Entre el 4 y el 20 de noviembre de 1997 una profesora del IES Ataúlfo Argenta tuvo la oportunidad de visitar Japón invitada por la Fundación Japón, a través de la Embajada de dicho país en Madrid, con un programa dirigido a profesorado de secundaria de todo el mundo.

El objetivo de la Fundación Japón, establecida desde 1972, bajo la supervisión del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, es contribuir a la mejora del mundo de la cultura y al bienestar de la humanidad, así como profundizar en la difusión del conocimiento del Japón en el exterior.

El programa en el que he participado está dirigido a Profesorado de Secundaria de todo el mundo. En 1997 se han organizado cuatro grupos, con un total de 279 profesores, de los cinco continentes. El requisito fundamental era ser profesor o profesora de Historia, de Geografía o de Arte en Secundaria. En el IV estábamos un total de 73 profesores representando a 19 países; de España acudimos un profesor de Instituto de Las Palmas, un profesor de Barcelona, una profesora de un centro privado de Madrid y yo desde Cantabria.

Una vez seleccionada por la Embajada para participar en el viaje, tramité la licencia en mi Centro y se me concedió permiso sin sueldo para acudir a Japón. A partir de ese momento comenzaron los preparativos y los nervios de la partida. Todo el programa era sugerente: visitar el país, conocer su cultura milenaria, sus obras de Arte tantas veces recogidas en los libros de Historia; introducirme en su sistema educativo visitando centros de los distintos niveles de enseñanza, asistir a conferencias con profesores reconocidos para completar la visión y además disfrutar de la hospitalidad de una familia durante mi estancia… Las expectativas se han visto colmadas en exceso porque la experiencia ha sido formidable, humana y profesionalmente.

La organización de nuestra estancia en el país ha sido perfecta y un grupo numeroso de personas hemos disfrutado de todas las actividades sin «pillarles en un fuera de juego». Un equipo humano de la Fundación, del Ministerio de Educación y del Ministerio de Asuntos Exteriores, así como de las Prefecturas que nos acogieron, nos ha ayudado para facilitar nuestra visita, ya que una dificultad muy importante es el idioma y aunque el Inglés era utilizado en las intervenciones, en muchas ocasiones precisábamos de la ayuda de guías e interpretes, atentos a echarnos una mano en todo momento.

La comodidad en hoteles y desplazamientos ha aliviado el intenso programa de actividades diarias organizadas para aprovechar al máximo nuestra presencia en el país. Las comidas en lugares escogidos, atendiendo gustos más internacionales u ofreciendo su cuidada gastronomía a base de sushis, tempuras, sashimis o sukiyakis, nos han permitido degustar nuevos sabores y texturas.

El grupo ha permanecido junto en las visitas y conferencias realizadas en Tokio, Hiroshima y Kioto, lo cual nos ha permitido conocer situaciones educativas de diversos puntos de Asia, Africa y Europa, ya que el intercambio era permanente entre nosotros, además de acercarnos a la realidad del país anfitrión.

Durante cerca de una semana los 73 integrantes de la expedición se han repartido en tres prefecturas para facilitar la visita a Centros y familias: así un grupo se quedó cerca de Tokio, al sur en Yokohama (Kanagawa), otro voló a Kagoshima en la isla de Kyushu y el grupo B, al que pertenecía, viajamos a Kanazawa (Ishikawa), en la isla de Honshu.

Desde el primer día de contacto con las Instituciones locales de Educación se nos brindó hospitalidad e información de la situación en la Prefectura, por parte del Superintendente y de sus colaboradores. Tuvo un detalle simpático ya que mandó realizar unas fotografías con las delegaciones de los países del grupo, que después nos regalaron como recuerdo, así como una hermosa cerámica de Kutani, muy reputada en la zona. También nos mostraron la sede de las Instituciones regionales y la sala de reuniones de la prefectura de Ishikawa.

Durante la primera jornada visitamos un Centro de Secundaria Obligatoria Municipal Fusui, con 668 estudiante en 18 clases de tres niveles y con 38 profesores. Está en Nonoichi a las afueras de la ciudad de Kanazawa. Todo el alumnado estaba en clase y no se movieron en el pupitre, pese a la entrada en su aula de 25 extraños profesores con cámara en ristre para coger las instantáneas más «naturales». En una de las aulas interrumpieron la clase y nos cantaron unas canciones con la profesora al piano. También nos permitieron acudir a las actividades que realizan fuera del programa escolar, como el kendo, ceremonia del té, baloncesto, etc.

