El alumnado del colegio San José de Santander ha participado activamente en el II Concurso InterAulas de periodismo escolar. En esta segunda entrega, publicamos los trabajos de Rosa Aynara Panduro, Bruno Pernía, Alejandro José Rebolledo, Maruxel Solana, Juan Arcera, Carla Samperio, Issis Maytte Hinostroza, Ivana Fernanda Pérez y Pedro Solana, estudiantes de Secundaria.

UNA VIDA DIFERENTE
Rosa Aynara Panduro Celestino, alumna de 3º ESO del CC San José de Santander.

Hola, mi nombre es Rosa y os vengo a contar mi experiencia y lo que pasó con el COVID. Todo empezó con una noticia a la que muchos no le hicimos caso, la mayoría pensamos que iban en broma o algo por el estilo. Mejor dicho, que pasaría rápido, hasta que el día 13 de marzo de 2020, tres días después de mi cumpleaños, nos dijeron a través de las noticias que nos teníamos que quedar en casa (teníamos que hacer cuarentena). En ese momento las personas se volvieron locas, todas las familias se iban a sus casas y compraban un montón de comida para no tener que salir de casa. Había personas que eran conscientes de lo que estaba pasando, pero también había gente a la que le daba igual su salud y la salud de los demás; tanto que hacían lo que ellos querían sin pensar en las consecuencias. 

A medida que pasaba el tiempo, la cosa iba empeorando. Había muchísimas muertes, la vida se estaba volviendo un caos, morían cada vez más personas a causa de ello. 

Hubo un tiempo en el que solíamos salir a las 20:00h. a aplaudir a nuestras ventanas, como muestra de agradecimiento a todos aquellos enfermeros y policías que daban sus vidas y su salud para salvar otras en peor estado. 

La cosa siguió igual, solo que al principio ya dejaban salir a algunos sitios, solo si era necesario e importante, como por ejemplo hacer la compra, ir a la farmacia o alguna que otra urgencia. Al tiempo ya nos dejaban ir saliendo cada vez más, pero era obligatorio el uso de la mascarilla en espacios públicos. Teníamos muchas medidas de seguridad que teníamos que cumplir si queríamos salir a la calle y que esto mejorase. A pesar de todo, esto tuvo algo bueno y fue que la contaminación disminuyó mucho, ya que no había tanta gente por la calle que tirase los residuos en las calles, el consumo de energía había bajado… Todo ello nos cambió la vida a muchos, ya que ahora la mayoría de cosas se hacen desde un aparato electrónico desde casa. Gran parte de las cosas las aprendimos en ese tiempo en el que teníamos que hacer lo que pudiésemos para estar bien y no pasarlo mal, como muchas otras familias que perdieron a seres queridos a causa de ello.

 

MI EXPERIENCIA
Bruno Pernía Gutiérrez, alumno de 3º de ESO del CC San José de Santander.

Hola me llamo Bruno y esta es mi experiencia con el COVID 19. Yo, antes del confinamiento, hacía lo mismo que cualquier estudiante: ir al colegio, estudiar, quedar con mis amigos… Pero llegó el COVID a España y de repente todo cambió: tenía clases por videollamada, no podía salir de casa, ya no veía ni a mis amigos ni a mis familiares…Todo un caos.

Al principio del confinamiento, como todo el mundo, estaba en una situación de tristeza, aburrimiento y miedo a contagiarme. Pero llegó un punto a mediados del confinamiento que ya me lo tomaba como algo normal: el no poder salir de mi casa, solo ver a mis familiares por el teléfono, el incremento de los muertos cada día…

Unos meses después, la cosa se “normalizó” un poco y ya podíamos salir una horita o dos para poder pasear y respirar aire fresco. Eso sí, yo al menos iba con mascarilla, guantes, a veces máscara, parecía un científico. Pero poco a poco se fue aumentando el tiempo de estar fuera y, después de tanto tiempo, nos pudimos volver a juntar con nuestros amigos, seres queridos y podíamos ir a algunos lugares de ocio (bares, restaurantes, cines). Eso sí, con muchas normas y restricciones demasiado severas.

