Tercera entrega de los trabajos con los que el alumnado de Secundaria del colegio San José de Santander participó en el II Concurso InterAulas de periodismo escolar. En este artículo publicamos los textos de Marcos Corrales, David San Ceferino, Adrián Lamo, Hugo Gozalo, Irene Romero, Samuel Altamiranda, Víctor Bezanilla, Andrea Sobrao y Pablo San Emeterio.

LA PESADILLA
Marcos Corrales López, alumno de 4º ESO del CC San José de Santander.

Hace poco más de dos años comenzó una de las mayores pesadillas que jamás pensamos que pudiese ocurrir. Hace dos años se pararon las vidas, se paró el planeta, y se pararon muchas historias de todas las personas.

La pandemia ha cambiado todo a nuestro alrededor, ha creado barreras entre las personas, ha creado miedo e inseguridades de mucha gente, ha provocado la pérdida de miles de personas, colapsos hospitalarios, y decenas de cosas más.

Sin embargo, no todo lo que ocurrió durante aquellos de meses de confinamiento en los que no podíamos salir de casa fue malo, ya que ayudó también a regular el cambio climático y la contaminación. Se pudo limpiar la atmósfera, y pudimos ver a muchos animales andando por nuestras ciudades como si fuese su hábitat natural.

El covid ha cambiado todo, pero nunca pudo acabar con nuestras ganas de vivir y seguir adelante.

Durante estos dos años que han pasado desde el confinamiento, ha habido grandes cambios que se han producido en nuestro día a día, como es el uso de las mascarillas, que se han convertido en un producto de primera necesidad y que todo el mundo tiene en sus casas. Esto ha traído grandes consecuencias, ya que no solo nos ha afectado a nosotros, sino que engloba mucho más. Hay una producción masiva de mascarillas de todo tipo. La gente de media usa a la semana unas siete mascarillas distintas que no son reciclables y muchas de ellas acaban tiradas en cualquier sitio. Esto trae un impacto muy perjudicial para el medio ambiente: cada mascarilla quirúrgica, que son principalmente las que usa todo el mundo, tarda cuatrocientos cincuenta años en descomponerse, esto es casi cinco siglos. El impacto que tiene en los océanos es altamente peligroso: una sola mascarilla puede desprender hasta 173.000 fibras al día en el océano. Todo esto sumado a la contaminación que tenemos de por sí en el océano con los combustibles, los plásticos y la contaminación en general que tienen los océanos es desastroso para el ecosistema marino.

La pandemia también ha provocado crear masivamente gel hidroalcohólico, que se ha convertido también en un producto de primera necesidad. Sin embargo, esto es algo que, al igual que las mascarillas, hiere de gravedad al medio ambiente, ya que está formado por sustancias que son tóxicas y contaminan. Además, se ha puesto muy de moda en los supermercados comprar botes de pequeño tamaño para el bolso y el bolsillo. Esto es una comodidad, pero todos esos pequeños geles tienen un envase de plástico que produce que se generen grandes cantidades de envases. Esto es catastrófico, ya que cada vez que se acaba el gel estos envases se tiran y volvemos a lo mismo de siempre. Hay gente que sí que los recicla y pueden ser reutilizados, pero a mucha gente no le importa lo que pueda provocar en el medio ambiente y dejan tirados los envases. Esto produce la contaminación tanto de ecosistemas terrestres como marinos. Pero esto no solo acaba aquí, porque el uso masivo del gel produce serios problemas en la piel. Por lo tanto, como solución a este problema, creo que la mejor medida tanto para ayudar al medio ambiente como para mejorar nuestra salud es lavarse las manos en vez de abusar tanto de este tipo de productos.

El covid ha afectado a toda la población y a todo el entorno que nos rodea. La pandemia no ha sido solamente cosa de los humanos, ya que ha afectado al planeta, a los animales, a todos los ecosistemas en general. Todo se ha visto muy afectado de manera buena o mala por la pandemia. Por ejemplo, en la atmósfera se cerró el agujero de la capa de ozono, y esto fue gracias a la reducción de gases que hubo durante el confinamiento; los océanos estaban más limpios, el aire se limpió y la contaminación rozó los mínimos. Hubo muchas alteraciones en los ecosistemas de los animales, ya que estos salieron a buscar alimentos a las ciudades; al no haber tránsito estos pudieron acercarse a ellas. Esto tuvo muy buenas consecuencias, ya que hizo que estos estuvieran alimentados y no explotaran tanto su hábitat natural. Los humanos también cambiamos a mejor durante aquella época, ya que antes siempre se optaba por coger el coche para ir a comprar, pero la gente comenzó a salir andando y así poder darse un pequeño paseo. Esto redujo mucho la emisión de gases, muchas fábricas cerraron ya que durante un tiempo se limitaron mucho las producciones y todo ello fue, por una, parte perjudicial para nosotros, pero para el planeta fue de gran ayuda. Casi todos los trabajos se cerraron, quedó abierto lo imprescindible. Esto ayudó mucho a disminuir la contaminación, tanto del aire como de los ríos y mares. Parecía que la tierra estuviera limpia durante unas semanas.

