitir todas esas cosas que a veces los profesionales no sabemos a las familias o a las personas que acuden aquí.
P- ¿Cómo tomaste la decisión de comenzar a trabajar aquí?
R- Yo he estado trabajando aquí en dos etapas. La primera vez fue cuando abrimos Proyecto Hombre y yo formé parte de las personas que nos formamos para inaugurar y formar Proyecto Hombre Cantabria. Fue en la época en la que la heroína era como una epidemia, es decir, un gran problema. Yo con este asunto ya estaba sensibilizada porque yo ya había trabajado en este tema y además tenía muchas personas cercanas que tenían este problema. Entonces cuando me hablaron de formar parte de Proyecto Hombre ni me lo pensé. Después estuve un tiempo fuera de Proyecto Hombre trabajando en otras cosas como en protección de menores y posteriormente me llamaron para ver si quería ser candidata a dirigir Proyecto Hombre. Como ya lo conocía decidí comenzar otra etapa de mi vida y decidí presentarme. Yo trabajo aquí porque me gusta, es en lo que he trabajado siempre, me manejo bien y creo que puedo aportar bastantes cosas. Además, el resto de personas que trabajamos aquí y yo debemos de tener cierta sensibilidad o vocación y tenemos que saber desconectar, ya que trabajamos con personas dañadas y que han sufrido mucho.
P- ¿Cuántos años llevas trabajando aquí?
R- Como directora voy a hacer ya cuatro años, aunque, como ya os dije, yo estuve antes aquí cuando se decidió empezar con Proyecto Hombre.
P- ¿Cómo es el equipo de personas que estáis ayudando a las personas que acuden aquí?
R- El equipo humano que trabaja aquí está formado por personas profesionales contratadas y también hay un grupo muy grande, alrededor de 50 personas, que son voluntarias.
P- ¿Cuál es el perfil de las personas que acuden a Proyecto Hombre?
R- Es muy distinto, aunque todas son personas que tienen un problema de adicción o un uso abusivo de alguna adicción que puede ser alcohol, cocaína, cannabis, heroína…También trabajamos con personas que tienen una patología llamada ludopatía; es decir, que son adictos al juego, a las máquinas tragaperras, al póker online, a las apuestas deportivas… Tenemos un tratamiento específico para eso. Otro perfil son las familias de personas que tienen algún tipo de problema.
P- ¿Alguna vez habéis tenido algún problema grave o algún conflicto con alguna de las personas que acuden aquí?
R- Curiosamente no nos ha pasado prácticamente nada, por lo menos en los años que yo he estado aquí. La gente que viene aquí viene pidiendo ayuda. Puede llegar alguien el primer día o el día que entra aquí en malas condiciones; es decir, viene “colocado”, bebido, agresivo… Normalmente esas cosas se manejan bastante bien y prácticamente te diría que no han pasado, porque esto es un sitio de acogida, donde se ayuda y desde que entran por la puerta la persona que les recibe es el voluntario que está en recepción. Nosotros les formamos y hay que tener cierta sensibilidad para tratar todo esto. Alguna vez sí que nos ha pasado, como mucho, que llega alguien en malas condiciones y aunque venga pidiendo ayuda o una cita le decimos, con todo el respeto, que no es el momento y que venga otro día. Y, como os dije, temas de conflictos o de agresividad aquí no les hay.
P- ¿Entre ellos tampoco tienen ningún problema?
R- No, es más, una de las normas que para estar aquí es imprescindible es ‘No violencia’. Es una norma para todos los tratamientos e incluso en los tratamientos que tenemos para gente externa; es decir, la gente que viene del CIS por algún mandato legal y viene aquí a hacer un programa que se llama ‘Cuenta contigo’, que es un curso que le mandan a las personas que han cometido un delito relacionado con las drogas. Si no cumplen esta norma de ‘No violencia’ ellos saben que es motivo de expulsión y de que no puedan estar aquí, pero la gente normalmente lo respeta. Os diría que normalmente lo que aquí se respira es muchísima calidez, cariño y cercanía.
P- ¿Cómo te sientes cuando ves que alguien sale de su adicción gracias a vosotros?