Parecía que todo marchaba bien, pero llegaron las navidades, las fiestas, más tarde el verano, volvieron las clases y todo esto acabó, llevando a múltiples, parecían infinitas, oleadas de contagios. Esto nos llevó a más restricciones y normas. Pero llegó lo que todo el mundo llevaba tanto tiempo esperando: la vacuna. Y aunque tardó un poco, la mayoría de la población ya estaba vacunada.

Y llegamos al presente. Ya mucha gente está inmunizada, aunque hay una variante de este virus que se llama ómicron, aunque no es muy dañina. Ya casi no hay restricciones, parece que el uso de las mascarillas falta poco para que deje de ser obligatorio y ya puedo volver a la vida que tenía antes.

 

DOS FORMAS DE VER LA PANDEMIA
Alejandro José Rebolledo Quintero, alumno de 2º ESO del CC San José de Santander.

Esto fue una vez, a principios de 2020, cuando llegó el COVID a nuestras vidas. 

El COVID siempre ha sido criticado por no habernos dejado disfrutar la vida, por no dejar ver a nuestras familias, por habernos arrebatado a tanta gente, etc. Pero también nos ha beneficiado en algunas cosas en las que no nos hemos dado cuenta, como, por ejemplo, consiguió que en todo ese tiempo dejásemos de usar objetos perjudiciales para el medioambiente y así bajar la contaminación a gran escala. También consiguió que si no teníamos tanta confianza o acercamiento con nuestras familias pudiéramos tenerlo, la reducción de gases de efecto invernadero, etc.

Sinceramente, al hablar del COVID siempre tengo dos pensamientos que nos dejó esta etapa: uno es un pensamiento de pena y lástima por todas esas personas que murieron a causa de él, también por el hecho de que este virus afectaba a tanta gente mayor y tenía la angustia de que a mis familiares les pudiese pasar algo, y el otro pensamiento que tengo es de felicidad y tranquilidad. Y sé que suena raro, pero tengo esa sensación por estas razones: la primera es porque pude mejorar varios aspectos de mi vida, otro fue el poder pasar más tiempo en familia y conocer más el pasado de mis padres.

También, cuando me paro a pensar en este tema, siento que ha sido como una pausa necesaria para el medioambiente y uno de los primeros ecosistemas a los que ha beneficiado ha sido al submarino.

En mi opinión, esta etapa ha servido para conocernos más y para darnos cuenta de todo el daño que le estábamos haciendo al medioambiente, pero también creo que la gente no se ha fijado en estos datos y ha seguido su vida como antes de la pandemia. Pero para la gente que sí ha usado la cabeza sabrá que esta etapa era necesaria (obviamente quitando las muertes causadas por este virus), porque hemos frenado todo lo perjudicial al medioambiente.

En fin, este virus ha tenido sus momentos buenos y malos, pero, en mi opinión, siempre hay que ver el lado positivo de las cosas.

 

EL VIRUS

Maruxel Solana Olarte, estudiante de 3º ESO del CC San José de Santander

Hace no mucho más de dos años empezó un virus en China llamado Covid-19 o coronavirus. Para muchos resultó ser un infierno a causa de las pérdidas de familiares, amigos y conocidos. Aunque esto sucediera, a mucha gente no parecía importarle demasiado porque, pese a tener más de mil muertos en un día, a ese tipo de personas lo único que le importaba era pasarlo bien sin pensar en el riesgo que corrían ellos y la gente que les rodeaba.

Al principio todo esto de un virus nos parecía una chorrada y todos decíamos “eso del virus está muy lejos, no llegará aquí” y al final lo que nadie se esperaba es que llegaría antes de lo previsto.

Cuando este virus llegó, sucedió algo que nadie se esperaba: nos pusieron a todos en cuarentena. Esto alarmó mucho, pero era lo más seguro que se podía hacer. 