Es cierto que la pandemia ha sido devastadora para todos, pero también es importante ver que no solo ha tenido un impacto negativo, sino que ha ayudado mucho al planeta y también nos ha enseñado ciertas cosas que nunca podríamos haber imaginado. Por lo tanto, la conclusión final del impacto de la pandemia en el medio ambiente es un poco contradictoria: por un lado, ha sido algo bueno que ha ayudado mucho, pero después ha sido algo que está siendo incluso a día de hoy muy perjudicial para el planeta.

 

LA GENERACIÓN DEL COVID
David San Ceferino Camus, alumno de 3º ESO del CC San José de Santander.

El covid entró en la vida de la gente en diferentes momentos. A algunos estudiantes y trabajadores les rompió el ritmo de su vida, ya sea positiva o negativamente. Quiero decir: a veces la rutina acaba quemando a las personas ya sea por eso mismo, porque la rutina les quema, o porque no disfrutan de su trabajo o de aquello a lo que se dedican. 

Obviamente, esa cuarentena en marzo de 2020 no nos quitó las obligaciones, pero sí que hizo que nos tomáramos todo con más calma, y tal vez para reflexionar y replantear cosas de nuestras vidas. Curiosamente, la cuarentena también se volvió una rutina en cierto punto, pero mientras pasaban los meses y se comenzaban a rebajar las restricciones era como empezar de 0. Realmente todo esto (al menos a mí), me sirvió para comenzar a valorar muchas cosas que anteriormente despreciaba. Es lo que dice la famosa frase: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Cosas tan cotidianas como darme un paseo frente al mar, por ejemplo. Son esas cosas que marcaban la diferencia entre un día y otro. Así que cuando se nos permitió salir a la calle por primera vez, comencé a valorar muchísimo esa sensación. Desde entonces estos paseos se han convertido casi en algo necesario en mi vida, al menos una vez entre semana. 

Pero no nos desviemos, poco a poco el coronavirus se volvió parte de nuestra realidad. Todas esas cosas que nos gustan: la música, el contenido digital, y muchas cosas más, habían sido alteradas por esta situación. En la cuarentena también descubrí muchas cosas que entre clase y clase nunca había explorado dentro de mí mismo. 

Ya dejando a un lado la cuarentena, salir de ella fue un renacimiento; mi hermana y yo solíamos dar paseos en el horario que recomendaba el gobierno para los jóvenes, y justo después del nuestro venía el de los señores mayores. Algunas veces coincidimos con estos porque no llegábamos y otras hasta tuvimos que coger un taxi. Sinceramente, la cuarentena fue una época que ya es parte de mí. 

Desde luego se puede decir que somos la generación de la pandemia: el final de nuestra infancia y el comienzo de nuestra adolescencia fue condicionada por esta, y no tengo claro si esto es positivo o negativo, pero en esta época en la que los comentarios de otra gente crean tanto impacto en nosotros, estar unos meses alejado de esa negatividad, tal vez fue muy bueno en el ámbito personal por eso mismo. Últimamente veo muchos comentarios en redes de gente de mi edad diciendo cosas como: “si veo a mi yo de la cuarentena, no lo reconozco”. Claramente un reflejo de lo que digo: esa transición que la mayoría hicieron rodeados de gente condicionándonos, nosotros la hicimos en solitario. Es curioso que ese verano esperábamos estar sin mascarillas y con un virus más que finiquitado y, obviamente, siguió hasta el día de hoy. Según lo que llevo viendo en las noticias durante los últimos meses, se está viendo la luz al final del túnel. El año pasado fue esa transición entre el pánico y comenzar a quitarle importancia, ¿con razón? No lo sé. Seguramente lo veamos con el tiempo. 

En conclusión, el covid nos ha cambiado a todos, sobre todo a nuestra generación, y ahora mismo es un punto referencial en el tiempo, que seguramente quede como una anécdota o como algo que nos marcó.