R- Siento muchísima satisfacción, pero te diría una cosa, no es gracias a nosotros, es a ellos. La metodología que aquí utilizamos es que cada persona que viene sea el protagonista de su proceso y consiga sus éxitos. Nosotros lo único que hacemos es poner la metodología. La satisfacción es muchísima, no solamente cuando acaba sino cuando ves a alguien cómo llegó y cómo está ahora, su cambio físico, su cambio conductual, su modo de vida, las cosas que está consiguiendo… E incluso cuando ves que llegan a mejorar sus relaciones familiares nos da mucha satisfacción y es lo que hace que creamos en cómo funciona este proyecto.
P- ¿Nos puedes contar el caso que te haya impactado más?
R- Muchos, todos impactan y todos dejan su huella. Quizás yo personalmente estoy más sensibilizada con el tema de las mujeres. Normalmente las mujeres aquí llegan con una mochila de mucha problemática, podríamos decir que por una perspectiva de género. Las mujeres que tenemos aquí están en el programa de alcohol y vienen ya con una edad avanzada, pocas vienen con 20 años, la mayoría tienen 40 o más. Ellas tienen muchas circunstancias en su vida que complican todo, el tratamiento, que puedan ver un poco de luz… Las mujeres vienen con historias de maltrato, de violencia de género, problemas con sus hijos… es decir, cosas muy delicadas que hacen que su proceso sea más difícil. Esto muchas veces hace que abandonen el tratamiento o que lo interrumpan. Eso es lo que más me impacta, el tema de las mujeres.
P– ¿Qué tipo de actividades o sesiones lleváis a cabo con la gente que acude aquí para superar sus adicciones?
R– Tenemos varios tipos de tratamientos. Las actividades que hacemos son, por un lado, prevención, que lo hacemos en los colegios y para ello tenemos un programa que se llama ‘Juego de llaves’, que es como un curso de formación para los profesores y, también, unos cursos para las familias.
Además, realizamos programas de tratamientos como el de comunidad terapéutica, que es el indicado para los que necesitan un cambio más conductual, de comportamiento… y no tiene que ver con que lleve más tiempo consumiendo o con que consuma mucho o poco. Tenemos también gente que tiene ludopatía, los cuales necesitan una contención y trabajar mucho su comportamiento.
Hay personas que están aquí de lunes a viernes y el fin de semana van a su casa con una programación y luego pasan a una fase que llamamos reinserción. También tenemos un programa llamado ‘Ambulatorio de cocaína’, que es para personas que mayormente su problema es la cocaína o también pueden tener problemas con otras sustancias, como el alcohol o el cannabis. Estos vienen dos veces a la semana a una sesión grupal, el grupo es un instrumento importante en nuestra metodología, y en ocasiones vienen a intervenciones individuales. Tenemos un programa de alcohol y otro de ludopatías y, aparte, tenemos un programa que es también ambulatorio pero es de una sesión a la semana y es para personas que no están muy motivadas todavía e intentamos trabajar su motivación para que hagan algo más importante y posteriormente pasarían a cualquiera de estos tratamientos.
Tenemos un montón de tratamientos penitenciarios, es decir, que se realizan en ‘El Dueso’ con personas que tienen alguna medida judicial que no sea estar en la cárcel sino que sea hacer un trabajo en beneficio de la comunidad. El juez sustituye el que no entre en la cárcel esa persona por hacer un trabajo con nosotros y como su delito está relacionado con el consumo hace un tratamiento. Hay un tratamiento penitenciario para mujeres y vamos al módulo donde están las mujeres reclusas y las atendemos, ya que en la cárcel también se consume. Tenemos otro tipo de tratamientos de atención a las familias y hay dos programas relacionados con esto; uno es para padres y madres que tengan hijos o hijas con problemas de adicción, estén viniendo aquí o no estén viniendo aquí. Muchas veces nos vienen a pedir ayuda las familias sin que venga el susodicho y, después de una serie de intervenciones, les damos unas pautas para intentar ayudar a esa persona que lo necesita. Y, por otro lado, también vienen parejas y nos cuentan que necesitan nuestra ayuda para que su pareja deje su adicción a un lado.