Por otro lado, esta cuarentena influyó positivamente en el medio ambiente: ha reducido un 17% las emisiones diarias de CO2; ha provocado un espectacular descenso en las emisiones de gases de efecto invernadero; la NASA mostró unas sorprendentes imágenes satelitales que reflejaron un llamativo descenso de las emisiones de dióxido de nitrógeno y la contaminación acústica también se vio reducida, alcanzando en el centro de las ciudades el volumen de decibelios recomendado por la OMS.

 

LOS PERJUICIOS DEL COVID-19 EN EL FONDO MARINO

Juan Arcera Sainz, alumno de 4º ESO del CC San José de Santander.

La pandemia del COVID-19 comenzó hace 2 años, 3 meses y 19 días exactamente, en Wuhan, China. Esta pandemia nos hizo a más de medio mundo quedarnos durante unos meses en nuestras casas. Esto supuso un 17% menos de concentración de CO2 en el planeta. Esto es solo lo que nos dicen, sin embargo, también hay efectos negativos. Los residuos de plástico han aumentado un 28% debido a las mascarillas, guantes, botes de desinfectantes, etcétera. Y como todos los plásticos que llevamos al contenedor de “reciclaje”, acaban en el mar. ¿Sabías que del plástico que arrojamos al contenedor azul, se recicla menos del 8% a nivel mundial? Esto ocurre ya que a las empresas del plástico les sale más rentable verter los plásticos al mar y fabricar unos nuevos. Pues con el efecto de la pandemia esto no ha hecho más que aumentar. Ya que el plástico es muy ligero, podemos encontrarlo en todas las partes del mundo, como son la Antártida, en la mitad del Pacífico… El plástico es un componente que tarda miles de años en descomponerse y que es muy resistente. El efecto que realiza al mar es bestial, ya que los animales que lo componen se ven seriamente afectados por este problema. ¿Sabías que hay miles de millones de redes plásticas merodeando por el mar y que pueden ser ingeridas por estos animales o que estos se queden atrapados en ellas y morir intentando escapar? El 16 de marzo de 2019 se encontró una ballena en las costas de las playas de Filipinas, no fue difícil saber la causa de su muerte, ya que estaba repleta de plástico. Encontraron más de 40 kg de plástico en el interior de su estómago, teniendo en cuenta lo ligero que es un plástico.

El problema del plástico no ocurre solo en grandes animales, sino también en pequeños como las tortugas marinas. Ha habido casos de tortugas que cuando son pequeñas se enredan en los plásticos que cubren las latas de refresco para que estén juntas, y como el plástico es muy resistente, a medida que iba creciendo el caparazón, el plástico se quedaba en la misma medida y esto hacía que creciera por una parte, pero por la otra se quedaba en pequeñas dimensiones, causando dificultad para nadar y la facilidad de los depredadores para alimentarse. 

 

LA COVID-19 NOS HA MARCADO

Carla Samperio Arredondo, alumna de 4º ESO del CC San José de Santander

Durante el confinamiento en 2020 las emisiones de CO2 se vieron reducidas en torno a 17% a nivel mundial. El coronavirus es una amenaza para la salud pública, pero también para el medioambiente, el cual sufrirá grandes consecuencias si no actuamos rápido.

Últimamente llevamos siempre con nosotros mascarillas, geles desinfectantes, etc. pero si no tenemos cuidado podríamos dañar nuestro entorno y contaminarlo. Esto significa el uso de plástico sin control.

Estudios ecologistas prevén que en 30 años aproximadamente la cantidad de basura marítima superará al número de especies oceánicas, teniendo en cuenta que cada año se vierten al mar más de 8 millones de toneladas de plástico.

La contaminación por plástico ya era uno de los mayores desafíos de la humanidad antes de que llegara la pandemia de la covid-19 y el uso de guantes y mascarillas de manera abundante ha mostrado recientemente a la sociedad imágenes de playas llenas de plástico.

Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren unos siete millones de personas debido a la contaminación atmosférica (el doble que el número de fallecidos desde el inicio de la pandemia). Aunque podría parecer que ambas crisis no tienen relación, la ciencia lo tiene claro. Primero, el cambio climático y la invasión humana de la naturaleza es lo que los expertos señalan como el principal motivo por el cual entramos en contacto con un virus animal. Segundo, combatir la enfermedad también deja una huella climática sobre la que numerosos expertos llevan meses alertando. 