 

CARLITOS
Adrián Lamo Ricondo, alumno de 4º ESO del CC San José de Santander.

En esta historia podremos ver el punto de vista de Carlitos, o mejor dicho Carlos, un joven cántabro que habitaba por las costas de Santander. Carlitos era un chico feliz, y como todos iba al colegio por las mañanas, jugaba con sus amigos al fútbol y, bueno, cosas de jóvenes. 

Un día como otro cualquiera, se despertó por la mañana, con un sol radiante y nubes blancas como el algodón, bajó de su cuarto para desayunar e ir a clase. Se encontró a su madre preparándole su Cola Cao de siempre, sin grumos, como a él le gustaba y sus galletas de siempre. Cuando lo vio, su madre le saludó:

—Buenos días Carlitos, ¿qué tal has dormido?

— ¡Genial mamá, hoy soñé que jugaba con Fran y Guille al fútbol en el Bernabéu con Cristiano Ronaldo, y todo el mundo nos aplaudía!

—¡Qué bien hijo! Pero venga, desayuna rápido, que si no llegarás tarde al bus.

Veinte minutos más tarde, ya en el autobús, Carlitos comenzó a pensar si su sueño de jugar en el Real Madrid se haría realidad, hasta que subieron sus amigos al autobús:

– ¿Qué tal, Carlitos? —Le preguntó Fran.

– Yo perfecto, ¿y vosotros?

– Súper.

Se pasaron todo el trayecto restante hablando de sus cosas, como el fútbol, los videojuegos, etc. Hasta que llegaron por fin a clases. Carlitos y Guille fueron al aula de Biología, mientras que Fran fue al pabellón del colegio. Allí, Carlitos le preguntó a su amigo:

– ¿Tú crees que algún día llegaremos a ser futbolistas?

– Bueno, es complicado, hay que ser muy bueno, y al final también tener algo de suerte, pero seguro que con mucho esfuerzo podremos conseguirlo.
Los dos conversaban tranquilamente hasta que llegó Marta, su tutora:

– Chicos, tengo malas noticias: el Gobierrno ha declarado un estado de alarma por la pandemia, nos tendremos que quedar en nuestras casas indefinidamente, hasta que nos digan. Cuando acabe el día, todos regresaremos a casa y no volveréis a clase hasta no se sabe cuándo.

A Carlitos se le pasaron muchas cosas por la cabeza, tanto buenas como malas. Podía quedarse en casa y jugar con sus amigos a videojuegos, pero no podría disfrutar del fútbol con ellos. No sabía qué pensar, estaba bastante confundido, pues nunca imaginó una situación así.

Finalizó el día y, tal como dijo su tutora, todos se fueron a casa. Carlitos llegó a la suya y se encontró con una gran, pero a la vez triste noticia:

– Mamá, ¿qué es ese sobre?

– Hijo, siéntate, y quiero que no te alteres.

– Vale, pero ¿qué es?

– Nos ha llegado una carta oficial desde el Real Madrid, quieren que fiches por su equipo. Te vieron todos los partidos de este año y piensan que serías importante en un futuro.

– Mamá, dime que no es broma, por favor.

No se lo podía creer, su mayor sueño desde pequeño, lo tenía en las manos, pero en ese momento fue cuando su madre le recordó:

– Pero hijo, acaban de poner el estado de alarma, no vas a poder viajar allí.

A Carlitos se le partió el corazón en dos. Estaba destrozado. Fue a su habitación para tranquilizarse e intentar despejarse, cuando sus amigos le escribieron:

– Carlitos, ¿vas a meterte a la play o qué?

En ese momento, pensó en contarles la noticia a sus amigos, a pesar de no poder disfrutarla. Prefirió intentar olvidarlo.

– Vale chicos, ¿a qué vamos a jugar?

 – Yo me echaría unos fifas, ¿tú qué piensas Carlitos?

– Prefería unas carreras al Gran turismo, pero vale.

Y así fue, pasaron toda la tarde jugando y riendo, hasta que se hizo de noche.

– Chicos, yo me voy a dormir.

– Pero qué dices, si mañana no hay clase, ni pasado, ni a saber cuándo.

