‘Sígueme, no pierdas el ritmo’ fue el lema escogido para celebrar este año una nueva edición del Encuentro de la Canción Misionera, que reunió en Soria a más de 600 jóvenes de toda España. Los escolares del colegio San Vicente de Paúl, que representaron a Cantabria en este evento, escriben cómo vivieron la experiencia.
La asociación Cristianos sin Fronteras organiza todos los años los encuentros de la Canción Misionera, donde colegios, parroquias y diferentes grupos presentan sus canciones preparadas para este festival, siguiendo un tema concreto que se escoge cada año (en este curso el lema ha sido ‘Sígueme, no pierdas el ritmo’).
Un año más, nuestro centro ha querido hacerse presente tanto en el festival a nivel diocesano como en el nacional que se ha celebrado en Soria el pasado fin de semana. A pesar de lo largo que resultaba el viaje, nuestros alumnos y sus animados padres no quisieron perderse este acontecimiento que para nosotros, como centro vicenciano y por tanto con espíritu misionero arraigado, empieza a ser tradicional.
Acompañados de tres profesoras del centro, el sábado por la mañana salió desde el colegio, muy tempranito, un autobús cargado de ilusiones para presentar en Soria nuestra canción: ‘Jesús, música en mi interior’.
Una vez llegamos a Soria, el equipo de CSF nos recibió y acreditó y comenzó la fiesta junto a 14 grupos que habían llegado a la ciudad castellana desde diferentes puntos de España. Tras el fantástico recibimiento, después de haber paseado por Soria y haber comido, a primera hora de la tarde llegó el gran momento -qué nervios-: el festival.
Una vez finalizadas las actuaciones de los diferentes grupos, pudimos seguir visitando la ciudad. Antes de finalizar la jornada, y a pesar de estar un poco cansados por el madrugón y la emoción del día, acudimos a la Vigilia que la organización había preparado.
Tras ella, ya nos fuimos a descansar a la parroquia que nos había cedido sus instalaciones para pasar la noche. En sus dependencias, y al calorcito (ya que el día había sido un poco frío en tierras castellanas) pudimos poner nuestras esterillas y sacos y prepararnos para descansar aunque, como bien podéis imaginar, eso de pasar la noche juntos llama más a pasarlo bien que al descanso.
Al día siguiente, tras un fantástico desayuno que la organización nos tenía preparado, acudimos a la Eucaristía de envío y emprendimos el viaje de regreso, esperando que no sea la última vez que podamos vivir una experiencia similar.