Aquellas imágenes de animales deambulando por las calles vacías de distintas ciudades y pueblos del mundo no demostraban que estuvieran recuperando su espacio. Lo que sí es cierto es que, durante los meses de confinamiento, las emisiones de gases de tipo invernadero se redujeron considerablemente. Con la vida en casa, los coches aparcados y las fábricas cerradas, llegó al registro más bajo desde 2006 de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera en abril de 2020, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial. Sin embargo, para junio del mismo año, cuando muchos países ya habían iniciado la desescalada, los datos se igualaron a los de 2019.

El profesor especialista en economía de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), Toby Peters, declaró al medio anglosajón sobre la vacunación masiva que “si no lo hacemos de manera sostenible, usando tecnologías de bajo impacto y refrigerantes naturales, esto acabará teniendo un gran impacto sobre el clima”. Mantener refrigeradas las vacunas a decenas de grados bajo cero implica utilizar hidrofluorocarburos (HFC), un compuesto de gases que se consideraba casi desaparecido desde 2017 y cuyas emisiones equivalen a la liberación de 12.000 toneladas de CO2. Por no hablar del traslado de las dosis en avión, un medio de transporte que emite hasta 20 veces más por kilómetro y pasajero que un tren, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.

El repentino auge del uso cotidiano de ciertos productos que sirven para mantener a salvo a las personas y detienen la enfermedad está empeorando mucho las cosas. De ahí que la ONU pida a las distintas naciones considerar la gestión de residuos como un servicio público esencial.

Al ser la covid-19 una enfermedad zoonótica, es decir, que puede transmitirse entre animales y seres humanos, China ha prohibido temporalmente el comercio de fauna salvaje en su territorio, dando así un respiro a las especies utilizadas tradicionalmente en la cocina y farmacopia china, incluidas algunas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Los expertos llevan años alertando de que, para evitar catástrofes como la actual, debemos mantener una relación más sana con el medio natural. En palabras de Peter Ben Embarek, experto en enfermedades animales de la OMS, “estamos entrando en contacto con nuevas especies salvajes y hábitats y, por tanto, nos enfrentamos a una serie de nuevas enfermedades vinculadas a ellos”.

 

DAÑO CAUSADO

Issis Maytte Hinostroza Verano, estudiante de 3º ESO del CC San José de Santander 

Estaba investigando sobre un trabajo muy importante que tenía que presentar. Era sobre la naturaleza y el medio ambiente. Entonces decidí realizar un proyecto sobre la vida acuática. Quería que fuese una gran presentación, mi idea era hacer una presentación para concienciar a más personas. Tardé en presentarlo, pero me salió superbién, creo que mejor de lo que me esperaba. Creí que los nervios me jugarían una mala pasada, ya que desde que tengo uso de razón no me ha gustado exponer. Pero esta vez fue diferente porque practiqué demasiado. 

A la mañana siguiente, lo primero que escuché fueron varias notificaciones de mi móvil. Estaba desconcertada, era extraño, ni siquiera había sonado la alarma y ya me sonaba el móvil. La última vez que recibí varias notificaciones fue en mi…

-¡Cumpleaños pasado!, —dije con una voz apagada. 

Lo primero que hice fue revisar el móvil, tenía mensajes de mi padre, amigos y familiares. Respondí a todos y agradecí por haberse acordado.

¡Qué extraño! Claro, cómo iba a sonar la alarma si no estaba programada. 

El año pasado mi mejor amiga falleció por una enfermedad en los pulmones, debido a la contaminación que hay en mi país. Cuando tuve la oportunidad de compartir lo que le había sucedido, me aconsejaron que no sobrepensara demasiado en las cosas que ya habían ocurrido y que si pasaron fueron por algo. Sin embargo, no era así, era causado por nosotros mismos. Estábamos acabando con nosotros mismos, los animales, etc. 

