En esta colaboración se explica el origen de la Danza de Ibio que, según el autor, data de principios del siglo XX y no de tiempos ancestrales, como se nos ha hecho creer. Vamos, que lo de los cuernos, los palos y las caracolas fue una ‘coreografía’ ideada por una folclorista a principios de siglo. Además, comienza (pues habrá más partes) un recorrido por los bailes típicos de la región.

» A bailar el Pericote, a bailar el Pericote como lo bailaba güelo…»

– ¿ Como lo bailaba güelo ?...

Declinaba el primer tercio del presente siglo cuando, como resultado de la inquieta mente y fecunda imaginación de Matilde de la Torre, enseñante y folclorista afincada en Cabezón de la Sal, se fue esbozando paulatinamente una nueva manifestación folclórica, que se concretó y pasó definitivamente a la posteridad con el nombre de Danza o Baila ( según versiones) de Ibio. Poco sospechaba la responsable de tan singular alumbramiento que, con el devenir del tiempo, aquello que surgía como respuesta a una necesidad de búsqueda de un efectismo casi teatral, se iba a convertir en uno de los símbolos más laureados, aplaudidos y, porqué no, emblemáticos de nuestra región.

Tal vez a estas alturas, algún avezado lector crea intuir cuales son los derroteros por los que va a discurrir este breve, y trataré de que así sea, prólogo. No, en absoluto es el propósito de estas humildes líneas enarbolar el estandarte del «purismo» más reaccionario y de la desaforada crítica, nada más alejado de la realidad. Sería absolutamente intrascendente, a estas alturas, cuestionar la calidad artística o coreográfica de la Danza de Ibio (el tiempo, juez omnisciente, parece que ya ha emitido sentencia al respecto) o el talante o cualificación profesional de su creadora.

No obstante, si aparecen actitudes o efectos secundarios que trascienden el aspecto formal de la mencionada danza, éstos, al menos someramente, merecen ser abordados. Me refiero a la falta absoluta de rigor y de respeto por la historia y las tradiciones que supone, sin necesidad de concretar responsabilidades, obviar o ensombrecer durante muchos años una auténtica joya del folclore de Cantabria que aún hoy se mantiene viva y con buena salud, según pude comprobar el pasado día 9 de septiembre en el Barrio de la Virgen ( Festividad del Mozucu ), como es La Danza de Las Lanzas de Ruiloba.

La Danza de las Lanzas, amigo lector, presenta un rango cronológico más amplio que la Danza de Ibio, hundiendo sus orígenes, según se desprende de algunas crónicas, en el siglo XVII o comienzos del XVIII, lo cual, teniendo en cuenta ese «aire de familia» entre ambas manifestaciones, aclara bastante las dudas en cuanto a la supuesta «paternidad» de la Danza de Ibio.

Pero si la indiferencia, el olvido o si se me apura, incluso la injusticia pueden ser, en este caso, perdonables, lo que resulta absolutamente desdeñable y reprobable es la manipulación histórica y la carga ideológica con las que se ha querido aderezar a la citada danza.

Hasta no hace mucho tiempo la Danza de Ibio, se presentaba como símbolo y testimonio, que milagrosamente ( quizá Erudino tuvo algo que ver) había pervivido hasta nuestros días, de aquellos irredentos cántabros que al son evocador y legendario del bígaro o caracol de mar, se reunían para luchar contra el romano invasor y danzaban, ataviados con magras y desvaídas pieles, como poseídos por un impulso ancestral y atávico después de las batallas.

Sugerente fiel lector, incluso emocionante…tan sugerente y emocionante como irreal, lo lamento.

Así han sido y, me temo que aún en ciertos ámbitos, así son las cosas. Cuando se aplican criterios acientíficos en la investigación o cuando arbitrariamente se obvian evidencias, el resultado puede ser similar a lo que, seguramente con escasa fortuna, he narrado en los párrafos precedentes.

Felizmente en los últimos tiempos la investigación folclórica en la región, gracias a la encomiable y, en ocasiones, poco reconocida labor de entusiastas y rigurosos etnógrafos o folcloristas, ha arrojado cierta luz sobre el sombrío y rarefacto panorama que se extendía ante nuestros ojos, nuestros oídos y nuestros sentimientos.

Deseo y espero que las líneas anteriores hayan permitido al, a estas alturas inquebrantable lector, percatarse de lo delicado, complejo y apasionante que puede resultar perderse en ese desván inagotable y sorprendente que son nuestras tradiciones.