En todas las visitas debíamos descalzarnos y aceptar unas pantuflas para realizar el recorrido. Me llamaba especialmente la atención en la presentación del grupo al profesorado como estaban impecablemente vestidos con sus trajes pero en los pies llevaban zapatillas de andar por casa. Siempre nos ofrecían un té verde con unas pastitas y un recuerdo, algo entrañable y que tenía que ver con su finalidad como centro: bien un compact disc con las voces de sus alumnos, un bote de madera realizado por unos niños deficientes del centro especial, etc.. La estancia donde nos recibían estaba presidida, como no, por unas hermosas flores presentando el adorno tradicional japonés, el ikebana.

Agradecíamos al principio y al final la hospitalidad y para ello en cada ocasión un miembro de los países que estabamos en el grupo elaboraba un pequeño discurso, que recogía el sentir general ante tanta amabilidad.

También visitamos un Centro de Secundaria Superior de la Prefectura, en el que el alumnado se especializaba en Artes, se trataba del Tatsumigaoka. El emplazamiento era magnífico con la cadena de montañas en el horizonte, el centro amplio y luminoso, con buenas dotaciones para estudiar canto y pintura. Los estudiantes entre 16 y 18 años aprovecharon un descanso para hacer unos pinitos en inglés y charlar con nosotros.

El último día visitamos dos centros, una Escuela Elemental Municipal Nagatamachi en la que los pequeñajos se asomaban por puertas y ventanas para contemplar nuestro desfile por sus dependencias así como para admirar los distintos colores de nuestra piel; los más solicitados fueron David y Ama, los profesores ghaneses, los niños no dudaban tocar sus manos negras sorprendidos por la novedad. También nos hicieron una notable exhibición en la que nos entregaron unos rótulos con el nombre de nuestro país, que nos creaba más de un problema ya que a veces los poníamos del revés dados nuestros conocimientos de japonés. A la hora de la comida, nos ofrecieron compartir el menú en un aula con el alumnado y su profesor y rápidamente nos repartimos por el Centro. Unos alumnos, con gorros y batas blancas, repartían en un cuenco el arroz y en otro la carne con vegetales, así como la mandarina y la leche. Una vez finalizada la comida colocaban las bandejas en el carrito y distribuían la basura selectivamente, reordenaban el aula y comenzaban la actividad escolar. Fue realmente una experiencia muy bonita. Al marcharnos salieron todos a despedirnos a la entrada del centro.

El otro centro era la Escuela Especial Meiwa para niños con retrasos mentales, de la prefectura de Ishikawa. La bienvenida nos la dieron un grupo de alumnos y alumnas que junto a sus profesoras nos tocaron el Koto, instrumento tradicional japonés. Pudimos recorrer talleres y dependencias que ayudan a facilitar la vida de personas, en muchos casos con graves deficiencias. Las actividades que realizaban eran muy diversas y pudimos asistir a un pequeño ensayo teatral, talleres de cerámica, etc. Abarcaba todo el espectro de edades escolares. Como recuerdo un magnífico portalápices de madera realizado por los alumnos.

La estancia en la prefectura se completó con diversas visitas culturales a Jardines, Templos, Museos, etc. así como a un ryokan que es un hotel tradicional en él nos debimos de vestir el yukata o prenda de algodón a modo de bata y pantuflas durante toda nuestra estancia, también pudimos formar parte de la ceremonia del té, tomar un baño termal en unas grandes piscinas comunitarias, asistir a una suculenta cena a la japonesa y dormir compartiendo habitación con otras compañeras sobre el tatami en un futón.

La visita en Kanazawa culminó en casa de una familia japonesa, la familia Nishida, que intentó presentarme lo mejor de su cultura y tradición con gran cariño. Vivía en Uchinoda, pueblo de pescadores en el Mar del Japón que me quitó la nostalgia de mar.

Es difícil resumir en estas pocas líneas tantas y tan buenas experiencias, pero quiero que sirvan como un pequeño reflejo de unos días inolvidables. Solamente me resta dejar constancia de mi agradecimiento a la Fundación Japón, que hizo posible mi participación:

«domo arigato gozaimasu».

 

Castro Urdiales, 9 de diciembre de 1997.

 

Trabajo original