Ale era especial. La mejor persona que había conocido en mi vida. Le encantaba la naturaleza, ella prefería mil veces ir a pasear por los campos que ir al cine a ver una película. El mejor recuerdo que tengo con ella es cuando nos íbamos de picnic y nos quedábamos hasta que anocheciera. Veíamos las estrellas, escuchábamos el silencio y las olas. Aunque lo único malo era que siempre encontrábamos basura. Las personas no eran capaces de limpiar, aunque no les costara nada recoger un papel y botarlo a un tacho. 

Una voz melosa apareció y se esfumaron mis recuerdos. Era mi madre. 

-Melissa… despierta, que ya es tarde.

-¿Qué pasa mamá? —no quería salir de la cama, literalmente. —Se me pegaron las sábanas —no tenía la suficiente fuerza de voluntad para levantarme. 

-Que tienes que ir a clase. 

-Ya voy —respondí y me apresuré.

Comencé a alistarme y bajé por las escaleras. Bajé demasiado rápido. Aún tenía que buscar mis llaves, casi siempre las dejo por cualquier lado. Cuando de repente mi madre salió de la cocina con una tarta de fresas.

-Feliz cumpleaños… 

Le agradecí por esa hermosa sorpresa, pero no tenía ánimos de nada. 

-Sé que no es fácil para ti, pero tienes que volver a sonreír —como lo haría ahora si Ale estuviera conmigo, teníamos muchos años de amistad. Desde un principio sabía que no sería fácil dejarla ir. 

-Adiós mamá —Tenía mucha prisa, el bus pasaría dentro de cinco minutos.

-No te olvides de que hoy tenemos una cena familiar. 

-Vale mamá, te quiero. 

¡Meli espera!, te estás olvidando tus llaves y la mascarilla —

Verdad. Aún no me acostumbraba a llevar mascarilla y con la prisa casi me voy sin las llaves. Pobre de mí, hubiese tenido que esperar en la puerta a que alguien llegara. Tenía que salir rápidamente, el bus iba a pasar dentro de unos cinco minutos, exactamente la distancia de mi casa a la parada. 

Durante el 2020 comenzó la expansión de un virus que nadie conocía, esta extraña epidemia se convirtió en una pandemia que cada vez se propagaba más rápidamente, centenares de personas fallecieron, todo cambió radicalmente. A tal punto de llegar a un confinamiento. Fueron varios meses en los que no se podía salir a la calle, pero lo único positivo de esto fue que las personas no le hacían daño al medio ambiente. Muchos lugares permanecían limpios, los animales respiraban libertad. Esta pandemia afectó demasiado pero también ayudó a la naturaleza. 

En el año 2021 llegaron unas vacunas con las que pudimos controlar un poco la enfermedad. Desde ese entonces todo volvió un poco a la normalidad, pero teníamos que salir con algunas medidas de protección. Volvimos a salir y volvieron los mismos problemas del pasado, es ahí cuando me di cuenta que todo el daño lo habíamos causado nosotros. 

Decidí ir a visitar el lugar especial así lo llamábamos Ale y yo, pero cuando llegué me llevé una gran decepción. Había habido un gran accidente, y todo el mar estaba contaminado. Eso era espantoso: había animales a la orilla que no se encontraban nada bien. Entonces tomé una gran decisión, lo quería hacer por Ale, sabía lo importante que era para ella cuidar la naturaleza y decidí retomar un proyecto en el que había pensado cuando estaba realizando el trabajo sobre la naturaleza. Había muchos animales muertos y atrapados en una gran mancha negra. Desde ese momento decidí hacer algo para que no volviera a ocurrir: primero decidí crear una página web y difundir lo que estaba pasando. Les pedí a mis amigos y familiares que difundieran para ayudar. Cada día mis padres y yo bajábamos a ayudar, no queríamos quedarnos con los brazos cruzados viendo como nuestro maravilloso hogar se destruía en cada momento. Al final, con la ayuda de todos, logramos ayudar y revivir a la naturaleza. Hoy en día somos una compañía que cuida de la naturaleza, nos hemos expandido por todo el mundo física y digitalmente.