Al escuchar aquello, se dio cuenta de que su amigo tenía razón, entonces se quedó hasta las tantas jugando. Y así pasó días y días, jugando con sus amigos hasta la madrugada, semana tras semana, hasta que lo que se supone que eran catorce días se acabó convirtiendo en meses. Un día, Carlitos amaneció y encendió la consola, pero cada día se daba cuenta de que estaba más aburrido que el día anterior. Quería volver a jugar al fútbol, volver a ver a sus amigos, incluso quería volver a clase para ver a todos sus profesores. Estaba cansado de no salir de casa, quería volver a la vida normal.

Hasta que, finalmente, el Gobierno emitió un comunicado diciendo que ya se podía salir a la calle, justo al final del verano. Carlitos estaba ansioso por volver a ver a todos sus amigos, pero sobre todo no dejaba de darle vueltas a la cabeza a lo mismo: su sueño de jugar en el Madrid. Llegó el día esperado, el primer día de clases. Carlitos comenzaba ya Secundaria, así que se despertó una hora antes que de costumbre. Cuando estaba preparando su mochila, encontró otro sobre, en el cual decía:

Debido al estado de pandemia en el que nos encontramos, no podemos garantizar la seguridad total de nuestros jugadores de la cantera, por lo cual declinamos nuestra oferta por don Carlitos Sánchez Gómez. 

Att: Real Madrid CF.

Carlitos no se lo podía creer, su sueño se fue al traste por una pandemia. Se sentó en el sofá, totalmente destrozado, hasta que su madre se despertó y vio la carta. Rápidamente, abrazó a su hijo para intentar consolarle, a la vez que recordarle que no llegara tarde a clase. Carlitos asintió con la cabeza, cogió sus galletas y salió por la puerta.  Cuando abrió la puerta, notó algo diferente, notaba el aire más limpio, más puro. Se puso a pensar un rato en la parada del bus mientras esperaba. Pensaba en cómo había cambiado, en cómo a pesar de todas las desgracias, tenía una parte positiva al final de todo.

 

CUARENTENA
Hugo Gozalo Calvo, alumno de 4º ESO del CC San José de Santander.

Era un día normal por la mañana. Me acababa de levantar de la cama y me disponía a empezar el día como cualquier otro, con mi desayuno habitual: un tazón de cereales con leche y una manzana. Puse la televisión y empecé a ver las noticias que estaban dando: había una serie de científicos que estaban hablando de una nueva cepa del COVID-19, que se estaba expandiendo mucho últimamente por el mundo. Sus efectos decían que eran más letales, pero sobre todo que el contagio era muy fácil y rápido.

Al ver estas noticias me alarmé un poco, pero tampoco me volví loco. Cuando terminé de ver las noticias recogí la mesa, fregué y me vestí. En cuanto encendí el móvil y vi que iba a llegar tarde al trabajo, se me aceleró el corazón. Cogí las llaves del coche y bajé rápidamente las escaleras de mi edificio. Cuando llegué al coche entré rápidamente y arranqué mientras ponía la radio para escuchar música. Mientras más cerca del ayuntamiento estaba, más gente había, pero por alguna extraña razón todos estaban con pancartas en señal de protesta de algo. Tampoco le di mucha importancia por los nervios de llegar tarde al trabajo. Mi mañana transcurrió normal, con mucho trabajo, como siempre.

Salí del trabajo a las 8 de la tarde y cuando salí por la puerta vi a un montón de personas protestando como por la mañana. Entonces fui a donde estaban esas personas y pregunté qué había pasado. La persona se sorprendió con mi pregunta y me dijo que cómo no sabía lo que estaba ocurriendo. Seguido de eso me dijo que era una protesta en contra de otra cuarentena, ya que con la rápida expansión de la nueva cepa seguramente nos tendrían que volver a confinar.

Cuando terminé de hablar con esa persona, cogí el coche y me dispuse a volver a casa porque estaba muy cansado. En cuanto llegué a casa me fui a dormir sin cenar.

Al día siguiente en el desayuno, escuché en las noticias que habían impuesto una nueva cuarentena y no se podía salir de casa. Entonces fue cuando me preocupé y compré un test de antígenos por internet, ya que me encontraba algo mal y cansado desde el día anterior por la tarde. El test llegó unas tres horas más tarde, me lo hice y di positivo. No sabía cómo, pero estaba contagiado. Llamé a los que habían estado conmigo en el trabajo y ninguno de ellos estaba contagiado. Entonces pensé que podría ser la persona con la que hablé ayer. En ese momento tampoco importaba mucho, ya que tendría que estar confinado igualmente. 

Pasaron unos tres meses y todavía había una rápida expansión de la cepa, pero lo mejor de todo era que cuando miraba por la ventana, en la calle empezaron a vivir animales que nunca había visto que estuviesen por ahí. Gracias a los animales que había en la calle la cuarentena fue más divertida.