P- ¿Cómo es el recorrido de una persona desde que entra aquí hasta que sale?
R- Lo primero que se trabaja en todos los tratamientos es la parte del comportamiento, además de la emocional; es decir, el cómo se siente para que pueda aprender a conocerse a sí mismo. Lo segundo que se trabaja es la parte de su pasado y la parte existencial y al mismo tiempo, paralelamente, se trabaja con su familia. Una de las primeras cosas que se piden es que la persona a la que se le aplica el tratamiento venga con una persona de su familia, ya que es muy importante en el tratamiento, porque la familia también tiene que cambiar. Una vez finalizado el tratamiento lo que se hace es un seguimiento de esa persona para controlar si le va bien o le va mal.
P- ¿Ha influido o a cambiado algo en tu vida trabajar aquí?
R- Sí, me ha influido. Lo primero que he aprendido es a no juzgar a las personas y, también, todo esto te afecta en la sensibilidad hacia todo este tipo de problemática. Además, conocer a tanta gente con diferentes tipos de problemas te abre las miras para todo, como por ejemplo para tu vida personal. Una de las cosas más importantes que me han enseñado todos estos problemas es que se puede salir de cualquier situación.
P- ¿Cómo ayudáis a las familias de las personas que acuden aquí?
R- Hay dos programas específicos, pero lo primero que se les pide es la implicación en el tratamiento de su hijo, hija, pareja… Y a veces vienen solos. Por ejemplo, una persona que viene porque tiene un hermano que no quiere venir a Proyecto Hombre pero está consumiendo y el familiar ya no sabe qué hacer. Nosotros ante estas situaciones les damos pautas de lo que tienen que hacer y así poder ayudarles. Una vez se ha conseguido, en cuanto vemos a otras familias con problemas parecidos ya sabemos cómo actuar con la persona afectada y su familia y nos facilita bastante nuestro trabajo.
P- Si veis que una persona reacciona de forma agresiva, ¿cómo le tratáis y qué haríais con esa persona?
R– Lo primero, es una norma de hasta posible expulsión. Si ocurre aquí dentro, por ejemplo, imaginaos qué pasa en un grupo o en una sala. Lo primero es salir de ahí. Lo que haríamos sería interrumpir el tratamiento. Pero no te hablo del primer día cuando estamos aquí, que por supuesto si pasa le decimos: “Oye, mira, lo siento, en esos términos no puedo hablar contigo”. Pero si ya está en un tratamiento o en un grupo y ya es un motivo de interrupción del grupo, entonces a esa persona se la saca y es como que rompe el contrato con nosotros, porque ha incumplido la norma, y se hace una intervención individual. Porque si esa persona funciona así es porque tiene un problema de impulsividad, con su manera de querer conseguir siempre las cosas montando la bronca. Entonces lo que hacemos es trabajar precisamente esa conducta.
P– ¿Recibís ayudas económicas de particulares o gubernamentales?
R- Sí, somos una ONG que vivimos a base de subvenciones de la Consejería de Sanidad, del IRPF… Además, también recibimos ayudas de la Fundación Botín, del Ayuntamiento de Santander, de Cáritas… Dependemos de muchos tipos de aportaciones
P– En este centro, ¿hay más mujeres o más hombres?
R– Hay más hombres. A una mujer, por estigma social, le cuesta más reconocer que tiene un problema; es decir, reconocer que tiene una adicción le cuesta mucho más que un hombre y ellas piensan que está muy mal visto. También está mal visto en los hombres, pero es que en una mujer todavía más. Las personas que no tenemos problemas lo vemos como algo positivo el pedir ayuda, pero para ellos no.
P– Sobre las edades, ¿vienen menores de edad?
R– No vienen porque no tenemos ningún programa para menores, por lo que por aquí pasa gente desde los 18 años hasta 60 o más. Lo que hacemos es atender a las familias si vienen con un problema con su hijo y este es menor.
Nosotros: Ya hemos terminado, muchísimas gracias.
Eloísa: Gracias a vosotros, chicos.