 

WAMBA Y LAS GAVIOTAS BÉLICAS
Ivana Fernanda Pérez Rangel, alumna de 4º ESO del CC San José de Santander.

Cordial saludo,

Mi nombre es Miriam, directora general de AIGAM. En este escrito doy cuenta de que hemos notado una disminución de los monos con ropa que suelen pasear por la playa y en las grandes cosas flotantes sobre el mar y, además, en los bosques de acero y cemento cada vez se avistan menos de ellos. Esta situación resulta preocupante, ya que cada vez nos resulta más complicado encontrar alimento fácilmente debido a su falta, y si esta situación se perpetúa, nos veremos obligadas a comenzar a cazar nuevamente, como en los tiempos antiguos.
Esperando su pronta respuesta, Asociación Internacional de Gaviotas y Aves Marinas (AIGAM).

Augusto, jefe de Las Anchoas del Pacífico, leía la carta con creciente preocupación. En tiempos tan tranquilos como aquellos, no esperaba recibir semejante amenaza de parte de uno de sus principales depredadores; por el contrario, y debido a que todos sus semejantes se habían visto beneficiados por la actual situación, supuso que no habría ningún problema, al menos, por las siguientes lunas. Pero Augusto no iba a quedarse con las aletas cruzadas; como primera medida, optó por llamar a su antiguo colega, Pedro el pulpo.

Pedro movía los tentáculos a la mayor velocidad que su edad le permitía, pero, aun así, seguía siendo un trabajador sagaz y diligente, el mejor de su campo; ni las sepias más jóvenes lograban seguirle el paso. Este hecho lo había mantenido en su cargo, el más alto disponible, de oficial de policía interoceánico, del cual disponía desde hace años. Así, recibió la llamada de Augusto de buena manera, pero sin sorprenderse: ya había sido informado con anterioridad de lo ocurrido en la superficie.  Acordando ambos reunirse al día siguiente para la pronta creación de un plan a seguir, se dio la orden de difundir las noticias entre la población.

Aquí es donde entra Wamba, hijo mayor de un matrimonio de cangrejos y hermano de un par de gemelos. Wamba trabajaba como camarógrafo a tiempo parcial en el principal canal de noticias, y fue el primero de muchos en enterarse de la grave situación. Un ataque de Las Gaviotas y sus aliados suponía una desgracia para toda la población, sí. Pero Wamba sólo pensaba en su familia, y apenas pudo salió a toda prisa hacia su hogar para informarles del tema. Al llegar se encontró con su hermana, Rachel, e intentó explicarle el asunto.

—Rachel, —comenzó —me enteré de unas cosas hoy en el trabajo. Pronto darán la noticia por la tele, así que vine a decírtelo. Puede que sea necesario mudarnos al fondo, porque aquí Las Gaviotas nos van a caer encima.

Pero Rachel no le escuchaba; estaba ocupada con un trabajo del instituto, que se le hacía imposible.

—No le des vueltas al asunto —le respondió con desgana Rachel—. Que estalle la guerra es tan probable como que Ricardo apruebe Lengua.

—Cállate, y empieza a hacer maletas —dijo un ofendido Ricardo desde el pasillo. —No necesito aprobar si no estudiaré de nuevo. Apresúrate, ya que nos vamos hoy mismo.

Resulta que sus padres, al oír la noticia en la radio, habían decidido mudarse inmediatamente y sin objeciones. Al cabo de unas horas de viaje, llegaron a su destino, un lugar sombrío y deplorable; columnas de espuma ascendían al firmamento, las algas putrefactas desprendían el mayor hedor que hubieran percibido jamás, y las cavernas rocosas daban la impresión de desplomarse con el menor roce, y aún no se mencionan los montones de basura humana esparcida por doquier; sobre la arena, entre cada agujero e incluso flotando sobre sus cabezas.