Hasta este momento nuestra complicidad nos ha permitido retroceder, con la cautela que tal menester aconseja, en el tiempo y en la historia. Es hora ya de enrolarnos en una nueva aventura. El viaje que ahora iniciamos, más apegado a la tierra pero no por ello menos importante, nos acercará a los valles, costas y montañas de Cantabria, en busca de las manifestaciones folclóricas que conforman y sustentan su idiosincrasia y el carácter de sus gentes, como legado heredado, en buena parte de los casos, de los viejos tiempos y de ancestrales costumbres…

Y nuestra andadura se inicia por el oriente. En este marco geográfico se vienen bailando tradicionalmente Danzas de arcos, de palillos y de cintas, presentando, al menos en sus orígenes, un marcado componente religioso y procesional, al margen de otras intenciones seguramente menos devotas pero, como tendremos ocasión de comprobar, más lucrativas en el aspecto material…

1- Bailes y danzas tradicionales de la Cantabria Oriental

Danza de Arcos. En la Cantabria Oriental en lugares como Isla, Cicero, Escalante, Arredondo o la Junta de Voto, entre otros… han perdurado hasta nuestros días diversa variantes de danzas de arcos. Es bailada, habitualmente, por un número impar de danzantes que tejen, a los sones de dulzaina (hoy prácticamente desplazada por el requinto) y tambor redoblante, un colorista y variado repertorio de figuras que reciben distintas denominaciones.

Es de destacar la presencia de un personaje burlón que, actuando con cierta libertad, concita el interés del público realizando cabriolas e insinuaciones de todo tipo. Se le conoce, dependiendo del atuendo que porta, con el nombre de «zorromoco» o «rabonero», y su principal cometido es «abrir corro» y facilitar de esta forma las evoluciones de los danzantes. Cabe significar que se conservan dos singulares danzas de arcos fuera de lo que se puede considerar su área de máxima influencia; en La Revilla, pueblo próximo a San Vicente de la Barquera, y en Polanco, variante de danza de arcos que culmina con el encumbramiento de un mozo, que lanza al aire los vivas de rigor.

Danza de Palillos: Según cuentan las crónicas, cuadrillas de danzantes de Liérganes y de Isla se repartieron el protagonismo durante la celebración del magno festival folclórico celebrado en la plaza de toros de Santander, en agosto del año de 1900. Entre las danzas interpretadas para tal ocasión se encontraba la Danza de Palillos. Aún hoy se conservan ejemplos de esta danza en el sector oriental de la región. Se trata de una danza procesional bailada por mozos que blanden en ambas manos palos de unos cincuenta centímetros de longitud, con los que ejecutan una serie de golpeos y movimientos diversos, no exentos de cierto riesgo. Obviando otro tipo de interpretaciones más discutibles sobre su origen y funcionalidad, la danza de palillos, al igual que la danza de arcos, era utilizada cuando la ocasión era propicia, para aliviar las precarias economías de los danzantes. Aún hoy, en ciertos lugares, los danzantes recorren «cristianamente» las casas del pueblo, lanzando «vivas» a los moradores, los cuales responden a la profusión de halagos, en buena parte de los casos, con una «más que merecida» aportación económica. Tradicionalmente la dulzaina y el tambor redoblante se constituían en complemento musical de la danza, si bien la dulzaina con el paso del tiempo fue siendo paulatinamente sustituida por el clarinete afinado en si bemol, circunstancia ésta menos habitual o, más comúnmente, por el clarinete en mi bemol o requinto.

Pueden ser mencionadas en este apartado dedicado al sector oriental de la región otros bailes o danzas como son «La Danza de Cintas«, de marcado componente lúdico y cuyo área de difusión desborda sospechosamente nuestros límites territoriales, encontrándose versiones sensiblemente diferentes en ciertas regiones españolas, algunos países europeos e, incluso, centroamericanos. Cabe también referenciar la pervivencia en la zona costera de una variante de Baile a «lo Pesao» que, si bien mantiene la pareja mixta como formación básica del baile , se distingue, en el ámbito coreográfico, del resto de jotas que se interpretan en el resto de la región…

El siguiente destino, en nuestra compartida y espero reveladora travesía hacia el oeste, ha de ser la zona central de la región y su apasionante legado folclórico…pero eso será otra historia.

Trabajo original