Cuando terminó la cuarentena y volví a salir a la calle, todos esos animales que había se marcharon y todo lo que estaba tan limpio gracias a la cuarentena volvió a ensuciarse. Durante unos meses el planeta estuvo dominado por animales.

 

CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA EN EL MEDIO AMBIENTE
Irene Romero Castillo, alumna de 4º ESO del CC San José de Santander.

Antes del confinamiento, el ser humano ya producía mucha contaminación, gasolina, plásticos, desechos químicos…

Con la llegada de la pandemia, y con ello el confinamiento, se notó cómo el nivel de contaminación descendía, dejándonos a todos sorprendidos por la rapidez con la que se puede limpiar el aire en las ciudades por la reducción del tráfico.

En poco tiempo, una gran variedad de áreas urbanas tuvo una gran reducción de contaminación asociada al transporte. Una de las pruebas de ello es el radical cambio que tuvo el aire en la puerta de la India en Nueva Delhi.

El confinamiento ha disminuido el nivel de contaminación en el transporte. Sin embargo, la pandemia ha aumentado el nivel de contaminación de plásticos.

La contaminación plástica pone en riesgo los derechos básicos, salud y bienestar. Los desechos plásticos y médicos han llegado a colapsar plantas de reciclaje en algunos lugares, como en Singapur, que cerraron durante ocho semanas y se acumularon mil cuatrocientas setenta toneladas de envases plásticos. 

Los desechos médicos de los hospitales han aumentado entre un 17% y un 62% durante los primeros meses de la pandemia.

Las empresas de plástico aprovecharon el momento para aferrarse a la idea de que los plásticos de un solo uso eran la mejor idea contra el virus, ya que en una superficie de plástico el virus permanece hasta 72 horas, y en el cartón hasta 24 horas. Esto provocaría que aumentara la contaminación plástica, ya que casi todos los plásticos no son biodegradables.

Otra de las causantes de la contaminación sería el vertido de mascarillas y guantes de un solo uso.

Los envases de gel hidroalcohólico y las toallitas desinfectantes también entran en el grupo de causantes de este tipo de contaminación, al igual que los trajes de protección de los sanitarios.   

También se ha incrementado el uso de mamparas protectoras que actúan de barrera física que aumenta la seguridad entre consumidores y trabajadores. Han sido utilizadas, por ejemplo, en farmacias o supermercados. Estas mamparas están formadas por un material plástico. Las mamparas tienen una duración de diez años, pero cuando está crisis sanitaria finalice, lo más probable será que se conviertan en residuos.

En resumen, el confinamiento ayudó al medio ambiente con la reducción del transporte, pero también lo afectó por la cantidad de residuos sanitarios que ha creado.

 

SARA
Samuel Altamiranda Cagigas, alumno de 3º ESO del colegio San José de Santander.

Desde que comenzó la pandemia, hará ya unos dos años, nuestras vidas han cambiado drásticamente: la cuarentena, las mascarillas, el cambio de clases, y se podría decir que los más afectados hemos sido los jóvenes dinámicos, arriesgados y con ganas de hacer cosas constantemente. Hemos sido encerrados y privados de una parte muy importante de nuestra juventud o infancias que no podremos volver a recuperar, al igual que nuestros mayores, no afectados de esta forma, pero que se han visto muy preocupados por su familia, a la cual tal vez con la pandemia no tuvieron oportunidad de alimentar bien por la bajada de empleo y salario. Todo esto es muy grave y junto con el parón comercial que hemos sufrido y la crisis que por ende lleva. No he venido a hablaros de datos salariales aburridos, de fechas o de cómo el COVID ha arruinado la vida de tanta gente, sino de cómo salvó en cambio la vida de muchos otros.

Me llamo Samuel, vivo en el campo junto a mi madre, padre y hermanos y nos sostenemos gracias a la caza y recolección de alimentos del bosque desde hace generaciones. Las tierras fueron heredadas desde nuestros antepasados hasta nuestros futuros descendientes y así quiere mi familia que siga. Al contrario que mi padre, un hombre de campo y robusto, chapado a la antigua.