En lugar de proseguir con la descripción de tan insufrible sitio, centrémonos en lo que ocurría fuera del espejo color turquesa. En lo más alto de un edificio tomaba su almuerzo Miriam, quien después de haber enviado con éxito su carta (que, en realidad, era más una sentencia que otra cosa) decidió que era tiempo de aprovechar los últimos instantes de tranquilidad. Es fácil suponer que para el bando de Las Gaviotas la situación era todo cantar y coser, pero nada más lejos de la realidad: ahí estaba la pobre Miriam, que por almuerzo no tenía más que media rebanada de pan, aunque era imposible deducir de qué tipo: una colonia de pequeños hongos habían instalado en él su hogar, y había dejado de ser suave para el paladar de tal modo que, si alguien traspasara la barrera de la repulsión y se atreviera a llevárselo a la boca, su lengua reconocería mil texturas distintas a la que debiera tener. Sin embargo, sobras como aquella eran lo único que se podía conseguir desde que las personas se habían ido; las palomas, siempre cercanas a ellas, decían que un tal diecinueve les mantenía en cautiverio.  

Cuando el grupo de Miriam salía en busca de sustento, no encontraban más que el accesorio insignia de aquellos humanos de batas blancas: delgadas telas, generalmente azules, que se unían a la cabeza por medio de hilos finos. Claramente, éstas no contaban con vida propia, y, sin embargo, abundaban los rumores sobre asfixias y enredos, por lo cual no pocos animales las habían clasificado en sus listas de peligros; pero la mayor pregunta era, ¿quién es el tal diecinueve, y cómo pudo convertir a tantos monos con zapatos en sus prisioneros? 

Según algunos informantes caninos, este ser llevaba el apodo de “Virus” y provocaba pánico entre la población; tanto así que, cuando una persona se encontraba con él, permanecía en una habitación pequeñita por algunas semanas, como si estuviera castigada sin hablar o ver a nadie; también, se esparcían por todas partes un líquido parecido al agua que podía olerse desde muy lejos, y lavaban sus manos con tal frecuencia que en algunos individuos la piel había comenzado a secarse y volverse áspera. A excepción de los perros, no había ningún animal que pudiera aportar más información o confirmar la ya dada, porque los felinos simplemente se negaban a dirigirle la palabra a otros que no fueran las aves, y éstas eran conscientes de la trampa. Así pues, el único camino a seguir era el de la paciencia, y a la vez, del cambio, puesto que los no beneficiados con la ausencia humana debían encontrar nuevas maneras de sobrevivir lejos de las comodidades y el estilo de vida poco saludable proporcionado anteriormente por ellos. 

Volviendo a las cuestiones de la mar, la familia de Wamba se vio obligada a vivir en este desagradable lugar anteriormente descrito por un buen tiempo, dentro del cual la madre enfermó de gravedad; pero, gracias a un buen vecino en contacto con la superficie, supieron que los pobladores de las playas y usurpadores del océano habían vuelto; esto se puede traducir como “Comida de fácil obtención para aves de toda clase”, incluyendo gaviotas. Fue entonces cuando Augusto y Pedro, aprovechando la oportunidad como buenos negociantes, decidieron enviar una carta de paz para éstas, que la aceptaron gratamente, y se retiraron del lugar; las poblaciones de animales marinos desplazadas por su amenaza volvieron a su lugar habitual, incluyendo a la familia de Wamba, y se llevaron la sorpresa de que los simios bípedos no arrojaban tantos desperdicios como antes. Pudieron vivir unas lunas más de manera tranquila, pero siempre con la precaución de no darle oportunidad a ningún ave acercándose demasiado a la orilla.  

 

EL CAMBIO MÁS IMPORTANTEPedro Solana Olarte, alumno de 3º ESO del CC San José de Santander.

Estaba en la cafetería de mi barrio, tomando un café, como hacía todas las mañanas. Me gustaba con poca leche y mucho café. Me disponía a trabajar como siempre. Primero, me dirigía a las oficinas y me quitaba el abrigo, necesario en un mes frío como lo es febrero, y más tarde me sentaba en la silla de oficina, normal y corriente, que tenía en la oficina, normal y corriente, en la que trabajaba. No me podía quejar. Después de todo no era un trabajo difícil. Lo único que tenía que hacer era responder llamadas. Mis días eran monótonos, pero no me podía quejar ya que no tenía dificultades que me impidiesen vivir bien.

