La inteligencia humana se ha convertido en un problema. La reciente y polémica publicación del libro ‘The bell curve’ (‘La curva en campana’) ha despertado ferviente polémica sobre las teorías predominantes de la inteligencia.

Una campana con toque racista

Este libro explica el inferior rendimiento de los negros frente a los blancos en las pruebas de inteligencia. Las bases de esta afirmación son dos: la primera, la inteligencia es, principalmente, hereditaria y, por tanto, se transmite de ascendientes a descendiente; segunda, si la inteligencia es hereditaria, las diferencias que hay entre individuos dan fe de una diferencia genética.
Conclusión: por razones genéticas, los negros tienen un rendimiento peor a los blancos en los tests de inteligencia. Es decir, que los negros son más pobres que los blancos porque son más tontos, y precisamente por eso cometen mas crímenes y son peores padres. Las estadísticas de Estados Unidos avalan aparentemente la tesis: los negros tienen un cociente intelectual medio de 85 puntos, 15 por debajo de lo normal (90-110), y uno de cada cuatro un cociente intelectual de 75, al borde del retraso mental. Y, aunque los negros solo representen el 12 por 100 de la población estadounidense, la mitad de los presos son de color.

Pero estas afirmaciones son científicamente indemostrables. El concepto de herencia se confunde con el de heraditibilidad, y los autores de «The bell curve» pasan alegremente de uno a otro. La herencia de la inteligencia no se ha demostrado. No se puede introducir desviaciones y grandes confusiones en el empleo de un concepto complejo: la hereditabilidad. Son muchos los investigadores que niegan que se puedan medir diferencias raciales de inteligencia por la falta de claridad e inexactitud de la medida de los test de inteligencia.

¿Hasta que grado somos inteligentes?

El valor de los test de inteligencia se ha cuestionado, ya que existen muchas clases de inteligencia y resolverlos no es nunca lo mismo que en la vida real. La polémica crece entre los científicos al no ponerse de acuerdo sobre la definición de inteligencia, ni en los sistemas para medirla. Todavía no existen ni una definición ni una teoría validas y universalmente aceptadas para poder trabajar sobre ellas.
El concepto de Cociente Intelectual fue elaborado por Stern, en 1912. Su objetivo es hallar una medida, en relación con la edad. Pero exactamente, ¿qué tipo de inteligencia se mide con ellos? Porque el diccionario Larousse ofrece hasta siete acepciones diferentes de la palabra inteligencia, desde la creativa hasta la capacidad de asociar ideas o de calculo, así como el sentido del espacio, la coordinación motriz, etc. Ninguna persona está igual de fuerte en ellas, sino que se desenvuelve mejor en unos aspectos que en otros.
Además, no es lo mismo resolver test que situaciones en la vida real, con cargas emotivas muy diferentes. Hay personas entrenadas para resolver test, mientras que otras es la primera vez que los enfrentan. Son muchos los factores que intervienen, y los resultados muy discrepantes.

Superdotados: unos nacen, otros se hacen

La ciencia no ha podido determinar hasta el momento las razones por las que existen genios frente a la inmensa mayoría de las personas. Pero si el genio nace, como muchos creen, también es cierto que una educación dirigida a potenciar la creatividad y la memoria puede mejorar ostensiblemente la inteligencia de una persona.
La educación se puede transformar en un poderoso medio para aumentar nuestra capacidad cerebral, mejorar nuestra memoria y creatividad, y potenciar nuestra capacidad de razonamiento. Por el contrario, una contra-educación, puede disminuir y empeorar nuestra capacidad cerebral… Considerando el cerebro como un músculo, si no lo ejercitamos, terminara perdiendo vigor y fuerza.
Esto quiere decir, que, si durante la educación de un individuo y su proceso de socialización, le estimulamos, y conseguimos que tenga agilidad mental considerable, pueda llegar a ser una persona más inteligente. Si una persona posee mayor capacidad de razonamiento, será capaz de reflexionar mejor sobre sus decisiones, y por tanto, de valorar de mejor forma las consecuencias de las líneas de acción que tome. En definitiva, será no mas libre, sino «mejor libre» porque será consciente de ello.

Por otra parte, puede ocurrir todo lo contrario, si una persona que durante su proceso de socialización y educación, no recibe los estímulos adecuados, o simplemente no es educado con el fin de aumentar su capacidad racional, esta persona, verá sus capacidades de reflexión sobre sus decisiones y sus valores sobre las consecuencias de sus líneas de acción, disminuidas. Aunque tal vez no sea consciente de ello.

Pero los superdotados natos siguen siendo enigma de investigadores. La ciencia no ha podido encontrar nada especial en los cerebros de los genios que les difiere de la mayoría de las personas. Son personas que nacen con una mente privilegiada, aunque no lo sepan. Tampoco sus padres, en la mayoría de los casos, son conscientes de que viven con un superdotado.
Estos niños, aparentemente corrientes, pero capaces de dejar en ridículo al mas avanzado, están en el punto de mira de lo cazatalentos.
La forma de reconocer a un niño superdotado es sencilla. Los niños son muy despiertos, hablan precozmente, aprenden a leer muy rápidamente, poseen una memoria excelente, comprenden desde muy pequeños (incluso con 1 año) lo que leen, les gusta relacionarse con niños de mayor edad, les gustan los juegos de pensar (más que los mecánicos), son torpes deportivamente, escriben mal las letras y poseen un ansia de conocimientos impropios de la edad.
Pero estos niños se suelen aburrir enormemente en el colegio, ya que sus capacidades superan los programas de estudio convencionales; son, aparentemente muy distraídos, con poca motivación hacia el profesor; su pensamiento es productivo, mas que reproductivo; se sienten incomprendidos aunque sean mucho más independientes que los demás; «pasan» de los padres tendiendo a la depresión; sufren obsesiones y angustia, son muy introvertidos e «incómodos» para los padres.

Trabajo original