Me refiero a mí mismo más como un chico de ciudad, puesto que casi siempre que puedo voy a pasar el rato ahí con mis amigos, los cuales precisamente no viven cerca. Una de las ironías que tiene la vida es que yo quiera estudiar Veterinaria, teniendo un padre cazador, y creo que esto ha afectado a nuestra relación de manera seria. Todavía recuerdo la decepción en los ojos de mi padre cuando me negué a coger la escopeta y cazar junto a él. No estoy dispuesto a hacer daño a un animal y mucho menos matarlo, y esto ha hecho que por consecuencia me dedique a la recolección de frutas silvestres y alimentos en general del bosque.

En una de mis incursiones conocí a Sara ¿que quién es Sara? y lo más importante: ¿qué hacía una chica en medio del bosque en invierno? Veréis, Sara no es ninguna chica, Sara es un lince ibérico y se convirtió en mi mejor amiga durante todo el confinamiento. Ya que por obvias razones no podía salir de mi pueblo ni de casa, tenía que escaparme para verla y ya que la conexión en el pueblo no es la mejor, muchas veces estaba completamente solo sin poder comunicarme. Sara fue mi única compañía, y siempre que iba a recoger frutas me quedaba un rato con ella y robaba carne de la despensa para poder dársela. Conoceréis a los linces ibéricos por ser una especie en peligro de extinción, huidiza y agresiva, pero Sara no era así, y no podía ser así debido a una de sus patas, que estaba en muy mal estado. 

Tenía un disparo de bala superficial y siempre estaba agazapada o cabizbaja. Realmente me daba mucha pena, y pensar que mi padre podría haber sido quien hubiese herido así a Sara, a pesar de que hubiese más cazadores por la zona, me dio cierto sentido de responsabilidad.

Estaba paseando cerca del claro cuando la vi entre unas cuantas ramas, refugiada debajo de un árbol. Al principio me asusté pensando que iba a atacarme. Esos bichos son grandes, pero al verla asustada a ella en vez de a mí, pensé en tranquilizarla.

—Hola, me llamo Samuel —no sé qué pretendía presentándome así a un animal. —¿Eres de por aquí? —¿Soy tonto o qué me pasa?, decidí sentarme cerca de ella. No mucho tampoco, y tirarle un trozo de carne que llevaba para urgencias. Ella lo miró, lo olió y se lo devoró en pocos minutos.

Había escuchado que, con el covid, y por ende el confinamiento, muchas especies que se creían en peligro de extinción resultaban no estarlo, o las extintas no estaban tan extintas como creíamos. Por un momento reflexioné y me di cuenta de que si esto era así era porque el ser humano es una criatura destructiva y fulmina todo cuanto ve a su paso. Necesitamos estar nosotros encerrados para que ellos no tengan que estarlo… ¡qué triste!

Al día siguiente volví y ella seguía en el mismo sitio, en la misma posición y la nieve ligeramente teñida de sangre, mala señal.

Ese día tampoco me dejó acercarme lo suficiente como para tocarla y poder vendarle la pata con algo, pero a los dos días, determinado a hacerlo y ya confiando ella un poco más en mí, lo conseguí.

Me sentí muy orgulloso, y mis ganas de estudiar para salvar animales solo aumentaban a medida que pasaban los días. A los cinco días mi padre me preguntó por la falta de carne, dije que no sabía a lo que se refería y seguí mi ruta. La piel de los linces es muy cara, precisamente por su escasez, y no estaba dispuesto a arriesgarme a que le pasara algo a Sara.

A los siete días le di el nombre de Sara, pues fue por el que mejor me miró después de intentar con chispitas, cookie y manchitas.

A los 15 días no la encontré en su sitio, busqué desesperado por muchas partes, pero no la vi. Lloré mucho esa noche.

A los tres días volvió y no pude estar más feliz, a pesar de que estuviese arisca. Esto quería decir que ya podía moverse y, gracias a Dios, había vuelto sana y salva. Esto me hizo pensar que inevitablemente algún día nos separaríamos y por alguna razón sospechaba que esa situación se iba a producir pronto por su mejoría de salud. 

Los días siguientes fueron tranquilos y ella, por alguna razón, no se había movido de su sitio. Poco después la encontré tirada y con dificultades para respirar. Me asusté mucho y por primera vez me fijé bien en ella, pero no pude determinar nada y viéndola así decidí tomar una decisión: la cogí como pude, con la mayor delicadeza que tenía un chaval de 13 años y la cargué hasta casa sin saber qué más hacer con ella. Decidí que me dijesen lo que me dijesen mis padres iba a cuidar de ella y no iba a dejar que le pasase nada.

Al verla, a mi madre casi le da un infarto, pero sorprendentemente a mi padre se le veía muy tranquilo

—¿Es ese el animal que has estado alimentando a mis espaldas? 