En cualquier caso, en mi trabajo normal y corriente a veces pasaban cosas raras tan rápido como pasaban los días. Por ejemplo, todos los días llamaba un anciano preguntando qué tal estaba su hija. Como siempre, le respondía que se había equivocado de número. El hombre, de vez en cuando, dejaba el teléfono encendido y se ponía a gritar que su hija estaba bien, supongo que a su esposa.

Solía salir del trabajo antes de las tres de la tarde y para cuando llegaba a casa, estaba tan cansado que no podía hacer otra cosa que ponerme a dormir.

Me despertaba sobre las siete de la tarde. Y no porque tuviese una alarma en la mesilla de noche, que también, sino porque en mi interior había una especie de despertador interno que me despertaba siempre a la misma hora.

Vivía solo, por lo que era complicado mantener la cabeza alta y el ánimo en pie. La rutina era lo único que me hacía perder la cuenta del tiempo.

De nuevo, otro día más, me levantaba, me lavaba la cara, y me vestía para disponerme a trabajar. No sin antes ir a la cafetería de mi barrio para tomarme el monótono café que tanto me gustaba.

Pasaban los días de febrero y antes de darme cuenta ya estaba en marzo, un mes en el que, como siempre, no pasaba nada y la rutina se mantenía estable.

Tal vez, en el fondo, deseaba un cambio radical en mi vida. Tal vez un ascenso, o conseguir pareja. Lo importante es que pasase algo que detonase el cambio.

No cobraba demasiado comparado con otros sueldos, pero tampoco recibía un sueldo deplorable para el tipo de oficio que desempeñaba.

Era alguien bastante enterado de las noticias que surgían en la actualidad. Leía bastante el periódico ya que tenía bastante tiempo libre. El calentamiento global era uno de los temas que más te encontrabas en portada. Había montones de personas manifestándose todos los días para tratar de conseguir un mundo mejor. Esto me parecía bien, pero en realidad me cuestionaba la moral de las personas constantemente mientras leía este tipo de noticias. ¿Se manifestaban realmente por sus creencias, o tal vez lo hacían para encajar en la sociedad? Esto no lo tenía nada claro, pero antes de acabar un día ya estaba en el siguiente, tomando café, trabajando, leyendo el periódico, durmiendo nada más llegar a casa y haciéndome preguntas sin una respuesta inmediata aparente.

Hoy, me puse a leer el periódico como siempre y en portada aparecía una nueva noticia: un nuevo virus había brotado en China.

Esto no me parecía alarmante. De hecho, no veía los motivos para que así fuese. Sin embargo, la noticia se empezó a extender, y pronto se convirtió en tendencia. Mientras tanto, yo seguía con mi rutina diaria tratando de aprovechar cualquier oportunidad para enfrentar un cambio.

Este tipo de oportunidades no surgían a menudo, pero tenía fe en que algo pasase.

Las mañanas pasaban, y la noticia del virus había dado la vuelta al mundo, del mismo modo en que el propio virus lo había hecho. El gobierno se replanteó tomar medidas drásticas al respecto: decretar el estado de alarma e imponer una cuarentena obligatoria de quince días. Al parecer, era de vital importancia cumplir esto. Sin embargo, tenía que ir a trabajar, tomar café, y volver a casa lo suficientemente cansado como para poder dormir lo que estoy acostumbrado.

Los primeros quince días no estuvieron del todo mal, pero a partir de este punto las cosas empezaron a torcerse. Miles de personas morían al día y miles de trabajadores perdieron sus puestos. A mí, me tocó correr la suerte de perder mi oficio. Todo a mi alrededor se desmoronaba. Ya no podía ir a trabajar, ni salir de casa, ni tomar café, ni hacer nada metódico. En realidad, la situación era tan grave que mi despertador interno dejó de funcionar. Creí que no había nada que hacer. Fue entonces cuando se me ocurrió tomar una decisión en mi vida: tener un cambio.

El mundo tuvo que adaptarse y yo no iba a ser menos.