Dudé por un momento si había hecho bien llevándola a casa. Bajé la mirada y no respondí. Mi padre me observó en silencio.

—Coge toallas calientes y mantas. Déjala en el sótano, se ve que va a dar a luz estando herida, solo podemos ofrecerla techo y rezos.

Me pregunté cómo mi padre se pudo dar cuenta de eso y yo no, y cómo él sabía tanto de animales, pero en ese momento no tenía tiempo para pararme a pensar. Hice lo que me dijo y la bajé al sótano mientras escuchaba a mi madre gritarle a mi padre por haberme dejado cuidar a Sara. Mi padre me dijo que no estuviese presente en el parto, puesto que ella se pondría nerviosa y todo se complicaría más.

Esa noche pensé en que mi padre no era tan mal hombre como pensaba y que tal vez él solo hacía lo necesario por su familia, como Sara lo haría por la suya. Recé mucho por Sara y porque todo saliese bien. 

Los cachorros nacieron dos noches después y Sara ese día comió por triple. Me dejó atarle un trozo de cuerda a su pata y yo me até de la misma cuerda un trozo a mi muñeca. Su estado fue mejorando poco a poco y los cachorros parecían crecer bien. Mi madre les cogió cariño y les limpiaba y velaba por ellos. Hasta que un día 10 de noviembre de 2021 vi a Sara salir con sus cachorros en dirección al bosque, me apresuré a por ella y por un momento pensé en que se quedase con nosotros, pero sabía que eso era imposible. Grité su nombre y se dio la vuelta, se acercó y pude acariciarla por última vez junto con los pequeños. Me miró con lo que parecía ser agradecimiento y desapareció entre los árboles del bosque. 

Sí. El covid ha hecho daño, ha destrozado familias y se ha llevado personas, Pero a mí me trajo a mi mejor amiga.

 

COVID Y MEDIOAMBIENTE
Víctor Bezanilla Carramolino, alumno de 4ºESO del colegio San José de Santander 

El confinamiento a nivel global como consecuencia de la terrible crisis del coronavirus ha tenido un impacto positivo en el medioambiente. Según un estudio global revisado por expertos y publicado recientemente por la revista Nature Climate Change, las emisiones diarias de CO2 se han reducido un 17 % a nivel mundial.

Básicamente, desde que apareció el covid-19 el impacto tanto en la capa de ozono como en el medioambiente en general ha disminuido bastante, una de las pocas cosas positivas que podemos sacar de este devastador virus.

En la vida submarina, a corto plazo, los efectos de la COVID-19 en la salud del océano han sido en gran medida positivos debido a la reducción de diversas presiones sectoriales que causan contaminación, sobrepesca, pérdida/conversión de hábitats, introducción de especies invasoras y los efectos del cambio climático en el océano.

En resumen, el covid puede que a nosotros nos haya fastidiado y bastante, pero en cuanto a la naturaleza y el medio ambiente ha favorecido muchísimo y posiblemente podamos volver a disfrutar de la naturaleza más de lo que lo habíamos hecho de la manera en la que la estamos destrozando, así que en parte ha tenido un impacto positivo.

 

CAMBIOS
Andrea Sobrao Pérez, alumna de 4ºESO del colegio San José de Santander.

Me levanto de la cama un día más, desde aquella pandemia nada es igual, por aquí han cambiado muchas cosas, ya nada es lo mismo. Y con esta pequeña introducción procedo a contaros cómo eran mis días y cómo han cambiado las cosas después de esta pandemia que nadie se esperara que fuera tan dura.

Durante la cuarentena siempre era la misma rutina: me levantaba y me unía a las clases online. Cuando acababan, me tiraba en la cama y hacía poco más que ver la tele o estar con el móvil todo el día. Las noches eran de desvelo porque en vez de dormir me ponía a hablar con amigos y a jugar al parchís, bastantes noches jugando y muchas discusiones a cuenta de ese maldito juego que acababa rompiendo amistades. 

Cuando ya había menos casos de covid nos dejaban salir por horarios; es decir, los adultos mayores de 70 podían salir a una hora, los adultos mayores de 18 a otra hora y los menores de 18 podían salir acompañados por un adulto. Por las noches no se podía salir, solo si trabajabas por la noche podías salir con un permiso que te facilitaba tu empresa de trabajo por si te paraba la policía para que no te pusiera una multa. Ahora ya no hay toque de queda ni ningún tipo de horario para poder salir a la calle. También era obligatorio el uso de mascarilla, pero ahora solo es obligatoria en espacios cerrados y cuando hay mucha gente por la calle; es decir, cuando hay poca gente te la podrías quitar.

En mi opinión, esta pandemia hizo que hubiera menos contaminación, ya que la gente salía menos a la calle, no iban en coche ya que mucha gente se quedó sin trabajo porque no eran trabajos de necesidad básica, tampoco había gente por la calle para que tirara cosas al suelo, al mar o cualquier otro sitio donde no haya que tirar basura. Pero eso solo duró dos meses, ya que cuando ya se podía salir la gente ya empezó a trabajar y a viajar, aunque eso costó más tiempo, ya que tenía que ser con un justificante donde ponía el motivo por el que viajabas y no valía por irse de vacaciones, tenía que ser por trabajo.

Además, las calles ya no son las mismas, ha cambiado todo tanto, tiendas cerradas por falta de dinero, dueños de bares también cerrando sus locales, ya no hay tantos niños en los parques por el miedo que ocupan sus padres en que lo cojan y se lo peguen a sus abuelos.

Las situaciones en las casas tampoco son lo mismo: gente sin poder ver a sus padres o abuelos por si acaso, o simplemente porque están en el hospital y no puede ir nadie a verlos, o solo por el simple hecho de que ha destrozado familias por falta de dinero. Esta pandemia ha hecho que la gente tenga más cuidado con lo que hace, pero aun así también hay gente que sigue saltándose las normas.

También he de decir que nos han mentido durante toda esta pandemia, con los casos, las muertes y sobre cómo se dio a expandir este virus que ha matado a millones de personas.

Y así es como han cambiado los días desde que empezó esta cuarentena.

 

COVID 19
Pablo San Emeterio Lozano, alumno de 4ºESO del colegio San José de Santander. 

El covid 19 ha traído muchísimas desgracias, como millones de contagiados, cientos de miles de fallecidos y una gran mayoría de la población confinada sin poder salir de sus casas. Sin embargo, no solo ha generado cosas perjudiciales, también ha sido beneficioso para otras cosas como, por ejemplo, el medio ambiente. 

El covid ha tenido una respuesta positiva en el medioambiente, según un estudio realizado por expertos, las emisiones diarias de CO2 se han reducido un 17% a nivel mundial. 

El parón industrial y del transporte a consecuencia del confinamiento ha provocado un espectacular descenso en las emisiones de gases de efecto invernadero. Algunos estudios apuntan que esperan que este año se produzca la mayor caída de emisiones de CO2 jamás registrada: un 8 %, seis veces mayor a la ocasionada por la crisis económico-financiera de 2008. 

La NASA, por su parte, ha mostrado unas sorprendentes imágenes satelitales que reflejan un llamativo descenso de las emisiones de dióxido de nitrógeno (cuya principal fuente son los automóviles). En términos medioambientales estos datos son positivos. La contaminación atmosférica mata cada año a 4,2 millones de personas, sin embargo, en 2020 se calcularon aproximadamente 2 millones de muertes por contaminación. Algunos expertos temen que, una vez terminado el confinamiento, las emisiones alcancen máximos históricos en debido a la recuperación.

El covid también ha ayudado a los animales. Al ser una enfermedad zoonótica, es decir, que afecta tanto humanos como animales, en algunos lugares del mundo se prohibió temporalmente el comercio de fauna salvaje, dando así un respiro a las especies utilizadas tradicionalmente en la cocina y farmacia, incluidas algunas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Los expertos llevan años alertando de que, para evitar catástrofes como la actual, debemos mantener una relación más sana con el medio natural. En palabras de Peter Ben Embarek, experto en enfermedades animales de la OMS, “estamos entrando en contacto con nuevas especies salvajes y hábitats y, por tanto, nos enfrentamos a una serie de nuevas enfermedades vinculadas a ellos”.

La contaminación acústica también se ha visto reducida en 2020, alcanzando por fin en el centro de las ciudades el volumen de decibelios recomendado por la OMS. Asimismo, la revista Nature afirmaba recientemente que los geofísicos están reportando una caída en el ruido sísmico (el zumbido de las vibraciones en la corteza del planeta) que podría achacarse al parón del transporte y otras actividades, facilitando la detección de terremotos más pequeños y los esfuerzos para monitorear la actividad volcánica, entre otros eventos sísmicos.

En resumen, el covid ha ayudado tanto al medioambiente como a la fauna y flora del planeta que habitamos.